Punto de inflexión. Myriam Verdugo.
El gobierno no lo está haciendo bien. Más allá de las expresiones exultantes de alegría y de entusiasmo del presidente, Sebastián Piñera, al dar a conocer el último Imacec, lo concreto es que el gobierno que aspira a ser de “excelencia” y “el mejor de la historia de Chile” sólo se mueve en la medianía de la tabla, entre lo correcto y lo “más o menos”.
A favor de tener una performance sólo regular puede culparse al feroz terremoto que asolara a gran parte de nuestro país el 27 de febrero pasado. Si gobernar es toda una prueba, gobernar bien es una exigencia hasta el momento inalcanzable para todos, absolutamente todos los gobiernos y gobernantes de este azul planeta, más en una situación de excepción como la que nos tocó vivir a los chilenos.
Pero la intensidad del terremoto y maremoto no pueden convertirse en la excusa para la mala gestión, los errores y la desidia. Las zonas más afectadas siguen sufriendo las secuelas de ambos fenómenos debido, especialmente, a que no se han hecho bien las cosas. Campamentos formados por mediaguas mal construidas para ahorrar algo de material; anegamientos, frío incalculable, entrega de soluciones habitacionales a gente que no la necesitaba. Todo eso no lo debería hacer un gobierno de excelencia. Pero los hechos muestran que, en situación de emergencia el actual gobierno no lo ha hecho bien.
Pero, en la vereda del frente, la oposición es decir lo que insiste en llamarse Concertación de Partidos por la Democracia (conglomerado que obtuvo un 29% de votación) sigue sin resolver sus propios y grandes problemas.
Se habla de un análisis de la derrota, pero se pospone; se inicia proceso de renovación de las directivas partidarias, pero sólo se vienen a reeditar los vicios y componendas que tienen agotada a las personas; aparecen nuevamente los díscolos, esta vez para favorecer al gobierno de SP; se habla de renovación, pero vemos los mismos discursos y caras. Nada se dice del país del mañana; nada se dice respecto a temas relevantes como educación y salud.
Vemos iniciativas, que no compartimos- en la derecha-, pero ninguna “nuestra” respecto al fortalecimiento de la educación pública, del apoyo y engrandecimiento de la educación superior pública, de la resolución de los problemas de la salud originados - la mayoría- en mala gestión, de la elaboración de verdaderas propuestas de cambios en el país en el ámbito político, de seguridad social, laboral, medio ambiental.
Dirán que no somos gobierno. Efectivamente no somos gobierno, pero ello no obsta el escuchar a la gente y, sobre esa base, elaborar propuestas de participación ciudadana y de cambios reales para el país. En 20 años no se le hizo pagar ningún costo a la derecha por entrampar el término del binominal, por obstaculizar las verdaderas reformas laborales y previsionales, por no permitir la creación de un royalty a la minería (en Chile NO existe el royalty a la minería). Aunque, en realidad muchos de “nuestros” parlamentarios se sumaron felices a este inmovilismo ya que de esa forma aseguraban su permanencia en el sistema, sus reelecciones, su ingreso a los círculos dorados del país.
Y aquí estamos, a cuatro meses de la instalación de un gobierno de derecha, que tiene en comisión de servicios a muchos altos gerentes de sus empresas en el Estado, denunciando la mala gestión en muchos servicios y ministerios (lo que es verdad), elaborando arremetidas para instalar definitivamente al mercado en la educación, en la salud, en la vivienda y, además, construyendo el tinglado para quitar al mundo del trabajo las pocas herramientas que aún mantienen para defender los escuálidos derechos laborales.
¡Des concertación, cuantos errores, horrores y pecados capitales se cometieron en tu nombre! La Concertación comenzó hace ya más de 20 años con un claro ideario y objetivo: recuperar el sistema democrático para el país (claro que lo hicieron sólo después que mujeres, pobladores y sindicalistas dieran la verdadera batalla contra la dictadura a costa de cárcel, exilios, relegaciones y muertes); fueron muchos partidos los que se unieron bajo el símbolo del arcoíris prometiendo alegría.
