El derrumbe de los partidos socialistas al servicio del neoliberalismo. Rafael Gumucio R.
En una serie de países europeos los partidos socialdemócratas han sido derrotados por una derecha populista: es el caso de Italia, donde democratacristianos, socialistas y comunistas han sido expulsados del poder por Forza Italia y el inmoral populismo de Silvio Berlusconi; en Inglaterra, los laboristas, que practicaron un repugnante política pro-yanqui en el gobierno de Tony Blair, especialmente, terminaron siendo derrotados por los conservadores; en algunos países escandinavos también ha triunfado la derecha y, en días recientes, en las elecciones municipales y autonómicas, el PSOE fue arrasado por el derechista Partido Popular.
En todos estos casos, cuando los partidos socialistas aplican políticas neoliberales los ciudadanos, que no son nada tontos, prefieren elegir a la derecha que, al parecer, está más adecuada para realizar ese tipo de políticas antipopulares. José Rodríguez Zapatero pretendió culpar a la crisis económica de la debacle de su partido; no faltan los dirigentes que sostienen que el Partido Socialista se sacrificó por España y que el electorado los abandonó “a consecuencia de tan heroico patriotismo”.
En la historia de España, las elecciones municipales han jugado un papel fundamental: bástenos recordar la de 1931, que dio nacimiento a la Segunda República Española, que terminó abruptamente en 1936, con la Guerra Civil.
La derrota del socialismo chileno en las últimas elecciones presidenciales, convertido en una mafia dirigida por Camilo Escalona, constituye un moco de pavo al lado del derrumbe del Psoe; en ambos, tanto en la Concertación, como en el socialismo español, después de la derrota comienzan a hacer puras estupideces, demostrando una gran incapacidad de superar las crisis, lo que vaticina derrotas sucesivas si no enmiendan el rumbo.
En el caso del socialismo chileno, ya una gran parte de la opinión pública capta, perfectamente, que se han convertido en unos mozos del PDC; nada ganan con vestirse de jacobinos cuando, en el fondo, son unos termidorianos, si siquiera les alcanza para ser girondinos.
En el Partido Socialista Obrero Español, después de la derrota del 22 de mayo último, han surgido todo tipo propuestas, que el electorado no entiende para nada, pues están ubicadas dentro de una estructura partidaria que perpetúa el dominio de la burocracia sobre la militancia y, para qué decir, y que los aleja de los ciudadanos.
Patxi López, uno de los líderes de los barones federales del Partido Socialista, plantea que en vez de unas primarias, se convoque a un congreso extraordinario del Partido, cuya consecuencia sería el reemplazo de Rodríguez Zapatero en la secretaría del Partido y, en consecuencia, su renuncia como jefe de Gobierno y la disolución de las cortes.
El domingo 29 de mayo se reunirán los jefes de las distintas Federaciones del Partido a fin de decidir el camino a seguir. El secretario general y la nomenclatura – los principales dirigentes – son partidarios de mantener al actual jefe de Gobierno y secretario general, y elección presidencial llamar a primarias, que pueden tener dos modalidades: la primera, completamente ridícula – con un solo candidato, el vicepresidente de Gobierno, Alfredo Pérez
Rubalcaba, algo parecido a las primarias de la Concertación, en Chile, en la última elección presidencial – y, la segunda, una competencia entre Alfredo Pérez Rubalcaba y Carmen Chacón. Parece muy difícil que aparezca un nuevo líder o un candidato sorpresa.
No hay que ser muy malpensado para sospechar que la maniobra de Patxi López podrían llevar al fin del gobierno de Zapatero y a un dominio total de la máquina del Partido por parte de Alfredo Pérez Rubalcaba.
Al mercado le conviene que el gobierno de Rodríguez Zapatero se mantenga hasta el fin de la legislatura – marzo de 2012 – y los socialistas paguen la factura de la crisis. Es una profecía autocumplida que, de seguir la situación como está, el Partido Popular que, aunque carece de programa – o no lo muestra a las cortes por su carácter reaccionario- podría lograr la mayoría absoluta y apropiarse del poder.
Hay muchos elementos de la actual situación española que nos permiten, en parte, asimilarlos a nuestra forma de hacer política: partidos llamados de centro-izquierda, que practican un centralismo burocrático, simulado bajo formas aparentemente participativas; considérese que en España, antes del Comité Federal a realizarse el próximo domingo, Rodríguez Zapatero se reunirá con los barones para decidir el camino a seguir; otro tanto pasa en los congresos del Partido Socialista chileno.
La ley electoral española es bastante antidemocrática, pero no al grado del sistema binominal chileno, sin embargo, la izquierda unida española logró, en las últimas elecciones municipales, aumentar considerablemente su votación, aunque perdió la Comuna emblemática de Córdoba, y ahora tiene en sus manos la decisión apoyar o abstenerse, respecto al único gobierno socialista de Extremadura.
El 15-M representó una esperanza en este marasmo de burocracia política – no faltan los agoremos que están satisfechos por la muestra de agotamiento de los acampados en la Puerta del Sol- pero en largo período histórico se demostrará el derrumbe de los partidos, estructurados en el siglo pasado y la necesidad de dar paso a formas de expresión democráticas y horizontales, terminando con el centralismo que caracteriza al sistema político.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home