miércoles, mayo 19, 2010

VOTO OBLIGATORIO. Juan Pablo Cárdenas.Diciembre 2008. Otro aporte para voto oblig. cespinoza

Probablemente no sirva de nada escribir sobre el tema. Hemos esperado 19 años para que la clase política resuelva legislar sobre el sistema electoral. Con ocasión de cada proceso eleccionario surgen las voces y los escritos de quienes abogan por la inscripción automática en el padrón y la posibilidad de hacer voluntario o mantener la obligatoriedad del voto. Sin embargo, al precipitarse los comicios nada cambia y el número de ciudadanos decrece, así como aumentan las abstenciones, los votos blancos y nulos. Todo se debe a que el derecho a la ciudadanía en nuestro país es voluntario..........Es curioso y paradojal que se nos obligue a ser chilenos y se nos asigne desde que nacemos un número de identificación. Que se nos prohíba tener doble nacionalidad y se le niegue el voto a quienes radican en el extranjero. Es extraño que por ley se nos obligue a embanderar nuestras casas, completar un mínimo de 10 años de estudio y se nos impongan toda suerte de tributos y severas multas si no cumplimos a tiempo con los pagos. Debemos ser uno de los países del mundo con más leyes y restricciones, como la obligatoriedad de desplazarnos siempre con nuestra cédula y manifestarnos en las calles con permiso de la autoridad respectiva. Crece el número de fármacos que sólo pueden ser adquiridos con receta médica y nadie puede abandonar el sistema provisional de las AFP privadas para volver al INP fiscal. Se sabe, asimismo, que los emprendedores tienen que cumplir con todo tipo de papeleos y normas para iniciar actividades. Por lo mismo extraña que nadie nos obligue a ser ciudadanos y que, cuando damos el paso de inscribirnos en el registro electoral, se nos multe si no concurrimos a votar y nos lleven preso sin nos negamos a integrar las mesas de votación que se disponen en los feriados. El servicio militar sigue siendo obligatorio, salvo algunas excepciones, y todavía la Justicia Militar tiene jurisdicción sobre los civiles. Raro, ¿no?
Ante tanta obligatoriedad, lo que me parecería más lógico es que nadie pueda abstenerse de ser ciudadano cuando cumpla la mayoría de edad. Es más, creo que ésta debiera bajarse a los 16 años si a esa edad los jóvenes son declarados imputables por los tribunales de justicia, es decir plenamente concientes y responsables de los delitos o faltas que cometan. Con un registro civil tan eficiente, como el que tenemos, la inscripción en el padrón debiera ser automática y que el carné respectivo llegarnos a nuestras propias casas o establecimientos escolares. Si los bancos y grandes tiendas ofrecen tarjetas de crédito a los adolescentes de forma tan expedita, no vemos porqué el Estado no podría también incorporarlos al sistema ciudadano. Así como los militares se enteran y denuncian a los que no se acantonan.
Después de ello, creo que concurrir a votar o hacerlo por Internet o correo debiera ser obligación. Lo que menos se nos puede exigir es participar en la elección de nuestros representantes. Es lo mínimo: no aleguemos nada si nos negamos a sufragar. Nuestra libertad debe garantizarse por el ofrecimiento varias opciones en la papeleta, como en la posibilidad de votar en contra de todos o dejarla inmaculada. De esta manera es que el voto blanco o nulo debe contarse entre los “validamente emitidos”, no como ahora que se restan de los porcentajes que se atribuyen caprichosamente los partidos en cada recuento.
Lo que sí sería conveniente es que a la gente no la hostiguen al momento de votar. Que el Estado al menos contrate a los integrantes de las mesas, les otorgue un bono digno y les devuelva el feriado. Tal como dispone de millonarios recursos para repartir entre los candidatos a objeto de financiar sus campañas. Que se termine, asimismo, con la segregación sexual de los recintos de votación. De tal manera (y como ocurre en otros países) que en al acto ciudadano hombres y mujeres, padres e hijos puedan concurrir juntos.
Sabemos que las reformas atemorizan a los autocomplacientes que se aferran al poder. Que es real el miedo que se le tiene a la posibilidad de que millones de chilenos concurran a votar. Sobre todo cuando son tantos jóvenes. Pero la libertad, insisto, está en sufragar, no en abstenerse. Así como la soberanía radica en que el pueblo se manifieste y decida; no en el potencial bélico controlado por los militares y que, tantas veces, ha servido para atentar justamente contra las decisiones ciudadanas.
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