La incorporación de Ravinet al gabinete de Piñera “valió callampa”. Gabriel Ascencio Mansilla
Cuando el Presidente de la República formaba su gabinete, intentó, sin éxito, reclutar personas que militaran en los partidos de la Concertación. Si, de los mismos partidos del gobierno que él llegó “a desalojar” No le fue bien, salvo con Jaime Ravinet, que terminó de Ministro de Defensa y, en la expectativa presidencial, como un “puente” con la oposición. Curiosamente ha sido precisamente un puente “que vale callampa”, según el ahora ex Ministro, lo que ha puesto en la escena la reflexión acerca del rol de este y otros secretarios de estado en el gobierno.
Ninguna interlocución con la oposición, donde fue, justificadamente, tratado de traidor; pésima relación con la prensa; amenazas de impedir que los militares actúen a favor de la población civil en situaciones de emergencia; cuestionamiento del Consejo para la Transparencia acerca de la compra del “puente callampa”, donde pagó varios millones de dólares de sobre precio y, al final, la autorización para comprarle a un general de ejército una casa por más de un millón de dólares, mientras el gobierno mantiene en mediaguas a más de 70 mil familias después del terremoto, son demasiadas muestras de la inutilidad para el gobierno de haberlo llevado al gabinete.
Claro, se podrá argumentar que eso, el “vale callampa”, no ha sido solo privilegio de Ravinet, que hay otros y otras (para mantener la igualdad de género), que nada aportan en el gabinete…Efectivamente: la gran mayoría de las nuevas autoridades, han sido solamente “reguleque”. Ninguno se destaca por la eficiencia prometida, menos por su capacidad de gestión. La agresividad y manipulación de las informaciones en la vocería, han hecho que la Ministra del ramo haya sido comparada con los mal recordados voceros de colonia dignidad o como salida de las juventudes hitlerianas. Ni que decir del Ministro del Interior, represor por excelencia o represor de excelencia, o de la Ministra de Vivienda, absolutamente incompetente que ha alargado injustificadamente el drama de las víctimas del terremoto.
Otros Ministros se han dedicado a cumplir los compromisos que tienen con el empresariado y todo su actuar se hace en función de los intereses de éstos, que saben que están en el Gobierno solo de paso y deben apurar su posición, cerca de los recursos públicos, para aumentar sus fortunas.
Y los demás, muchos de ellos verdaderamente ineptos o fanáticos, tratan simplemente de desmantelar el aparato estatal, especialmente en aquello referido a mantener las políticas sociales que se habían ido construyendo con tanto esfuerzo, en los gobiernos de la concertación. Vean lo que pasa en Sernam o en la Junji, incluso en Indap, etc.
Sin embargo el premio mayor en este caso se lo lleva el Presidente. No solamente por su ignorancia en temas comunes que en principio han sido calificados simpáticamente como “Piñericosas” y que poco a poco se van transformando en vergüenza nacional, sino principalmente por el alto grado de incumplimiento de promesas hechas sin que le importe un bledo.
Piñera ganó la campaña presidencial haciendo promesas a los chilenos que sabía no serían cumplidas. En el ámbito penal, engaños de esta naturaleza constituirían un delito, y el autor podría ser imputado por varias formas de estafa. En el ámbito político, pareciera ser que los incumplimientos de promesas de campaña no tienen sanción sobre todo cuando a la alianza de derecha no le importa. Por ello es que tienen razón los diplomáticos norteamericanos que enviaban información acerca del personaje en cuestión, señalando que hacía negocios y política en el límite de la ley y de la ética.
¿Cómo va a ser aceptable que en un discurso cualquiera diga que el Gobierno no está en condiciones de terminar con la delincuencia, como lo hizo hace poco, intentado escapar de esta promesa con la que tanto daño hizo a la concertación y tanto rédito le dio engañando a una gran cantidad de chilenos temerosos ?
¿Por qué vamos a aceptar que no cumpla con el término del descuento del 7% a los jubilados o el post natal de seis meses prometido a las mujeres de Chile, sin que responda por ello?
¿Por qué los funcionarios públicos deben aceptar la mentira contenida en otra promesa de campaña: que no iban a hacer despedidos?
¿Y la promesa de que no iban a existir los conflictos de intereses? Hemos tenido que realizar gestiones extraordinarias para obligarlo a vender algunas acciones, mientras entre sus funcionarios del más alto nivel estos conflictos siguen presentes.
Hay tantos ejemplos de mentiras de campañas, sino pregunten a los agricultores que han inundado la carretera principal del país con carteles donde le exigen al Presidente que cumpla con su palabra, o a sus amigos los industriales pesqueros, o a los artesanales, a quienes simplemente no les ha cumplido nada o a los magallánicos a quienes les prometió que no subiría el precio del gas y trágicamente descubrieron la mitomanía política.
De todas maneras de una cosa nos podemos alegrar: que en esta incapacidad compulsiva de no cumplir con su palabra, no haya podido cumplirles a los violadores de de derechos humanos a quienes también les prometió impunidad.
A la hora de la despedida, llegado el momento de la renuncia, cuando los chilenos comprueban que solo 10 meses duró el “gobierno de excelencia”, a Ravinet le puede quedar un consuelo: no es el único que “vale callampa”.
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