martes, abril 20, 2010

El post-bacheletismo. Ascanio Cavallo

Un nuevo debate ha sustituido el de los "autocomplacientes versus autoflagelantes" en la Concertación: qué tipo de liderazgo se necesita para volver a La Moneda. Los primeros indicios surgieron en el llamado "cónclave".
Un nuevo debate comienza a instalarse en la Concertación. Ya no es el de los "autoflagelantes" versus los "autocomplacientes", que se convierte en un despropósito cuando se está en la oposición. Es sobre el tipo de liderazgo que se necesita para recuperar La Moneda en cuatro años más. El liderazgo "post-Bachelet".
La ex Presidenta tiene una opinión muy fuerte en esto, reivindicando el estilo inclusivo, afectivo y solidario que ella representó, en contraste con los modelos más racionales, estrictos y fuertes encarnados por Ricardo Lagos o Eduardo Frei.
Es curioso que las dos décadas de la Concertación se hayan repartido entre mandatarios de ambos estilos: Aylwin inició el ciclo con la reparación y la integración nacional, y Bachelet lo cerró con la inclusión social.
Entre ambos hubo presidentes realizadores y, cada uno a su manera, grandilocuentes.......Sin embargo, el estilo que promueve Bachelet tiene tres problemas centrales: primero, convirtió a la política en una "encuestocracia", con el gobierno y los partidos pendientes -desde el primero hasta el último día- de cómo se movía la popularidad del gobierno; luego, no pudo evitar la derrota electoral, y por último, esa derrota fue inferida por una figura que está en las antípodas de su estilo. A menos que el gobierno de Sebastián Piñera sea un desastre, la idea que Bachelet tuvo del poder podría reducirse a un fenómeno personal e irrepetible.
La posición de la ex presidenta no significa inevitablemente que esté promoviendo su regreso en el 2014. La experiencia de Frei, que confirmó que Chile no es proclive a las reelecciones, y el recuerdo de su rechazo inicial a los que buscan "repetirse el plato", hacen esa aventura más peligrosa que rentable. Sus observaciones nacen, más bien, de una visión sobre la sociedad y sobre la naturaleza del gobierno.
El debate sobre el liderazgo puede ser un poco voluntarista, pero no es baladí, porque desde la interpretación de lo que conviene y se necesita empiezan a jugarse las apuestas.
Los primeros indicios surgieron en el llamado "cónclave" de la centroizquierda. De forma un poco ilusa, se anticipó que allí se ensayaría un análisis autocrítico del fracaso presidencial. ¿Cómo podría haberlo, si una de las figuras prominentes del encuentro era el candidato derrotado? Había también una razón más de fondo: la cúpula ya decidió que el gran culpable de la derrota fue… Enríquez-Ominami.
Puede ser una conclusión simplista, pero colma el sentido común de una dirigencia muy golpeada. La consecuencia inmediata es la voluntad de cobrar cuentas a los que coquetearon con el ex diputado. Uno de ellos, el senador Guido Girardi, es ahora el centro de las turbulencias que vive el PPD.
Es un secreto a voces que el ex Presidente Ricardo Lagos encabeza la operación para quitar a Girardi el control del PPD, tanto por el disgusto con su estilo como por la desconfianza de que los coqueteos que tuvo con Enríquez-Ominami deriven en noviazgo en los próximos años. El "laguismo" teme que el sector de Girardi reinterprete la idea del "polo progresista" por fuera de la Concertación.
La expresión pública de todo esto, y también del debate sobre el liderazgo, fue el incidente de las renuncias a las candidaturas internas en sus partidos del matrimonio de la ex ministra PPD Carolina Tohá y el senador PS Fulvio Rossi.
En el PS no hay cacería de "meístas", como en el PPD, sino una polémica programática, entre los que apuntan a una renovación principalmente generacional y los que sostienen que la prioridad del período es reforzar la identidad socialista como la del "partido de los trabajadores".
La candidatura de Rossi se metió en esa grieta justo cuando los ex presidentes Lagos y Bachelet estaban buscando potenciar a una de las pocas figuras que tienen en común: Carolina Tohá. Para una oposición que se pasa denunciando los conflictos de interés en el nuevo gobierno, era impresentable que un matrimonio aspirase a controlar los dos partidos. Rossi no entendió eso y fue pulverizado por la renuncia de Tohá.
Pero ambas postulaciones compartían el impulso que circula por toda la Concertación: el recambio generacional.
Es un debate que recién comienza. Las dificultades de estos primeros pasos son un indicio de que se tratará de un proceso largo y tormentoso. Al frente siempre están, como una sombra amenazante, los 20 años que le costó a la derecha reponerse de su abrupta salida de La Moneda.
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