Alegría hubo, especialmente luego del triunfo del NO. El “vuelito” duró algunos años, los primeros del retorno a la democracia aún cuando no se pudo hacer cambios relevantes en la estructura del país. Los grandes frenos fueron la amenaza militar, y los mismos integrantes de la Concertación que se fueron metiendo en el sistema, negociando con la derecha para que nada cambiara y que, finalmente lograron lo que tanto anhelaban: ser reconocidos por ella, la que incluso les permitió asomar sus narices en sus negocios, pero sólo eso, asomar sus narices ya que jamás ni por pinta, ni por antecedentes familiares, ni por redes, lograron integrarse plenamente a ella. En suma, ni siquiera los invitarán a paletear en Cachagua y menos a compartir un pisco sour en el Chiringuito.
Más eso no fue eterno. La Concertación, transformada ahora en sólo cuatro grandes partidos, se abocó a la guerra de guerrillas interna. PS, contra DC, DC contra PPD, radicales contra el PS y la DC, todos contra todos, y así, en un escenario bélico de nunca acabar se siguió reproduciendo y reeligiendo debido, en gran parte, al votante cautivo, ese que aún enojado votaba por la Concertación ya que jamás daría el pase a la derecha. Pero la gente se agotó, se enojó. Lo decían en los puerta a puerta, en las ferias: “chao Concertación” y, a pesar de que muchos de los actuales parlamentarios y dirigentes de los partidos de Des concertación lo escucharon, siguen actuando como si nada. Igual.
No se habla de revisión de procedimientos (recordar que a un presidente le fueron a enrostrar el enojo con un ataúd en la puerta de La Moneda); no se habla de verdadera renovación, de oír a las personas, de promover una real participación, de dar luchas verdaderas aunque éstas sean “cuesta arriba”. No, nada, se habla de elecciones entre los mismos de siempre; de la Concertación como si esta fuera el 48% que obtuvo Eduardo Frei en enero pasado.
Claramente lo describió un articulista en La Segunda, mientras la Concertación vea en el horizonte la posibilidad de volver a ser gobierno con Michelle Bachelet, los estímulos para realmente corregir son inexistentes. Ello explicaría entonces la orden de SP, dada la semana pasada a parlamentarios de derecha, en cuanto a perseguirla personalmente y a su gobierno.
Esta situación de pasmo de la Des concertación, se evidencia en el amplio rechazo que muestran las encuestas a este conglomerado. ¿Qué se necesita, para que reaccionen? Resulta increíble que, siendo el gobierno de SP sólo mediocre y que regala a lo menos una vez a la semana algún desatino comunicacional, los partidos que -al menos en sus idearios formales- sostienen principios vanguardistas, no sean capaces de mostrarse ante la sociedad como una verdadera alternativa.
Corregir el sistema político, introduciendo cambios de verdad como disminuir los poderes presidenciales; eliminar el binominalismo que alienta la mediocridad, permitir a la ciudadanía participar de forma real, elaborar una constitución política, producto del razonamiento de todos a través de una Asamblea Constituyente, son sólo algunos de los cambios necesarios en el ámbito político. En lo económico corregir el modelo sigue siendo una obligación, no una monserga; legislar para que las pymes realmente tengan oportunidades de existir en un mundo de monstruos económicos que todo lo fagocitan; impedir el gigantismo monstruoso de los grandes conglomerados que condenan a las personas a ser “esclavos” de sus designios en lo laboral y remunerativo. En fin, el listado de los “debes” en áreas como salud, educación, protección del medio ambiente, integración, es tan largo como una boleta de supermercado de persona con trabajo y buen ingreso de fin de mes.
¿Qué hará la Des concertación? ¿Seguirá apostando al carisma de una ex presidenta y, bajo esa premisa, esconderá bajo la alfombra todos sus pecados? Ojalá que no. Se encuentra en un punto de inflexión. Puede resurgir potente, inteligente, o seguir en el marasmo, engañarse con algún que otro resultado eleccionario. Ojalá la cordura, sólo la cordura, para no poner metas más exigentes como la inteligencia y la generosidad primen en esta ocasión.
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