Las sombras inquietas en la UDI. Ascanio Cavallo
Culmina una quincena particularmente intensa en recriminaciones mutuas entre el gremialismo y La Moneda. Altos funcionario del gobierno han exigido que la UDI dé muestras de lealtad y altos dirigentes de ese partido han venido emplazando a las autoridades para que respeten la naturaleza de la Alianza.
Un fantasma recorre la UDI. Como todos los espectros, es informe, voluble y movedizo. Pero ahí está: el fantasma de la desafección. No es el de la oposición formal, la que está al frente en el Parlamento debutando en ese papel -la Concertación-, sino algo anterior, prematuro y todavía germinal: baja identificación entre sus propios proyectos y lo que ve en el primer gobierno que ayudó a elegir. Como ya lo vivió la administración Bachelet, el camino entre la desafección y la oposición puede ser peligrosamente corto.
La UDI no quiere eso. Pero ya vivió su primer desgarro con lo que muchos de sus intelectuales consideran una contradicción flagrante: que el primer proyecto legislativo de un gobierno de centroderecha sea un aumento de impuestos. La dirigencia de la UDI se pasó esta semana negociando con el Ministerio de Hacienda los matices de ese proyecto, procurando equilibrarse entre sus posiciones más duras y las más moderadas.
Rara vez en su historia la UDI había atravesado un período de tanta tensión interna como el del inicio del gobierno de Sebastián Piñera. Tampoco había ocurrido que el grupo de sus "barones", los dirigentes históricos que hoy ocupan principalmente el Senado, estuviesen tan atomizados y con un ascendiente tan frágil sobre sus menores. Hoy importa menos hasta dónde pueda llegar el desafío del diputado José Antonio Kast contra el senador Juan Antonio Coloma por la presidencia del partido: lo que importa es que, para mantenerse al mando, Coloma tendrá que introducir aires nuevos en su repostulación......Entre las raíces de esta debilidad estuvo, desde luego, la generación del gabinete, de cuya integración los presidentes de RN y la UDI fueron notificados a última hora. Aunque se entendía que el Presidente dispondría de autonomía para estos cargos, el resultado fue, para la UDI, una representación reducida al mínimo: una militante nueva (Ena von Baer), un militante fundacional pero atípico (Joaquín Lavín) y una sola militante reconocida (María Ignacia Benítez).
Para RN las cosas no fueron muy distintas, sólo que el Presidente pertenece a ese partido y esa condición le impone otro estándar de lealtad. unicamente el senador Andrés Allamand ha hecho notar que la marginación de los partidos implica a) una debilidad política estructural en el gabinete, y b) un desconocimiento peligroso del papel de los partidos en la campaña presidencial.
Una segunda razón de inquietud para la UDI es lo que en su lenguaje se designa como "el ideario", esto es, la forma en que sus principios se traducen en la acción del gobierno. Muchos de sus dirigentes piensan que el discurso del 21 de mayo será crucial: por encima de las urgencias impuestas por el terremoto, esperan que allí se refleje la diferencia entre un gobierno de centroderecha y los que lo precedieron. El temor de que ello no ocurra es inocultable.
Como antecedentes están los datos factuales (nombramientos polémicos, las negociaciones con la Concertación, la triquiñuela de La Nación) y los simbólicos (el ministro Hinzpeter bajo el retrato del Presidente Salvador Allende, la visita del canciller Moreno al Museo de la Solidaridad, la invitación al PC a La Moneda), pero sobre todo una cierta voluntad de tomar distancia de los símbolos tradicionales del sector.
Los dirigentes de la UDI -y, sobre todo, sus militantes más estrictos- cargan con el mal sabor de que La Moneda no haya tomado nota de la esencial anomalía en que vive: el partido mayoritario no es el del Presidente, sino su aliado; y esa posición se materializa tanto en la principal cámara política -la de Diputados- como en el nivel territorial de los alcaldes y gobernadores. El agudo deterioro de la popularidad del gobierno en las regiones Séptima y Octava (posterremoto) no es algo que pueda dejar indiferente a un partido que es fuerte en esas zonas, pero que casi no puede responder por lo que hace o deja de hacer el Ejecutivo.
Por último, la UDI no se siente cómoda con el estilo del Presidente, empezando por su indiferencia hacia los conflictos de interés, que obligaron al senador Coloma a insistir en la venta de Lan y ahora de Chilevisión, y concluyendo por la cadena de decisiones personalizadas que ha dificultado la instalación del gobierno central y convertido en una pesadilla la instalación en las regiones.
¿Exageraciones? No. En estos días culmina una quincena particularmente intensa en recriminaciones mutuas. Altos funcionarios del gobierno han gastado horas exigiendo, a veces con bravura, que la UDI dé muestras de lealtad al gobierno que quiere representarla; y altos dirigentes de ese partido han venido emplazando a las autoridades para que respeten la naturaleza de la Coalición por el Cambio.
En el trasfondo se encuentra el proyecto del Presidente Piñera, no declarado ni reconocido, pero ya ostensible, de producir una extensa refundación de la derecha, que la aleje definitivamente de sus vertientes tradicionales: la aristocracia, los Chicago boys, los católicos ultramontanos, las familias "fundadoras" y los antiguos "poderes fácticos". La principal víctima de esa refundación tendría que ser, no única pero principalmente, la UDI, que en los pasados 20 años ha sido el refugio de muchos de estos sectores.
