Chile, con problemas por exceso de confianza. Alfredo Ves Losada .
Columnista Perfil.com Argentina.Una saludable anarquía”. Así llamó Edmond Mulet, el hombre fuerte de la ONU en Haití, a la situación que se vivió luego del terremoto que destrozó ese país el 12 de enero. Mulet no hablaba, claro está, de la tragedia que ese golpe de la naturaleza provocó en la mitad más pobre de la isla Hispañola. El hombre se refería a la llegada imparable, alocada e imposible de coordinar de ayuda humanitaria, voluntarios, efectivos militares, médicos y suministros de todo el mundo. Es que, según su óptica, en el pandemónium haitiano no había nadie capaz de ponerse al frente de la coordinación de la asistencia –la sede local de la ONU y el Palacio Presidencial colapsaron– y, por lo tanto, hasta que la situación se normalizara mínimamente al menos, lo importante era que el mundo se movilizara. ....En ese mar agitado debió moverse también Argentina, que desplegó de inmediato toda su capacidad logística en asistencia humanitaria frente a catástrofes semejantes: los Cascos Blancos dispusieron un operativo de emergencia para el envío de ayuda, personal y suministros, y los Cascos Azules presentes en el terreno desde hace meses como parte de la misión de estabilización de la ONU (Minustah) se colgaron, arriba de sus trajes militares, los de bomberos y rescatistas mientras la tierra seguía temblando.
Argentina también envió ayuda a Chile luego del terremoto del sábado pasado, pero en un escenario completamente distinto, al menos en los aspectos formales. El terremoto que hizo madrugar al sur chileno un mes y medio después que el haitiano, y que todavía no ha dejado de sacudir el suelo dejó en evidencia cómo las abismales diferencias estructurales entre un país y otro pueden alterar los guarismos de la tragedia: el sismo trasandino fue 900 veces peor (por su escala y por el número de réplicas) que el que destrozó el país más pobre del continente, pero el número de muertos fue 300 veces menor. Y demostró también que esas diferencias dictan las particularidades de cada operativo de ayuda humanitaria.
Y si bien en ambos terrenos se vieron imágenes de saqueos, histeria por la falta de respuesta oficial o por la carencia de alimentos y medicamentos, en Chile nunca estuvo en duda quién estaba al frente del control de la situación. El Ejecutivo chileno se preocupó especialmente de que eso quedara en claro, al punto de descolocar a los gobiernos que se solidarizaron con ese país y se pusieron a disposición de La Moneda.
Sólo infraestructura. Michelle Bachelet estuvo en Mar del Plata la tarde previa al terremoto. Allí observó junto a Cristina Fernández de Kirchner una regata de fragatas. Esa noche voló hacia su país, y el sismo se desató dos horas después de que la mandataria vecina pisara suelo trasandino. Ese mismo día, Argentina ofreció gente, suministros, y todo lo que hiciera falta. Pero la respuesta oficial fue contundente: sólo infraestructura.
El Ejecutivo chileno señaló que el terremoto había afectado sólo parte de la capacidad edilicia del sistema nacional del emergencias, pero que no precisaba en absoluto otro tipo de asistencia. La solicitud formal incluyó “puentes mecanos, hospitales de campaña con capacidad quirúrgica, teléfonos satelitales, equipos electrógenos, sistemas de purificación de aguas salinas, centros de diálisis autónomos y comedores mecanos”.
El gobierno argentino dispuso, por ejemplo, el envío de un hospital reubicable de la Fuerza Aérea. Se trata de una unidad médica idéntica a la que aún se encuentra en Puerto Príncipe frente al predio de la Minustah, con equipos electrógenos, y cuenta con una dotación de 56 personas para su operación. Pero desde Santiago de Chile, solicitaron expresamente que no viajara ese contingente. Lo propio ocurrió con otros dos hospitales de campaña de la Dirección Nacional de Emergencias Sanitarias, del Ministerio de Salud: cruzaron la cordillera sin personal propio.
“La situación en Chile es el negativo de lo que sucedió en Haití”, graficaron desde Cancillería. En Haití, cuando el primer Hércules enviado por Cascos Blancos partió hacia la zona del desastre 48 horas después del sismo, con suministros, medicamentos y médicos, no estaba claro dónde aterrizaría, y una vez en tierra, era casi imposible salir del aeropuerto por el caos generalizado. En Chile, no se perdió la capacidad operativa del Estado como centralizador de la asistencia.
