lunes, enero 18, 2010

LA RENOVACION DEL PACTO SOCIALDEMOCRATA-SOCIALCRISTIANO.S. Micco. Edo. Saffirio. A. Sanfuente

El pueblo de Chile ha elegido a Sebastian Piñera como su nuevo Presidente, quién gobernará con una coalición de partidos políticos integrados por la Unión Demócrata Independiente y Renovación Nacional.
La Concertación de Partidos por la democracia ha sido derrotada electoralmente tras veinte años de gobierno.
En dicho lapso, Chile experimento la consolidación de su democracia, un crecimiento económico como nunca en su historia conoció y una paz social que no experimentaba desde inicios de los años cincuenta del siglo pasado. El reconocimiento internacional a los avances del país era indiscutible.
Sin embargo, perdió.
¿Por qué?
La causa inmediata es la división de la Concertación. En un momento dado, hace menos de doce meses, la Concertación tuvo por candidatos presidenciales que no dudaron en romper con ella a los senadores Fernando Flores, Alejandro Navarro y Adolfo Zaldivar. A ellos debemos sumar al ex ministro jorge arrate y al Diputado Marco Enriquez. Esto produjo una sangría en el electorado concertacionista que, como lo hacia prever la experiencia comparada, se hizo irremontable en segunda vuelta.
A su vez la causa de esta división debe buscarse en distintos órdenes de cuestión.
Por lo pronto, en un creciente debilitamiento de los partidos políticos tanto en identidades políticas como en sus estructuras incapaces de resolver legítimamente sus diferencias. Esto se enmarca dentro de una profunda crisis de las instituciones políticas, acusados de ineficaces, poco representativos y opacos. Veinte años de democracia y la pérdida del miedo a una regresión autoritaria hicieron más insoportable esta ausencia de reforma institucional y renovación política. Finalmente, este proceso fue reforzado por la actitud de los propios líderes políticos que buscaron marcar distancia de sus incómodos partidos. Este dio legitimidad a rupturas individuales o colectivas, como fueron Chile Primero, escindido del PPD, y del Partido Regionalista Independiente, salido de la Democracia Cristiana tras la expulsión de su lider por infringir sus acuerdos y agraviar públicamente a sus dirigentes e instituciones.
En segundo lugar, esta critica a los partidos políticos y la coalición de gobierno se dio dentro de un marco social de una sociedad que había cambiado profundamente. En efecto, producto de sus propios éxitos, la coalición de gobierno no fue capaz de interpretar las demandas de las nuevas clases medias. Estas habían salido de la pobreza, que en veinte años se redujo de un 38,6% en 1990 a un 13,7 % el 2006.
No se tuvo una respuesta satisfactoria a una clase media cuya expectativas se expandieron con rapidez y que se sentía victima de los sentimiento de incertidumbre e inseguridad respecto al empleo, la salud, la pensión y la educación de calidad para sus hijos. El progreso económico se hizo cada vez más lento y el dinamismo se fue deteniendo, en especial en las pequeñas empresas. No fuimos capaces de resolver los problemas de desempleo. La propiedad del capital siguió concentrada y la sociedad muestra una gran desigualdad, mientras se mantienen signos preocupantes de discriminación. Esto se hizo especialmente inaguantable tras la bonanza del cobre y al cumplirse veinte años de la recuperación de la democracia. Arrecio así la critica a una coalición de centro izquierda que era percibida por muchos como parte integrante y acomodada de una sociedad de privilegios.

Tras el mal resultado de la primera, la candidatura de la Concertación logro unir a quienes se habían separado, mostrar nuevos rostros, confluir en una estrategia y organización común y levantar los temas que nos diferencian y que preocupan a las grandes audiencias nacionales. Sin embargo, el daño de la primera vuelta fue superior y la renovación de la segunda vuelta tardía.

Las propias cifras electorales avalan que la elección presidencial fue más una derrota de la centro izquierda y no una victoria de la derecha. En efcto, Sebastian Piñera obtuvo 3.563.050 votos, casi los mismos que Joaquin Lavin en 1999 (3.495.569). La diferencia fue que hoy Eduardo Frei R. alcanzo 3.340.308 votos, a diferencia de Ricardo Lagos quien obtuvo en la histórica segunda vuelta de 1999 un apoyo de 3.683.158 votos. La diferencia hay que buscarla, en buena parte, en una menor capacidad de movilización electoral; quienes fueron a votar validamente el 17 de enero del 2010 fueron 6.903.358 y no 7.178.727 que votaron validamente en 1999. (Por cierto, estos análisis son cosa del pasado, habida consideración de la reforma política que busca establecer la inscripción automática y el voto voluntario).

