viernes, marzo 18, 2011

EXHORTACIÓN AL CONSEJO NACIONAL DE LA DEMOCRACIA CRISTIANA. Rodolfo Fortunatti

1. ¿QUIERE LA DEMOCRACIA CRISTIANA  RECUPERAR EL  GOBIERNO? ¿QUIERE OFRECERLE AL PAÍS  UNA  GENUINA OPCIÓN POLÍTICA? ¿QUIERE, EN FIN, TOMAR EL LIDERAZGO DE  LA  CONCERTACIÓN?
2. Si realmente el Partido aspira a todo esto, entonces debe hacer una autocrítica  y asumir que no lo conseguirá del modo que lo ha hecho hasta ahora. Es condición necesaria del reposicionamiento democratacristiano  abandonar el tono vago, impreciso y equívoco que ha mostrado durante su primer año fuera del gobierno. Este  tono  que lo ha llevado a tomar distancia de sus aliados y, en cambio,  a  no recibir más que el desdén del Ejecutivo a  sus reiterados ofrecimientos de  colaboración. Ahí está  como botón de muestra la reforma educacional de Lavín, una ley que fue aprobada al costo de apartar y arrinconar al radicalismo, y de darle la espalda a los verdaderos interlocutores de la iniciativa: las organizaciones de profesores, de estudiantes, y de padres y apoderados.

3. Contrasta con este tono ambiguo e irresoluto, la respuesta clara, firme y fructífera que se observó en la protesta de Magallanes y en la denuncia por faltas a la probidad de la intendenta del Biobío. Ambas manifestaciones son ejemplo de una oposición que se supo mantener unida, y de una Democracia Cristiana que logró ponerse a la altura de las circunstancias. En ambas expresiones políticas y ciudadanas  han  participado activamente  democratacristianos empapados  por un nuevo estilo de hacer política, donde el encuentro con la sociedad civil y con sus demandas concretas, y la recuperación de una ética pública de honestidad y respeto por los más desamparados, han sido sus sellos distintivos.
4. Esta es la línea política y estratégica que queremos para el Partido. Esta es la línea que queremos ver perfilada en su actuar futuro. Más allá del cálculo sobre eventuales apoyos ―que siempre serán hipotéticos mientras no se juzgue el contenido de lo que se vota― el Partido debe impulsar, y llevar a su culminación, la acusación constitucional contra la intendenta del Biobío, Jacqueline Van Rysselberghe. La Democracia Cristiana es un partido que propugna una acción política fundada en la ética y, por lo tanto, en los principios de la verdad, la honestidad, la justicia y el respeto por el ser humano, máxime, por los humildes. En ello coincide, y debe buscar el acuerdo, con sectores políticos de gobierno que abrigan iguales convicciones. En este sentido, la prórroga en la presentación del libelo, debería verse justificada sólo por la consistencia, legitimidad y eficacia de la acción que queremos ver realizada.  
5. El partido debe apoyar un indulto que beneficie a presos mayores de 70 años, mujeres con hijos menores o personas que padecen una enfermedad invalidante, grave e irrecuperable, y buscar la convergencia con las iglesias e instituciones morales que han fundado esta solicitud social en valores de misericordia y clemencia. Asimismo, el Partido debe promover una reforma penitenciaria que reduzca drásticamente la alta tasa de encarcelamiento prevaleciente, hoy por hoy, la más alta de América Latina, y que ataque principalmente la reincidencia, sobre cuya estadística nada se sabe en Chile.  
6. El Partido debe impulsar una fuerte defensa del Estado y de la administración. Debe denunciar los despidos injustificados de miles de funcionarios públicos, y las intervenciones con fines electorales que se llevan a cabo desde el Gobierno en los proyectos y programas de política pública. El Partido debe defender los principios y leyes que rigen la alta dirección pública y, sobre todo, poner freno a la sistemática política neoliberal de reducción del tamaño del Estado y de desregulación de los mercados emprendida por el actual gobierno.
7. El  Partido debe recuperar el imperio sobre el diseño e implementación de su estrategia  municipal. Los caudillismos y las conductas tránsfugas que se han manifestado en los conflictos de La Florida y de Carahue, son expresión de un régimen antipartidos y anticoaliciones, como el presidencial, que impide garantizar el orden, la disciplina y el respeto a la voluntad ciudadana. Arraigadas como están en nuestra convivencia interna, dichas prácticas constituyen una luz de alerta que nos llama la atención acerca de las verdaderas posibilidades que tiene el Partido de controlar su oferta política en la próxima elección municipal. Es preciso corregir este mal curso de los acontecimientos, mediante el instrumento creado al efecto, como es el PLAN ESTRATÉGICO aprobado hace casi un año. 
El Partido debe vigorizar esta herramienta instituyendo los controles técnicos y políticos que permitan medir el cumplimiento de sus metas y plazos y desplegar asimismo la transparencia activa de sus resultados. Pero sobre todo, debe imprimirle una línea política nítida y convocante, como la que hemos  trazado en los párrafos precedentes. Sólo así, conquistaremos su ambicioso objetivo: la adhesión del 18% del electorado en 2012, del 21% en 2017, y del 24% ciento en 2021.
Santiago, 18 de marzo de 2011.