Los caminos por recorrer: la DC y sus opciones de futuro. Carlos Anriquez
Cuando las sociedades pasan las etapas de mayor conflictividad social en sus procesos de desarrollo económico, las repercusiones en el sistema político son importantes. Una de las mayores, es que la sociedad entera se hace más pragmática y ese pragmatismo se traslada al sistema político. Los ideologismos tienden a desaparecer o a hacerse marginales, los partidos pasan a ser casi exclusivamente máquinas electorales cruzados por caudillismos, los electores dejan de ser leales exclusivamente a un sector y tienden a apoyar a aquellos movimientos políticos que mejor representen sus intereses, lo que provoca procesos de alternancia en el gobierno sin grandes traumas.
Los conflictos tienden a canalizarse por medio de instituciones que regulan eficazmente las conductas sociales y políticas y los bloques políticos en disputa reducen fuertemente su distancia ideológica, la que se transforma más bien en divergencias programáticas sobre un régimen económico comúnmente aceptado y un proceso político compartido. Es por eso que en ese tipo de sistemas, los movimientos políticos de centro tienen poco lugar. Así sucedió en Francia y Alemania de post-guerra, en España post- franquista y está sucediendo en Chile en la actualidad.
Los conflictos tienden a canalizarse por medio de instituciones que regulan eficazmente las conductas sociales y políticas y los bloques políticos en disputa reducen fuertemente su distancia ideológica, la que se transforma más bien en divergencias programáticas sobre un régimen económico comúnmente aceptado y un proceso político compartido. Es por eso que en ese tipo de sistemas, los movimientos políticos de centro tienen poco lugar. Así sucedió en Francia y Alemania de post-guerra, en España post- franquista y está sucediendo en Chile en la actualidad.
Mientras nuestro país estuvo desgarrado por conflictos ideológicos extremos, la Democracia Cristiana jugó consistentemente un rol de articulador que le otorgaba una posición privilegiada en el sistema político. Desde 1963 ocupó constantemente la primera posición electoral y el interregno dictatorial no afectó esa posición. Ya he analizado cómo los cambios sociales vividos en los 20 años de democracia han afectado el presente y el futuro de la DC. (Ver en:
http://carlosanriquez.blogspot.com/2010/10/la-clase-media-emergente-y-el.html carlosanriquez.blogspot.com/2010/08/hacia-adonde-va-la-dc.html
En resumen se observa que el sistema político chileno se ha vuelto pragmático, impulsado por el surgimiento de nuevos sectores sociales, especialmente una nueva clase media, más emprendedora, más exigente, más crítica, que abarca la mayor parte de la sociedad chilena. Si analizamos sus valores, veremos que nada tienen que ver con aquellos de la antigua clase media que impulsó a la democracia cristiana del siglo pasado: son mucho más laicos, más tolerantes con la diversidad, sus proyectos de vida están muy invadidos por el consumismo y sus expectativas son lograr un nivel de vida algo mejor que el que actualmente tienen, educar a sus hijos en los establecimientos educativos que mejor puedan hacerlo de acuerdo con sus recursos, vivir en una sociedad segura y disponer de espacio para sus iniciativas macro, mediano o micro empresariales. La dependencia no es una aspiración sentida de estos nuevos chilenos. Finalmente en lo relevante para este análisis, se trata de un grupo social políticamente pragmático: su votación determinó un gran avance de los representantes del descontento con la Concertación y el triunfo de Piñera. Pero, cuidado con las interpretaciones exitistas o derrotistas: esto es solo un cambio de gobierno y sabemos desde ya que, salvo uno o dos vectores todavía no presentes en el desarrollo político chileno, se revertirá antes o después.
Lo que hemos vivido en la primera década del siglo XXI en Chile, es la progresiva erosión del centro político, la aparición de grandes conglomerados pragmáticos de izquierda y derecha, en un proceso que llaman "fuga hacia los extremos", posible porque ha desaparecido la polarización ideológica y los acuerdos programáticos principales pueden lograrse entre derecha e izquierda sin el centro que, hasta la década pasada estaba representado por una poderosa DC y un menguado Partido Radical. Las conductas recientes de nuestros aliados - al parecer más actualizados que nosotros - reponiendo temas valóricos, proponiendo una alianza política con el PC y aislando a la DC en los distintos frentes sociales, representa una expresión contingente de este fenómeno.Hoy pueden hacerlo con tranquilidad no solo porque la DC carece de fuerza para contraponer a esas propuestas, sino porque saben que el futuro no nos favorece tal como van las cosas. Pero hay varios datos que nos hacen ver que este destino no era inevitable y que aún queda mucho espacio político que ocupar en este sistema, espacio que la DC por su vocación de cambio y de representación popular debería hacer suyo, modificando no solo el presente, sino el futuro político chileno.
