lunes, abril 05, 2010

Piñera y la trampa de la popularidad . Ricardo Solari

En el pasado los presidentes de Chile buscaban pasar a la historia. Querían ser identificados como constructores de la nación. Hoy, además, pretenden la popularidad de su mandato. Pareciera que el éxito de una gestión gubernamental depende del puntaje que recoge en las encuestas.
En contraste, otros creen que la importancia de un gobierno estará siempre determinada por su evaluación en el largo plazo.
¿Es el comentario de las masas, la opinión pública, o la percepción de las élites lo que determina el valor de un gobierno? ....¿Cuál es el tiempo adecuado para aventurar una reflexión, un juicio histórico, sobre un período presidencial? El notable Chou En-lai, ideólogo de la construcción de la China moderna, expresó la complejidad del problema cuando, consultado sobre la importancia de la Revolución Francesa, al cumplirse sus doscientos años, respondió: “Aún es demasiado pronto para emitir un juicio definitivo respecto de dicho asunto”.
Sin embargo, y en contraste, las encuestas son mensuales, bimensuales, trimestrales.

El juicio contingente siempre está a la mano.
En el gobierno de Bachelet, el crecimiento de su adhesión popular dio soporte a la Presidenta para sobrevivir la crisis de la Concertación. Este apoyo jugaba de alguna manera un papel que sustituía parcialmente a ese oficialismo, díscolos mediante, que regateaba o derechamente negaba el respaldo. Aunque pueda ser duro, el «cariño de la gente» impidió el descalabro y permitió el buen fin de la administración bacheletista. El atajo del afecto ciudadano la blindó de los habituales remilgos de las élites y los cuestionamientos desde las alturas.

Se constituyo así un nuevo mito. El de la gestión por resultados de popularidad.
Y la Presidenta lo consiguió sin populismos ni ofertones, cuestión además premiada por la población. Por eso es tan extraño que algunos de sus colaboradores radiquen ex post, sin ningún fundamento, la responsabilidad de la derrota electoral de la Concertación en cierta timidez en el gasto fiscal.
Pero Piñera no es Bachelet. Que las encuestas, cada treinta días, comparen la adhesión del actual Presidente respecto de la de su antecesora puede inducir al actual conductor del Ejecutivo a un error: buscar aquellos 84 puntos de aprobación con que la Presidenta dejó su mandato. Esto puede transformarse para el Presidente en una obsesión fatal.
No sólo porque carece del carisma de la doctora Bachelet, abundante en cercanía y austeridad, sino porque la actual situación en que se encuentra el país, post crisis mundial y terremoto, exige una conducción concentrada en otros propósitos.
Lo importante es que la trayectoria de las políticas públicas esté a favor de los ciudadanos y no de la popularidad presidencial. Aunque no rinda rating, se requiere trabajar para el largo plazo.
Piñera puso en marcha el martes de esta semana el proyecto Mapocho Urbano Limpio. El discurso presidencial olvidó mencionar que esta valiosa e importante obra es parte de un plan que se inició el año 2000.

Los proyectos significativos demoran tiempo, no traen réditos inmediatos, tienen costos, no son siempre glamorosos, pero a partir de ellos los países progresan.
Los clásicos recursos comunicacionales, funcionarios en mangas de camisas y parkas de colores, el sobreexpuesto trabajo en terreno, poco tienen que ver con movilizar la organización estatal efectivamente eficiente que el país necesita.
Hay que ver cómo sobrevive la administración pública a esta lógica de superposición de comités, estructuras e instituciones que operan delante de las cámaras. Es muy temprano para evaluar, pero lo que es claro es que lo que fue bueno, e incluso necesario para Bachelet, no necesariamente será bueno para Piñera. Y lo que no sabemos aún es cuánto del largo plazo sacrificará el Presidente para competir por la sintonía.
[+/-] Seguir Leyendo...