El gran negocio del fútbol. Juan Claudio Reyes
Desde hace algún tiempo el fútbol dejó de ser solo un juego, para transformarse en un gran negocio, claro, para algunos, para aquellos que no entran a la cancha ni mojan la camiseta. Y que tampoco “ponen las lucas”, solo las retiran. Por otra parte, hay sociedades que, dándose cuenta o no, van renunciando a la posibilidad de mantener espacios donde verdaderamente se viva una cierta democracia.
Eso le ha pasado a la sociedad chilena. Ante el avance de una clase dominante, en función de sus capacidades económicas, la nula expresión de organizaciones potentes y una acción del Estado que renunció a extender la democracia desde el ámbito de las instituciones centrales del estado hacia la ciudadanía organizada, hoy es casi imposible encontrar una actividad social que no esté controlada por los dueños del capital.
Es lo que constatamos hoy con el fútbol y la próxima elección de la directiva de la ANFP.
Paradojalmente, la polémica se ha instalado en el momento en que mejor le ha ido a esta actividad y, entonces, a primera vista, parece incomprensible que quienes están en este negocio quieran cambiar a sus dirigentes.
Pero las cosas no son tan simples.
¿Cuál es el verdadero negocio hoy en el fútbol?
Primero la formación y venta de jugadores. La rentabilidad por la inversión de formar a un jugador que luego pueda ser vendido en varios millones de dólares es exorbitante. Y si en vez de formarlo es “descubierto” en algún club de menor tamaño, cuando ya está maduro, mejor que mejor.
Consecuentemente con esta primera línea de negocio está la necesidad de “poner el producto” en la mejor vitrina posible: esta es la selección nacional la cual, entonces, debe ser controlada.
El segundo gran negocio del fútbol es la transmisión de los partidos por la televisión pagada. Y por lo tanto, hay que controlar el canal que transmite los partidos, obviamente.
La tercera fuente de negocios es el avisaje, en la indumentaria de los jugadores, los letreros en los estadios y los spots en las transmisiones. Nuevamente, hay que asegurarse que ello quede en la misma mano; mejor dicho, en los mismos bolsillos.
Muy marginalmente, el pago por entradas al “espectáculo”. Esto es casi las migajas del negocio.
¿Por qué hay que sacar entonces a la dupla Mayne-Nichols Bielsa? Simplemente por que ellos no están dispuestos a prestarse para el negocio de los capos de la actividad.
No están dispuestos a entregar la vitrina de la selección a los jugadores que quieren colocar los empresarios, a través, por supuesto, de agentes vinculados a ellos, incluso familiarmente. Esto fue usual durante muchos años, con dirigentes y entrenadores venales, que participaban residualmente del mismo negocio.
No están dispuestos, tampoco, a entregar las utilidades del canal del fútbol solo a los equipos de mayor convocatoria, por cierto, controlados por grandes empresarios.
Ni están disponibles para disponer de los espectáculos deportivos para favorecer determinadas marcas; por cierto, las que controlan los mismos empresarios que hoy articulan su salida.
¿Y por qué en esto acompañan a los grandes (los dueños del negocio), algunos clubes denominados “chicos”. Por dos razones: primero, porque allí se está gestando la otra matriz del negocio futuro, que consiste en controlar estos clubes (ya están en eso Rangers y San Felipe) para usarlos de fachada en los negocios que no pueden realizar clubes mayores, por su alta exposición.
Así, con verdaderos carteles, controladores de toda la actividad, estarán aseguradas las rentabilidades esperadas por los nuevos zares.
La segunda razón es mas sociológica. Siempre, al lado de los poderosos pulula una suerte de corifeos, disponibles para toda abyección, con tal de participar, miserablemente, en las migajas del banquete, que en este caso se traduce en algún viaje por aquí o por allá y algún viático tentador.
Como estas cosas no son posibles con la dupla Mayne-Nichols Bielsa, entonces hay que hacerlos al lado.
Y claro, hay otra dupla muy interesada en que esto sea así. La que integra la familia controladora de Colo Colo, el Presidente de la República y su consuegro.
El primero, con el 17% de las acciones y el segundo con el 25, conforman el paquete controlador de ese club.
Situaciones similares ocurren en Católica, la U y otros clubes nacionales,
No importa entonces, ni los conflictos de interés, incluyendo la propiedad del empresario español sobre la Unión, ni la presentación estética de esta maniobra.
La codicia y el afán de avasallar a quien se oponga a la ambición de dominación total, son estímulos mayores al repudio social que ello pueda generar. Total, ya saben, la organización social en Chile es débil y los medios de expresión están en sus manos, desde siempre.
Tampoco importará que un columnista de sus propios entornos (Hermógenes Pérez de Arce) cuestione el embate, con argumentos tan duros como señalar que la posición del Ministro de Educación, accionista de otro club (Wanderers), a la vez sea la autoridad encargada de otorgar la acreditación pendiente, a la universidad del empresario español, candidato para sacar a Mayne Nichols.
Tampoco importará que el presidente deba decidir, desde su alta investidura, inversiones que afecten, por cierto positivamente los intereses del club que controla.
Al fin, ya nada importa, si la sociedad no reacciona a tiempo, no solo será el fútbol, también el tenis, las bochas o el ping pong…mientras sea un buen negocio.
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