En primer lugar, el descenso de la DC hasta el año 2007 tenía un piso cercano al 18% de la masa electoral. Ahora, si se suman los votos del PDC y los del PRI, qué son en su mayoría votos salidos de la DC, el 18% se ha mantenido durante toda la década. Es decir, el descenso del partido el 2009, se explica más por la fuga del PRI que por otras consideraciones. Sin este último quiebre, es probable que el porcentaje electoral del partido se hubiera mantenido en un nivel similar al que tuvo entre 2001 y 2008.
En segundo lugar, el soporte social de la DC, principalmente clase media burocrática, campesinos pobres y pobladores urbanos, están en franca disminución. El empleo crece en los sectores modernos y en las áreas urbanas, mientras que se reduce proporcionalmente en los sectores tradicionales y áreas rurales. A la vez, el empleo también crece en las empresas de mayor tamaño y se reduce proporcionalmente en las pequeñas y medianas. Todos estos son indicadores de cambios culturales importantes no solo en la economía sino también en la sociedad. Así, hoy día un 80% de la población es definida o se autodefine como clase media, el proletariado no existe y el campesinado de hoy son temporeros o pequeños propietarios. Uno de los más importantes efectos políticos de este cambio, es la virtual desaparición del Partido Comunista, que durante el período 50 - 70 alcanzó hasta un 20% del electorado gracias al soporte del proletariado urbano y un sector del campesinado, y que hoy apenas alcanza un 3% de la masa electoral.
En tercer lugar, la Iglesia Católica chileno ya no es progresista y la DC no goza de su favor, mientras que observamos una sociedad civil con una cultura mucho más tolerante y abierta, instituciones tradicionales en retirada, mientras surgen nuevas formas de convivencia. La familia es el ejemplo más importante de este cambio. Ante todo esto, a pesar de que ha sido la DC la que ha contribuido decisivamente a crear instituciones adecuadas a estas nuevas realidades, como el divorcio, la limitación de la patria potestad, la igualdad de derechos de los hijos nacidos fuera del matrimonio, etc., en realidad el partido no ha sido ni claro ni firme en sus propuestas e ideas sobre estas nuevas realidades.
En cuarto lugar, si bien la propuesta de reducir la pobreza hecha en los últimos años 80 por la Concertación se ha cumplido importantemente, hoy día más que cómo terminar con la pobreza, el tema es hoy qué hacer para reducir al menos a niveles tolerables la inequidad. Para la mayor parte de nuestros compatriotas la retribución de los esfuerzos sociales y las oportunidades de los chilenos deben mejorar sustancialmente en la práctica habitual y diaria, tanto como en las proyecciones de largo plazo. La sociedad chilena pide respuestas, no ideología ni recuerdos y frente a eso, no solo la DC, sino que ningún partido de la Concertación ha sido capaz de elaborar un discurso coherente, que enlace los logros del pasado con promesas realistas hacia
el futuro. En realidad, la DC particularmente no tiene respuesta alguna para las preguntas que los chilenos hacen sobre cómo resolver las múltiples inequidades de la sociedad chilena. Algunos exigen volver al estatismo: re centralizar la educación, eliminar las isapres, volver al sistema de seguridad social de reparto, etc. Pero ¿quién puede afirmar con certeza que la gente quiere volver a educar a sus hijos en establecimientos estatales, ser beneficiarios forzados de FONASA y los hospitales públicos o no saber qué pasa con sus cotizaciones previsionales? ¿O, peor aún, que no hay otras soluciones más equitativas, más eficientes y más participativas para estos problemas? Es muy probable que existan formas de desarrollar modalidades de subsidio que cambien las condiciones de segregación social, inequidad en la entrega de servicios y eficiencia en la gestión de las organizaciones de seguro y prestadoras, que no han sido exploradas por una convicción ideológica de que solo hay dos polos en el diseño de programas sociales: estatismo o liberalismo, izquierda o derecha.
En quinto lugar, el modelo político que ha permitido la gobernabilidad y el crecimiento está dando muestras de agotamiento, marcado por un también creciente descrédito de instituciones y actores políticos y cada vez menor participación política. Estos efectos son atribuibles al creciente pragmatismos y desideologización de la sociedad, pero en su mayor proporción responden al sistema electoral binominal, que impide la renovación de los actores políticos, genera un empate permanente entre las fuerzas que compiten e incentiva la deserción de las responsabilidades políticas de cada vez mayores sectores de la población. Este es un tema sensible, ya que el punto es lograr un cambio que mantenga un país gobernable, se puedan tomar y ejecutar decisiones y sostenerlas en el tiempo, así como un sistema económico que permita el crecimiento y la distribución.
La pregunta que se desprende de este análisis queda solo medianamente respondida. Nos tenemos que preguntar cómo asumir estas nuevas realidades y ser tan eficaces que logremos retomar el rol de eje del sistema político chileno, re direccionando el proceso de desarrollo hacia una sociedad más democrática, más participativa y más equitativa. Hay mucha tradición de reflexión doctrinaria que nos ayuda, pero sin olvidar que la política es vida práctica de la sociedad y exige no solo declaraciones, sino propuestas concretas que incluso se puedan impulsar aun sin estar en el gobierno.
No es poca la tarea.
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