Más riesgos que virtudes. Jorge Navarrete.
Durante los próximos días proliferarán las teorías e hipótesis en torno a las razones que tuvo el Presidente de la República para hacer este cambio de gabinete. En lo que a esta columna respecta, quiero concentrarme en lo que parecen los riesgos inmediatos de esta decisión, que a todas luces introduce un cambio fundamental en el modelo de gestión del actual gobierno. En efecto, aquella promesa de un gabinete de excelencia, que incluso en forma deliberada se opuso al esquema de las consolidadas figuras de la política tradicional, parece haber quedado definitivamente atrás.
Y aunque a primera vista pudiera pensarse que el único criterio para decidir la salida de Ravinet, Morandé, Merino y Raineri tuvo que ver con un severo juicio del Presidente hacia su desempeño ministerial, a nadie se le escapa que se trata de cuatro personajes que carecían de todo respaldo político. Sin ir más lejos, algunos de sus colegas, con igual o peor evaluación, han temporalmente evitado este destino.
A continuación, y contrario a lo que parece, tampoco es cierto que los grandes ganadores sean los partidos políticos. En el caso de Andrés Allamand, son conocidas sus diferencias con la actual conducción de RN; y otro tanto sucede con Evelyn Matthei, quien incluso integró la lista que fue derrotada por los actuales mandamases del gremialismo. Si bien se trata de dos figuras prominentes de la política nacional, ambos senadores arriban al gobierno más por relevancia individual que por la tienda que representan. Dicho esto, y a modo de paréntesis, sería bueno preguntarse por el destino de dos emblemáticos proyectos de ley que ellos patrocinaban: el Acuerdo de Vida en Común y el aborto terapeútico.
Una de las cuestiones que sospecho no se reflexionó con profundidad hace referencia a la administración interna de las decisiones políticas. Así, por ejemplo, son conocidas las críticas que Allamand hizo a la política exterior de este gobierno, en particular a las escasas condiciones del canciller Moreno. La cartera de Defensa es un lugar privilegiado, y ciertamente pertinente, para opinar y operar en este ámbito, lo que augura una tensión innecesaria. Otro tanto sucede con Matthei, quien después de públicamente criticar al manejo de las carteras de Hacienda y Economía, ahora tendrá a su cargo un tema tan sensible como la reforma laboral. Y para qué decir del ministro Hinzpeter en Interior, cuya influencia se verá mermada por el ingreso de quienes todavía no lo consideran como un par.
Puestas así las cosas, podría darse la paradoja de que un cambio cuyo propósito era dotar de mayor peso político a la gestión del gobierno, contribuir a una mejor delegación de funciones y, por esa vía, evitar los peligros de la sobreexposición presidencial, podría devenir en un escenario en que la administración de egos haga todavía más necesaria la continua intervención del Mandatario.
Pero también hay otros perdedores. Por de pronto, se termina por enterrar a la Coalición por el Cambio y, si me apuran, cruje el concepto de la "nueva derecha". Con todo, quien más tuvo que haber resentido esta decisión es el senador Pablo Longueira, pues para él ya no hay excusas que expliquen su marginación del gobierno de Piñera.
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