Pero eso no significa que en Chile no existan problemas: el rol activo del Estado quedó a la vista también en las decisiones más llamativas, como la prohibición expresa para el ingreso al país de medicamentos o equipos especializados de rescate que a las 12 horas del sismo estaban listos para intervenir en la frontera entre el país vecino y la provincia de Mendoza. Se trataba de equipos autosustentables, con perros adiestrados, con ingenieros especializados en el análisis de las estructuras colapsadas. Pero el gobierno local no quiso que actuaran.
De hecho, en un primer momento, Chile frenó el ingreso al país de equipos y personal de todo el mundo, confiando en las capacidades del Onemi, la poderosa Oficina Nacional de Emergencias dependiente del Ministerio del Interior, y que el gobierno trasandino ha calificado como el organismo mejor preparado para catástrofes como las del sábado pasado de toda América latina.
“La costumbre es aceptar los ofrecimientos de ayuda internacionales, al menos por protocolo, pero en Chile eso no ocurrió. No está claro si fue por subestimar el impacto real del sismo, por orgullo, por presiones de los sectores militares o para no abusar de la solidaridad mundial, pero se frenó toda asistencia que no fuera en materia de infraestructura, y al final resultó que sí necesitaban personal o insumos”, graficaron desde el gobierno.
En la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, hay aproximadamente 14 mil bomberos. Eso representa uno cada mil habitantes. Por más preparado que estuviera el sistema de emergencias chileno, en un escenario que desarticula y hace colapsar todas las instituciones como un terremoto de 8.8 grados era claro que necesitarían personal, porque esa proporción de rescatistas necesaria por habitantes se multiplica inmediatamente. Por eso hubo que responder con carabineros donde no fueron suficientes los equipos de salvataje. Y es evidente que algo falló en la información y la contención de los afectados: los saqueos comenzaron 24 horas después del sismo, mientras que en Haití empezaron a las 96 horas.
Puente aéreo. En este contexto, la ayuda que hoy llega a Chile desde la Argentina tiene que ver con lo que desde la sociedad civil pueda recolectarse o recaudarse. La empresa LAN ofreció facilitar un puento aéreo para hacer llegar esos envíos, y desde Cascos Blancos prestan asistencia logística para canalizar esa ayuda.
Pero en el plano bilateral, el mensaje chileno de que no se envíen ni personal ni alimentos ni medicamentos sigue marcando en gran parte la agenda. Se espera, sin embargo, que esa postura se flexibilice. De hecho, un equipo de sismólogos viajó desde Francia hacia la zona del terremoto.
En el caso haitiano, mientras tanto, a casi dos meses del terremoto y aunque la situación es de una relativa calma, Argentina sigue enviando ayuda. Más de 60 toneladas –alimentos, medicamentos y carpas, principalmente– han sido despachadas en los tres Hércules que llegaron a la zona, y en los espacios cedidos por Aerolíneas Argentinas en la bodega de sus vuelos a Punta Cana. Y el flujo no cesa: un nuevo embarque está en preparación, aunque en este caso se hará por vía marítima. [+/-] Seguir Leyendo...
Argentina también envió ayuda a Chile luego del terremoto del sábado pasado, pero en un escenario completamente distinto, al menos en los aspectos formales. El terremoto que hizo madrugar al sur chileno un mes y medio después que el haitiano, y que todavía no ha dejado de sacudir el suelo dejó en evidencia cómo las abismales diferencias estructurales entre un país y otro pueden alterar los guarismos de la tragedia: el sismo trasandino fue 900 veces peor (por su escala y por el número de réplicas) que el que destrozó el país más pobre del continente, pero el número de muertos fue 300 veces menor. Y demostró también que esas diferencias dictan las particularidades de cada operativo de ayuda humanitaria.
Y si bien en ambos terrenos se vieron imágenes de saqueos, histeria por la falta de respuesta oficial o por la carencia de alimentos y medicamentos, en Chile nunca estuvo en duda quién estaba al frente del control de la situación. El Ejecutivo chileno se preocupó especialmente de que eso quedara en claro, al punto de descolocar a los gobiernos que se solidarizaron con ese país y se pusieron a disposición de La Moneda.
Sólo infraestructura. Michelle Bachelet estuvo en Mar del Plata la tarde previa al terremoto. Allí observó junto a Cristina Fernández de Kirchner una regata de fragatas. Esa noche voló hacia su país, y el sismo se desató dos horas después de que la mandataria vecina pisara suelo trasandino. Ese mismo día, Argentina ofreció gente, suministros, y todo lo que hiciera falta. Pero la respuesta oficial fue contundente: sólo infraestructura.