Se impone pues, el inicio de un gran proceso de reflexión autocrítica y propositiva de la centro izquierda chilena. En dicho proceso los partidos políticos deberán constituirse, a lo largo y ancho del país, en centenares de pequeños espacios públicos constituidos en asambleas permanentes y deliberativas representativas de los dirigentes sociales, autoridades gremiales, líderes locales, intelectuales, voluntariado comunitario, autoridades partidarias y representantes elegidos por el pueblo. Esta autocrítica debiera culminar, no empezar, con la renovación de las autoridades partidarias, de sus respectivas plataformas programáticas y políticas de alianza y oposición. Obviamente las preguntas deberán ser: ¿ por qué perdimos? Y ¿qué debemos hacer para recuperar la confianza de la ciudadanía?
Sin embargo, seria un gravísimo error iniciar una autocrítica que no partiera de las siguientes bases:
1.- La concertación de Partidos por la Democracia no nació producto del oportunismo de sus dirigentes que vieron en ella un instrumento para acceder al poder. Por el contrario, ella nació producto de una profunda autocrítica de los lideres de los tradicionales partidos Radical, Demócrata Cristiano, Mapu, Izquierda Cristiana y Socialista quienes gobernaron Chile sucesivamente bajo Pedro Aguirre Cerda, Eduardo Frei y Salvador Allende. El quiebre democrático de 1973 les demostró que un perpetuo enfrentamiento entre sectores populares y clases medias, el centro e izquierda, no solo impedía realizar las reformas estructurales que el desarrollo chileno exigía sino que además hizo imposible la democracia. Hoy reiteramos que cuando la Concertación gobernó, los derechos civiles y políticos de todos los chilenos fueron respetados.

2.- La Concertación de Partidos por la Democracia dirigió un proceso de cambio social que hará, sin lugar a dudas, que la historia recuerde su periodo de gobierno como uno de los mas exitosos en la historia nacional. A través del crecimiento económico y políticas sociales no sólo bajamos la pobreza en los porcentajes más arriba indicados. Además y a pesar de perder el ritmo en el crecimiento económico, el censo del 2002 y los recientes datos de la Cepal demuestran que las desigualdades bajaron. En efecto, si el año 2002 la relación entre los ingresos medios por persona del quintil más rico y el quintil más pobre de los hogares era de 19,5, tras programas sociales específicos y subsidios esa relación bajo a 15,7 el 2008 (Cepal). No dudamos que el estudio Casen que se debe dar a conocer en mayo del 2010 demostrara esta mejoría, potenciada por la reforma previsional ya en plena aplicación.

3.- La Concertación no solo ha sido un instrumento político precioso precioso para dar gobernabilidad democrática y progreso social a Chile, sino que fue un eficaz medio político electoral que permitió derrotar durante veinte años a la derecha. Quienes desde la izquierda proclaman el fin de la alianza con la Democracia Cristiana-eje fundamental de la Concertación-deben saber que perderán un leal aliado en la democratización política y social de Chile. Debieran además pensar qué pasará si se rompe dicha alianza, en circunstancia que con ella la Derecha ya está instalada en la Moneda. Si se impone en la izquierda la tesis del frente progresista, como en los años cincuenta se impuso la tesis del frente de trabajadores, el proceso político Italiano contemporáneo nos debiera hacer pensar. Por otro lado, quienes desde la Democracia Cristiana puedan verse tentados a buscar colaboración política electoral con la Derecha, deben saber que la ciudadanía no entenderá y sancionará a quienes proclamaron “ No virar a la derecha” y tras pocos meses, cambiaron de posición. Ello seria lo más próximo a un suicidio político habida consideración, además, de los resultados electorales previsibles de dicho cambio en el marco del binominal y de enfrentados a dos bloques superiores en números: la derecha y la izquierda unidas.

ES EL TIEMPO DE LAS CONVICCIONES.

La tradición republicana chilena nos indica que ante el nuevo Presidente de Chile sólo cabe reconocer constitucionalmente su autoridad y desear su éxito como lo señalo Eduardo Frei R.T el 17 de enero.
Un gobierno de unidad nacional como se ha planteado no tendrá cabida. Estos se dan en casos, graves crisis políticas o sociales, nacionales o internacionales, y consisten en que la oposición, total o parcialmente, se integra al gabinete y da apoyo parlamentario a sus proyectos de ley. No es este el caso.
Habiéndonos puesto el pueblo en la oposición, cabe definir que tipo de ella seremos. Se tratara de una oposición democrática leal a la democracia y respetuosa del orden constitucional. En caso de crisis graves, no temerá en colaborar con un gobierno para estabilizar la democracia. No politizara los poderes neutrales como son las Fuerzas Armadas, el Poder Judicial ni La Contraloría General de la Republica. Cooperara en políticas de Estado como son las Relaciones Exteriores y la de la Defensa Nacional. Fiscalizara desde el Congreso Nacional, los partidos y la comunidad toda desviación democrática, concentración del poder económico y regresión social. Su norte será desde ahí la profundización de una economía social y ecológica de mercado y el restablecimiento de un Estado social y democrático de derecho.
Por otro lado, reiteramos que la derrota electoral del pasado domingo no puede hacernos olvidar que cuando estuvimos violentamente divididos, la democracia chilena vacilo y las injusticias se fortalecieron. Por el contrario, la concertación del humanismo laico con el socialista y el cristiano dio paz social, estabilidad política y crecimiento económico como Huinca en nuestra historia. Una derrota electoral debe ser superada con un maduro proceso de reflexión y deliberación que deberá culminar con la renovación dentro y no fuera ni contra nuestros partidos políticos y renovando profundamente, no destruyendo, una coalición política que no habiendo sabido renovarse dentro del gobierno lo hará fuera de él.

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