La regresión del presidente de la república. Rafael Gumucio R.
En su pasado fue Felipe de Orleáns y Napoleón III, conjugados en la misma persona
En el programa Tolerancia Cero, el panelista Fernando Villegas hizo un gran descubrimiento al asimilar el gobierno de Sebastián Piñera con el bonapartismo, término muy empleado por Carlos Marx en su obra Dieciocho Brumario. Por cierto, en muchos aspectos, a poco andar de su gobierno se nota un personalismo excesivo, no muy diferente al de Luís Napoleón; nuestro presidente tiene la misma habilidad del segundo emperador de Francia para rodearse de ministros que sólo son alter ego, como decía Marco Enríquez-Ominami. Napoleón III fue elegido presidente en base al sufragio universal, muy limitado en esa época, y al apoyo de los campesinos; la única diferencia con el presidencialismo chileno era la duración del período – diez años en Francia y cuatro años en Chile -, luego, en Francia la presidencia se convirtió en imperio, cosa que, afortunadamente, no ha ocurrido en Chile, pero que podría ser posible en alguna de las repúblicas de América Latina y no estaríamos lejos del presidente vitalicio, que planteaba Bolívar para la Constitución del país que lleva su nombre.....El bonapartismo se caracteriza por un personalismo que embota los conflictos de clase e iguala la izquierda a la derecha oscilando el presidente o el emperador en una o en otra posición. El sueño de Sebastián Piñera sería el que el Parlamento le fuera completamente servil y que los desprestigiados partidos políticos funcionaran a su amaño. Algo similar hizo Napoleón III: dominó el Senado, el Consejo de Estado y la Asamblea Nacional, utilizando a su gusto el arma letal del plebiscito; por ejemplo, para ser nominado emperador, triunfó el SÍ por siete millones de votos contra, aproximadamente, seis votos por la opción No.
Sebastián Piñera no tiene la fortuna del marido de Eugenia de Montijo, pues carece mayoría en ambas Cámaras y, por culpa de la propia derecha, ha sido imposible instaurar el plebiscito en la Constitución chilena. Podría gobernar por decretos, como lo han hecho, en algunos momentos de la historia de Chile presidentes con minoría parlamentaria, pero una gestión tan gris sería muy lesiva para su enorme e imperial ego.
Pero también el presidente de Chile tiene muchos rasgos de Luís Felipe de Orleáns, el famoso Felipe “Igualdad”, el rey burgués. Piñera tiene para la derecha algunos tintes de usurpador que, para ella será siempre un democratacristiano y, actualmente, para más remate, propone impuestos para las empresas que, aun cuando sean muy pequeños y provisorios, equivalen a una herejía para la “iglesia” de la UDI, asesorado por los Legionarios de Cristo y por los Opus Dei. Felipe de Orleáns fue nombrado rey de Francia representando la rama bastarda frente a los borbones.
El reinado de Felipe Igualdad (1830-1848) afirma el dominio de la burguesía financiera, que tanto admirara Saint Simon: Sebastián Piñera, por su parte, sólo puede entenderse con los grandes empresarios – son sus verdaderos amigos – y, en el fondo del su corazón, le repugnan los reaccionarios pechoños, votados a populáricos, de la UDI, cuyo líder principal lo encarna el Cristo de Palo – del Vallle del Elqui, Pablo Longueira, quien quiere convertirse en una especie de Saulo de un nuevo partido político, cuyo precedente sería la Falange española.
Considerando estas regresiones, pienso que no sería nada extraño que, al poco andar, la UDI se retire del gobierno y sea reemplazada por los democratacristianos, una repetición de la parábola del Hijo Pródigo.
Rafael Luís Gumucio Rivas
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En el programa Tolerancia Cero, el panelista Fernando Villegas hizo un gran descubrimiento al asimilar el gobierno de Sebastián Piñera con el bonapartismo, término muy empleado por Carlos Marx en su obra Dieciocho Brumario. Por cierto, en muchos aspectos, a poco andar de su gobierno se nota un personalismo excesivo, no muy diferente al de Luís Napoleón; nuestro presidente tiene la misma habilidad del segundo emperador de Francia para rodearse de ministros que sólo son alter ego, como decía Marco Enríquez-Ominami. Napoleón III fue elegido presidente en base al sufragio universal, muy limitado en esa época, y al apoyo de los campesinos; la única diferencia con el presidencialismo chileno era la duración del período – diez años en Francia y cuatro años en Chile -, luego, en Francia la presidencia se convirtió en imperio, cosa que, afortunadamente, no ha ocurrido en Chile, pero que podría ser posible en alguna de las repúblicas de América Latina y no estaríamos lejos del presidente vitalicio, que planteaba Bolívar para la Constitución del país que lleva su nombre.....El bonapartismo se caracteriza por un personalismo que embota los conflictos de clase e iguala la izquierda a la derecha oscilando el presidente o el emperador en una o en otra posición. El sueño de Sebastián Piñera sería el que el Parlamento le fuera completamente servil y que los desprestigiados partidos políticos funcionaran a su amaño. Algo similar hizo Napoleón III: dominó el Senado, el Consejo de Estado y la Asamblea Nacional, utilizando a su gusto el arma letal del plebiscito; por ejemplo, para ser nominado emperador, triunfó el SÍ por siete millones de votos contra, aproximadamente, seis votos por la opción No.
Sebastián Piñera no tiene la fortuna del marido de Eugenia de Montijo, pues carece mayoría en ambas Cámaras y, por culpa de la propia derecha, ha sido imposible instaurar el plebiscito en la Constitución chilena. Podría gobernar por decretos, como lo han hecho, en algunos momentos de la historia de Chile presidentes con minoría parlamentaria, pero una gestión tan gris sería muy lesiva para su enorme e imperial ego.
Pero también el presidente de Chile tiene muchos rasgos de Luís Felipe de Orleáns, el famoso Felipe “Igualdad”, el rey burgués. Piñera tiene para la derecha algunos tintes de usurpador que, para ella será siempre un democratacristiano y, actualmente, para más remate, propone impuestos para las empresas que, aun cuando sean muy pequeños y provisorios, equivalen a una herejía para la “iglesia” de la UDI, asesorado por los Legionarios de Cristo y por los Opus Dei. Felipe de Orleáns fue nombrado rey de Francia representando la rama bastarda frente a los borbones.
El reinado de Felipe Igualdad (1830-1848) afirma el dominio de la burguesía financiera, que tanto admirara Saint Simon: Sebastián Piñera, por su parte, sólo puede entenderse con los grandes empresarios – son sus verdaderos amigos – y, en el fondo del su corazón, le repugnan los reaccionarios pechoños, votados a populáricos, de la UDI, cuyo líder principal lo encarna el Cristo de Palo – del Vallle del Elqui, Pablo Longueira, quien quiere convertirse en una especie de Saulo de un nuevo partido político, cuyo precedente sería la Falange española.
Considerando estas regresiones, pienso que no sería nada extraño que, al poco andar, la UDI se retire del gobierno y sea reemplazada por los democratacristianos, una repetición de la parábola del Hijo Pródigo.
Rafael Luís Gumucio Rivas
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