Así, el fantasma de la desafección no es sólo un mal sueño. En el mercado abierto que hoy son las proyecciones para el 2014, la necesidad de cuidar al gobierno es igual de grande que la tentación de convertir la "distancia crítica" en algo mayor que un signo de identidad. Igual de grande o igual de pequeña [+/-] Seguir Leyendo...
Un fantasma recorre la UDI. Como todos los espectros, es informe, voluble y movedizo. Pero ahí está: el fantasma de la desafección. No es el de la oposición formal, la que está al frente en el Parlamento debutando en ese papel -la Concertación-, sino algo anterior, prematuro y todavía germinal: baja identificación entre sus propios proyectos y lo que ve en el primer gobierno que ayudó a elegir. Como ya lo vivió la administración Bachelet, el camino entre la desafección y la oposición puede ser peligrosamente corto.
La UDI no quiere eso. Pero ya vivió su primer desgarro con lo que muchos de sus intelectuales consideran una contradicción flagrante: que el primer proyecto legislativo de un gobierno de centroderecha sea un aumento de impuestos. La dirigencia de la UDI se pasó esta semana negociando con el Ministerio de Hacienda los matices de ese proyecto, procurando equilibrarse entre sus posiciones más duras y las más moderadas.
Rara vez en su historia la UDI había atravesado un período de tanta tensión interna como el del inicio del gobierno de Sebastián Piñera. Tampoco había ocurrido que el grupo de sus "barones", los dirigentes históricos que hoy ocupan principalmente el Senado, estuviesen tan atomizados y con un ascendiente tan frágil sobre sus menores. Hoy importa menos hasta dónde pueda llegar el desafío del diputado José Antonio Kast contra el senador Juan Antonio Coloma por la presidencia del partido: lo que importa es que, para mantenerse al mando, Coloma tendrá que introducir aires nuevos en su repostulación......Entre las raíces de esta debilidad estuvo, desde luego, la generación del gabinete, de cuya integración los presidentes de RN y la UDI fueron notificados a última hora. Aunque se entendía que el Presidente dispondría de autonomía para estos cargos, el resultado fue, para la UDI, una representación reducida al mínimo: una militante nueva (Ena von Baer), un militante fundacional pero atípico (Joaquín Lavín) y una sola militante reconocida (María Ignacia Benítez).
Para RN las cosas no fueron muy distintas, sólo que el Presidente pertenece a ese partido y esa condición le impone otro estándar de lealtad. unicamente el senador Andrés Allamand ha hecho notar que la marginación de los partidos implica a) una debilidad política estructural en el gabinete, y b) un desconocimiento peligroso del papel de los partidos en la campaña presidencial.
Una segunda razón de inquietud para la UDI es lo que en su lenguaje se designa como "el ideario", esto es, la forma en que sus principios se traducen en la acción del gobierno. Muchos de sus dirigentes piensan que el discurso del 21 de mayo será crucial: por encima de las urgencias impuestas por el terremoto, esperan que allí se refleje la diferencia entre un gobierno de centroderecha y los que lo precedieron. El temor de que ello no ocurra es inocultable.
Como antecedentes están los datos factuales (nombramientos polémicos, las negociaciones con la Concertación, la triquiñuela de La Nación) y los simbólicos (el ministro Hinzpeter bajo el retrato del Presidente Salvador Allende, la visita del canciller Moreno al Museo de la Solidaridad, la invitación al PC a La Moneda), pero sobre todo una cierta voluntad de tomar distancia de los símbolos tradicionales del sector.
Los dirigentes de la UDI -y, sobre todo, sus militantes más estrictos- cargan con el mal sabor de que La Moneda no haya tomado nota de la esencial anomalía en que vive: el partido mayoritario no es el del Presidente, sino su aliado; y esa posición se materializa tanto en la principal cámara política -la de Diputados- como en el nivel territorial de los alcaldes y gobernadores. El agudo deterioro de la popularidad del gobierno en las regiones Séptima y Octava (posterremoto) no es algo que pueda dejar indiferente a un partido que es fuerte en esas zonas, pero que casi no puede responder por lo que hace o deja de hacer el Ejecutivo.
Por último, la UDI no se siente cómoda con el estilo del Presidente, empezando por su indiferencia hacia los conflictos de interés, que obligaron al senador Coloma a insistir en la venta de Lan y ahora de Chilevisión, y concluyendo por la cadena de decisiones personalizadas que ha dificultado la instalación del gobierno central y convertido en una pesadilla la instalación en las regiones.
¿Exageraciones? No. En estos días culmina una quincena particularmente intensa en recriminaciones mutuas. Altos funcionarios del gobierno han gastado horas exigiendo, a veces con bravura, que la UDI dé muestras de lealtad al gobierno que quiere representarla; y altos dirigentes de ese partido han venido emplazando a las autoridades para que respeten la naturaleza de la Coalición por el Cambio.
En el trasfondo se encuentra el proyecto del Presidente Piñera, no declarado ni reconocido, pero ya ostensible, de producir una extensa refundación de la derecha, que la aleje definitivamente de sus vertientes tradicionales: la aristocracia, los Chicago boys, los católicos ultramontanos, las familias "fundadoras" y los antiguos "poderes fácticos". La principal víctima de esa refundación tendría que ser, no única pero principalmente, la UDI, que en los pasados 20 años ha sido el refugio de muchos de estos sectores.
Así, el fantasma de la desafección no es sólo un mal sueño. En el mercado abierto que hoy son las proyecciones para el 2014, la necesidad de cuidar al gobierno es igual de grande que la tentación de convertir la "distancia crítica" en algo mayor que un signo de identidad. Igual de grande o igual de pequeña [+/-] Seguir Leyendo...
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