El Ejecutivo chileno señaló que el terremoto había afectado sólo parte de la capacidad edilicia del sistema nacional del emergencias, pero que no precisaba en absoluto otro tipo de asistencia. La solicitud formal incluyó “puentes mecanos, hospitales de campaña con capacidad quirúrgica, teléfonos satelitales, equipos electrógenos, sistemas de purificación de aguas salinas, centros de diálisis autónomos y comedores mecanos”.
El gobierno argentino dispuso, por ejemplo, el envío de un hospital reubicable de la Fuerza Aérea. Se trata de una unidad médica idéntica a la que aún se encuentra en Puerto Príncipe frente al predio de la Minustah, con equipos electrógenos, y cuenta con una dotación de 56 personas para su operación. Pero desde Santiago de Chile, solicitaron expresamente que no viajara ese contingente. Lo propio ocurrió con otros dos hospitales de campaña de la Dirección Nacional de Emergencias Sanitarias, del Ministerio de Salud: cruzaron la cordillera sin personal propio.
“La situación en Chile es el negativo de lo que sucedió en Haití”, graficaron desde Cancillería. En Haití, cuando el primer Hércules enviado por Cascos Blancos partió hacia la zona del desastre 48 horas después del sismo, con suministros, medicamentos y médicos, no estaba claro dónde aterrizaría, y una vez en tierra, era casi imposible salir del aeropuerto por el caos generalizado. En Chile, no se perdió la capacidad operativa del Estado como centralizador de la asistencia.
Pero eso no significa que en Chile no existan problemas: el rol activo del Estado quedó a la vista también en las decisiones más llamativas, como la prohibición expresa para el ingreso al país de medicamentos o equipos especializados de rescate que a las 12 horas del sismo estaban listos para intervenir en la frontera entre el país vecino y la provincia de Mendoza. Se trataba de equipos autosustentables, con perros adiestrados, con ingenieros especializados en el análisis de las estructuras colapsadas. Pero el gobierno local no quiso que actuaran.
De hecho, en un primer momento, Chile frenó el ingreso al país de equipos y personal de todo el mundo, confiando en las capacidades del Onemi, la poderosa Oficina Nacional de Emergencias dependiente del Ministerio del Interior, y que el gobierno trasandino ha calificado como el organismo mejor preparado para catástrofes como las del sábado pasado de toda América latina.
“La costumbre es aceptar los ofrecimientos de ayuda internacionales, al menos por protocolo, pero en Chile eso no ocurrió. No está claro si fue por subestimar el impacto real del sismo, por orgullo, por presiones de los sectores militares o para no abusar de la solidaridad mundial, pero se frenó toda asistencia que no fuera en materia de infraestructura, y al final resultó que sí necesitaban personal o insumos”, graficaron desde el gobierno.
En la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, hay aproximadamente 14 mil bomberos. Eso representa uno cada mil habitantes. Por más preparado que estuviera el sistema de emergencias chileno, en un escenario que desarticula y hace colapsar todas las instituciones como un terremoto de 8.8 grados era claro que necesitarían personal, porque esa proporción de rescatistas necesaria por habitantes se multiplica inmediatamente. Por eso hubo que responder con carabineros donde no fueron suficientes los equipos de salvataje. Y es evidente que algo falló en la información y la contención de los afectados: los saqueos comenzaron 24 horas después del sismo, mientras que en Haití empezaron a las 96 horas.
Puente aéreo. En este contexto, la ayuda que hoy llega a Chile desde la Argentina tiene que ver con lo que desde la sociedad civil pueda recolectarse o recaudarse. La empresa LAN ofreció facilitar un puento aéreo para hacer llegar esos envíos, y desde Cascos Blancos prestan asistencia logística para canalizar esa ayuda.
Pero en el plano bilateral, el mensaje chileno de que no se envíen ni personal ni alimentos ni medicamentos sigue marcando en gran parte la agenda. Se espera, sin embargo, que esa postura se flexibilice. De hecho, un equipo de sismólogos viajó desde Francia hacia la zona del terremoto.
En el caso haitiano, mientras tanto, a casi dos meses del terremoto y aunque la situación es de una relativa calma, Argentina sigue enviando ayuda. Más de 60 toneladas –alimentos, medicamentos y carpas, principalmente– han sido despachadas en los tres Hércules que llegaron a la zona, y en los espacios cedidos por Aerolíneas Argentinas en la bodega de sus vuelos a Punta Cana. Y el flujo no cesa: un nuevo embarque está en preparación, aunque en este caso se hará por vía marítima. [+/-] Seguir Leyendo...
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