LOS DISCURSOS DEL DISCURSO. Andres Rojo
Es ya una tradición que el discurso presidencial del 21 de mayo sea aplaudido sin reserva por los partidarios y desmenuzado por sus oponentes para encontrar los motivos para criticarlo, y con el cambio de signo en la coalición gobernante ello se ha mantenido del mismo modo en que ocurrió durante los veinte años de la Concertación......Salvo los errores torpes del Presidente Piñera que no van más allá de lo anecdótico -como resucitar un país ya extinguido o poner como modelo a una de las naciones que protagoniza la crisis financiera europea- es necesario reconocer que sus anuncios y promesas perfectamente pudieron haber sido hechas por cualquiera de sus antecesores de la Concertación por la sencilla razón de que era un discurso hecho a la medida del público.
Nadie podría objetar, más allá de las ironías, que se otorgue un bono a los matrimonios que superan los 50 años de permanencia, que se construyan cierta cantidad de liceos o que se faciliten las condiciones de operación de las micro, pequeñas y medianas empresas. Salvo detalles formales, todos los proyectos de ley deberían pasar por el Congreso sin mayores dificultades, al menos por su contenido.
Tampoco es necesario cuestionar por imposibles que se propongan metas de largo aliento. Hace diez años atrás Ricardo Lagos planteaba objetivos para el bicentenario, por ejemplo.
Lo que sí puede resultar preocupante, pero no como signo de la falta de profundidad doctrinaria del actual Gobierno sino como síntoma de la inexistente identidad de toda la clase política, es que se interprete que lo dicho por Piñera pudo haber sido dicho por Frei porque eso vendría a significar que daba lo mismo uno u otro y sería un factor de frustración para la mayoría relativa que eligió al actual Gobierno.
Que la Derecha recoja las banderas de la Izquierda para llegar al poder es una estrategia pragmática, pero aún no se asoman más señales de diferencia entre una y otra que la supuesta mayor eficiencia administrativa del actual Presidente -que es de él y no del Estado porque él está en todo- y eso podría entenderse como una renuncia definitiva de la Derecha a elaborar un pensamiento propio.
Puede cuestionarse sin que se desconozca su validez que haya renunciado a su pensamiento tradicional, que tome lo mejor de sus adversarios y lo haga propio, pero no tener ideas propias es preocupante. Tan preocupante como que la principal crítica de sus adversarios sea denunciar como trampa la estrategia adoptada hace más de un año, al inicio de la campaña electoral.
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Nadie podría objetar, más allá de las ironías, que se otorgue un bono a los matrimonios que superan los 50 años de permanencia, que se construyan cierta cantidad de liceos o que se faciliten las condiciones de operación de las micro, pequeñas y medianas empresas. Salvo detalles formales, todos los proyectos de ley deberían pasar por el Congreso sin mayores dificultades, al menos por su contenido.
Tampoco es necesario cuestionar por imposibles que se propongan metas de largo aliento. Hace diez años atrás Ricardo Lagos planteaba objetivos para el bicentenario, por ejemplo.
Lo que sí puede resultar preocupante, pero no como signo de la falta de profundidad doctrinaria del actual Gobierno sino como síntoma de la inexistente identidad de toda la clase política, es que se interprete que lo dicho por Piñera pudo haber sido dicho por Frei porque eso vendría a significar que daba lo mismo uno u otro y sería un factor de frustración para la mayoría relativa que eligió al actual Gobierno.
Que la Derecha recoja las banderas de la Izquierda para llegar al poder es una estrategia pragmática, pero aún no se asoman más señales de diferencia entre una y otra que la supuesta mayor eficiencia administrativa del actual Presidente -que es de él y no del Estado porque él está en todo- y eso podría entenderse como una renuncia definitiva de la Derecha a elaborar un pensamiento propio.
Puede cuestionarse sin que se desconozca su validez que haya renunciado a su pensamiento tradicional, que tome lo mejor de sus adversarios y lo haga propio, pero no tener ideas propias es preocupante. Tan preocupante como que la principal crítica de sus adversarios sea denunciar como trampa la estrategia adoptada hace más de un año, al inicio de la campaña electoral.
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