martes, agosto 24, 2010

¿Qué se juega en las elecciones de la DC?. Alberto Undurraga.


COMO POCAS VECES en los últimos años, las elecciones en la Democracia Cristina han traído un proceso de debate y sana competencia. Se levantaron cinco listas y quedan tres en carrera. Hemos recorrido el país en esta campaña en un momento especial: somos oposición después de dos décadas de conducir el país. Es tiempo para la reflexión y mirarnos hacia nosotros mismos. En esta elección se juegan varias definiciones políticas, que tienen que ver con tensiones que observamos en nuestro quehacer como político.

La primera es de especial importancia por el momento político que vive la Concertación. Se trata de la fidelidad a nuestra doctrina o ADN, versus la participación tolerante en la alianza política más exitosa de la historia de Chile. Fuimos capaces de procesar nuestras diferencias y dar gobernabilidad a cuatro presidentes, reconociendo el desgaste los últimos períodos. Pero tenemos que hacernos cargo de la derrota en las pasadas elecciones y de la mala evaluación de la Concertación que señalan los estudios de opinión. Hemos perdido norte, liderazgo y capacidad de dar respuestas a las demandas y temas que nacen de una sociedad cada vez más diversa.
Nos acostumbramos a promediar nuestras ideas, en vez de hacer de nuestra identidad como democratacristianos una contribución a la diversidad de la Concertación. La fuerza de la Concertación estuvo en el entendimiento de fuerzas humanistas cristianas y laicas, reconociendo nuestras diferencias. Por la urgencia de las tareas de gobierno, muchas veces buscamos el punto medio de nuestras diferencias, pero no avanzamos en fórmulas que permitieran plantear debates de fondo y tomar opciones en el marco de nuestra alianza. Por cierto, en todo lo anterior están las deficiencias que impone el sistema político a las políticas de alianzas. Basta ver lo que sucede con los procesos electorales, en que el objetivo está puesto en derrotar al compañero de lista y no al adversario del otro conglomerado.
Llegamos a un momento en que el promedio no sirve. La ciudadanía busca definiciones de fondo e identidades claras. Para que este proceso de definiciones sea posible dentro de una alianza política, hay que institucionalizar la relación entre los partidos. Diversidad en el debate, capacidad de llegar a acuerdos y disciplina para respetarlos. En un sistema democrático, los partidos son los conductos de participación política; las alianzas, la fórmula en que es posible construir sueños y proyectos de largo plazo. Requerimos reformas institucionales para fortalecer a los partidos. Recién ahora la derecha, desde el gobierno, entiende la importancia de este desafío.
En lo inmediato, necesitamos aportar liderazgos fuertes que hayan ganado batallas electorales y que permitan dar conducción política a nuestros partidos y reconstruir una alianza alternativa a la derecha. Fuera del gobierno, este esfuerzo es mucho más difícil que en el pasado. De allí la importancia de estos liderazgos con mirada de largo plazo, capacidad y decisión política para hacer los cambios requeridos. La elección de Carolina Tohá en el PPD y de Osvaldo Andrade en el PS son señales que apuntan en tal sentido. La renovación en la DC va en la misma dirección. La Tercera