Una crisis que puso en duda el modelo chileno. Daniel Muchnik. Perfil. Argentino.
Reconstruir Chile, si es que sortea futuros tomentos sísmicos, demandará entre tres y cinco años. Quiere decir que el presidente elegido, Sebastián Piñera, tendrá que dar prioridad absoluta a volver a poner en pie todo lo destruido: caminos, comunicaciones, transporte, cadena de alimentos, viviendas. Y deberá recrear en las ciudades desvastadas la seguridad que sólo puede brindar el Estado. Los saqueos han mostrado el lado oscuro de la naturaleza humana pero también el desamparo en el que están sumidos víctimas y victimarios......Más allá de asegurar o no si existe un “modelo chileno” lo cierto y valedero es que los partidos políticos, más allá de las divergencias (una prueba fue el apartamiento de los socialistas de la coalición gobernante en la primera vuelta de la elección presidencial) exhiben un diálogo civilizado y buen entendimiento a la hora de necesitarlo.
Tras la dictadura de Pinochet, los políticos se abrazaron a la democracia como paradigma de gestión, consolidaron su política exterior, aprovecharon su ubicación geográfica y se vincularon con toda el área económica del Pacífico, de la que sacaron mucho provecho. Actuaron con realismo, sin crispaciones, sin dogmatismo y sin herir a los adversarios. Envidiable, por supuesto. Y procuraron salidas para paliar la desigualdad social, aunque no fueron suficientes. Ricardo Lagos, en su momento, y ahora Michelle Bachelet se han ido del poder con unos envidiables márgenes de popularidad.
La economía chilena es por tradición extractiva y se asienta, esencialmente, en seis productos, orientada al mercado externo, todo ello con un signo de liberalización. De allí que haya firmado Tratados de Libre Comercio con distintos países y regiones. El cobre (en manos oficiales), la minería en general, la celulosa y madera, los productos alimenticios, la pesca y los vinos suman su estructura productiva, a la que le viene faltando un decidido empuje industrialista.
Fue el alto precio del cobre en los mercados un factor que fortaleció el crecimiento en los últimos años. Las inversiones en el exterior, surgidas a partir del ahorro interno, son relevantes. Las condiciones de vida en el país han mejorado. La esperanza de vida es de 75 años para los hombres y de 81 para las mujeres con una tasa de mortalidad infantil en el nivel de los países ya desarrollados. El Producto Bruto Interno por habitante es de casi 9 mil dólares, la mitad de otras naciones del Pacífico. La falla ya denunciada es una histórica injusticia en la distribución de los ingresos. Y la discriminación de género: las remuneraciones a las mujeres son menores que las de los hombres.
Ya no, pero se pudo hablar de un “modelo chileno” hace 25 años. Cuando la Argentina era castigada por la hiperinflación, el endeudamiento externo y el desborde de las cuentas públicas, en Chile se preocuparon por domar esos problemas. De hecho, zafaron. Pero el país vecino no priorizó una transformación profunda y decidida de la vida económica. Los terremotos no modificarán, empero, la opción política por el pragmatismo.
Nota publicada en el diario Perfil del sábado 6 de febrero de 2010.
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Tras la dictadura de Pinochet, los políticos se abrazaron a la democracia como paradigma de gestión, consolidaron su política exterior, aprovecharon su ubicación geográfica y se vincularon con toda el área económica del Pacífico, de la que sacaron mucho provecho. Actuaron con realismo, sin crispaciones, sin dogmatismo y sin herir a los adversarios. Envidiable, por supuesto. Y procuraron salidas para paliar la desigualdad social, aunque no fueron suficientes. Ricardo Lagos, en su momento, y ahora Michelle Bachelet se han ido del poder con unos envidiables márgenes de popularidad.
La economía chilena es por tradición extractiva y se asienta, esencialmente, en seis productos, orientada al mercado externo, todo ello con un signo de liberalización. De allí que haya firmado Tratados de Libre Comercio con distintos países y regiones. El cobre (en manos oficiales), la minería en general, la celulosa y madera, los productos alimenticios, la pesca y los vinos suman su estructura productiva, a la que le viene faltando un decidido empuje industrialista.
Fue el alto precio del cobre en los mercados un factor que fortaleció el crecimiento en los últimos años. Las inversiones en el exterior, surgidas a partir del ahorro interno, son relevantes. Las condiciones de vida en el país han mejorado. La esperanza de vida es de 75 años para los hombres y de 81 para las mujeres con una tasa de mortalidad infantil en el nivel de los países ya desarrollados. El Producto Bruto Interno por habitante es de casi 9 mil dólares, la mitad de otras naciones del Pacífico. La falla ya denunciada es una histórica injusticia en la distribución de los ingresos. Y la discriminación de género: las remuneraciones a las mujeres son menores que las de los hombres.
Ya no, pero se pudo hablar de un “modelo chileno” hace 25 años. Cuando la Argentina era castigada por la hiperinflación, el endeudamiento externo y el desborde de las cuentas públicas, en Chile se preocuparon por domar esos problemas. De hecho, zafaron. Pero el país vecino no priorizó una transformación profunda y decidida de la vida económica. Los terremotos no modificarán, empero, la opción política por el pragmatismo.
Nota publicada en el diario Perfil del sábado 6 de febrero de 2010.
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