Solidaridad como vocación de vida . Claudio Orrego
Pocas veces me he sentido más orgulloso de ser un servidor público que en estos días post-terremoto. Pasada la primera avalancha de imágenes tristes (muerte y destrucción) y vergonzosas (saqueos, abusos y descoordinaciones), empieza a surgir lo invisible a los ojos. Miles de testimonios de heroínas y héroes anónimos que lo han dado todo por otros, incluso la vida. Han sido niños, jóvenes y adultos, civiles y militares, pobres y ricos. No ha faltado nadie. En esta ebullición de fuerza positiva de solidaridad, los funcionarios públicos han tenido un rol destacado.....No había pasado ni una hora del terremoto, y ya había funcionarios que acudían a sus labores de emergencia. Dejando a sus familias, sin saber de seres queridos e incluso lamentando la pérdida de sus bienes materiales, miles de servidores públicos (civiles y militares) se abocaron a trabajar en las labores de ayuda. Algunos no han parado hasta el día de hoy, sin tiempo para descansar y ni siquiera llorar sus propias pérdidas.
Lo vivido personalmente estos días me motiva a hacer este homenaje, que es a la vez un llamado a miles de jóvenes para que hagan de la solidaridad una vocación de vida, dejando atrás el prejuicio contra la política y el Estado.
A días del terremoto, muchas municipalidades acogimos el llamado de nuestra asociación para apadrinar a las comunas más afectadas. En nuestro caso, además de la increíble respuesta solidaria de nuestros vecinos (62 toneladas de ayuda y cientos de voluntarios), los funcionarios se ofrecieron voluntariamente para ir a trabajar en la comuna escogida por nosotros (Pelluhue). Si bien sólo 45 funcionarios pudimos ir, fueron más de 100 los que querían hacerlo. Se trabajó sin descanso, a pesar de un largo viaje de toda la noche. Se trabajó codo a codo, sin importar si se era profesional (arquitectos, psicólogos, trabajadores sociales) o personal operativo. Fuera de descargar y ordenar la ayuda, levantar escombros a punta de pala y carretilla, o diseñar una nueva población, todo se hizo con excelencia, con un profundo sentido de servicio y como un equipo de iguales.
Allá nos esperaba una situación de destrucción apabullante. Muertos, casas y caminos arrasados, destrucción del consultorio y las oficinas municipales, gente digna a ratos aplastada por el miedo y el dolor. Sin embargo, el equipo de funcionarios públicos que estaba trabajando desde el día del terremoto estaba de pie y con una entrega admirable. Pese a que muchos habían tenido grandes pérdidas personales, ayudaban a sus vecinos con lo que podían. Una concejala (Raquel Canales) nos acompañó durante toda nuestra estadía, a pesar de que vivía en una carpa, pues el tsunami había arrasado con su casa. Personalmente vi con emoción cómo consolaba a otros que habían sufrido mucho menos que ella.
Cuando cantamos la canción nacional en medio de la destruida municipalidad, al finalizar el trabajo, no pude dejar de sentirme privilegiado por compartir este amor por el servicio público con gente como ellos.
Qué injustas suenan las críticas a estos equipos, razonablemente superados por las circunstancias, cuando uno puede comprobar en terreno la precariedad con que deben enfrentar esta gigantesca crisis. Por el contrario, qué admirable es el trabajo que miles de funcionarios públicos están haciendo por poner a sus comunidades nuevamente en pie.
Las primeras semanas veremos miles de voluntarios y gestos auténticos de solidaridad. Sin embargo, la reconstrucción será tarea de meses y años. Cuando las imágenes del dolor desaparezcan de la TV y la gente vuelva a su vida cotidiana, serán los funcionarios públicos los que tendrán la responsabilidad de guiar a sus comunidades en la reconstrucción tanto física como económica y social de su entorno. A todos ellos mi homenaje. Ojalá que algunos de los miles de jóvenes que hoy se entregan admirablemente a la solidaridad, vean en el servicio público un camino para ser solidarios toda la vida.La Segunda. [+/-] Seguir Leyendo...
Lo vivido personalmente estos días me motiva a hacer este homenaje, que es a la vez un llamado a miles de jóvenes para que hagan de la solidaridad una vocación de vida, dejando atrás el prejuicio contra la política y el Estado.
A días del terremoto, muchas municipalidades acogimos el llamado de nuestra asociación para apadrinar a las comunas más afectadas. En nuestro caso, además de la increíble respuesta solidaria de nuestros vecinos (62 toneladas de ayuda y cientos de voluntarios), los funcionarios se ofrecieron voluntariamente para ir a trabajar en la comuna escogida por nosotros (Pelluhue). Si bien sólo 45 funcionarios pudimos ir, fueron más de 100 los que querían hacerlo. Se trabajó sin descanso, a pesar de un largo viaje de toda la noche. Se trabajó codo a codo, sin importar si se era profesional (arquitectos, psicólogos, trabajadores sociales) o personal operativo. Fuera de descargar y ordenar la ayuda, levantar escombros a punta de pala y carretilla, o diseñar una nueva población, todo se hizo con excelencia, con un profundo sentido de servicio y como un equipo de iguales.
Allá nos esperaba una situación de destrucción apabullante. Muertos, casas y caminos arrasados, destrucción del consultorio y las oficinas municipales, gente digna a ratos aplastada por el miedo y el dolor. Sin embargo, el equipo de funcionarios públicos que estaba trabajando desde el día del terremoto estaba de pie y con una entrega admirable. Pese a que muchos habían tenido grandes pérdidas personales, ayudaban a sus vecinos con lo que podían. Una concejala (Raquel Canales) nos acompañó durante toda nuestra estadía, a pesar de que vivía en una carpa, pues el tsunami había arrasado con su casa. Personalmente vi con emoción cómo consolaba a otros que habían sufrido mucho menos que ella.
Cuando cantamos la canción nacional en medio de la destruida municipalidad, al finalizar el trabajo, no pude dejar de sentirme privilegiado por compartir este amor por el servicio público con gente como ellos.
Qué injustas suenan las críticas a estos equipos, razonablemente superados por las circunstancias, cuando uno puede comprobar en terreno la precariedad con que deben enfrentar esta gigantesca crisis. Por el contrario, qué admirable es el trabajo que miles de funcionarios públicos están haciendo por poner a sus comunidades nuevamente en pie.
Las primeras semanas veremos miles de voluntarios y gestos auténticos de solidaridad. Sin embargo, la reconstrucción será tarea de meses y años. Cuando las imágenes del dolor desaparezcan de la TV y la gente vuelva a su vida cotidiana, serán los funcionarios públicos los que tendrán la responsabilidad de guiar a sus comunidades en la reconstrucción tanto física como económica y social de su entorno. A todos ellos mi homenaje. Ojalá que algunos de los miles de jóvenes que hoy se entregan admirablemente a la solidaridad, vean en el servicio público un camino para ser solidarios toda la vida.La Segunda. [+/-] Seguir Leyendo...
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