viernes, noviembre 27, 2009

Debate sobre la homosexualidad. Carta al Mercurio de Sergio Rillon

Señor Director:

Con las limitaciones de una carta, deseo referirme al actual debate sobre la homosexualidad, dado el propósito de institucionalizarlo, que aparece en el contexto de la campaña política, bajo el pretexto de hacerse cargo de una realidad que necesita una normativa propia. La cuestión ha llegado a un punto —sin precedentes en Chile— de incorporarla a los lineamientos programáticos de los candidatos, siendo el más notorio el recientemente aparecido dentro de la campaña de Piñera. Las imágenes presentadas en el aludido spot, impresionan por la aparente normalidad con que los protagonistas son mostrados: juventud, sanidad y apariencia; factores estos que contribuyen a diluir o a debilitar la impugnación del propósito de equiparar en nuestro ordenamiento jurídico y social a una relación análoga al matrimonio. Con la evidente consecuencia de constituir un aliciente para los jóvenes a no oponer disciplina a tales tendencias y conductas. Para evitar este daño del escándalo, es imprescindible ahondar en un ámbito afectivo de dos personas del mismo sexo que puede llegar a niveles hasta sublimes y que, en general, se conoce con el nombre de amistad. “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn. 15,13), enseña Cristo. Sentencia que repitió el Papa Juan Pablo II al canonizar a Maximiliano María Kolbe, quien entregó su vida para salvar a un compañero de prisión condenado a muerte en Auschwitz. El problema está en hacer pasar esta amistad o empatía con contenido afectivo, a una proyección física de unión carnal en el sentido amplio, pero más específicamente en el acto de sodomía. Este es el punto central del conflicto, porque aun cuando legisladores “progresistas”, o más bien “regresistas”, han despenalizado dicho acto, éste sigue siendo contrario a la naturaleza y a la razón avalada por la historia pagana y judeo cristiana.

Dado que en el epistolario en comento se han hecho referencias cristianas, conviene recordar algunas máximas muy definitorias. Ya el libro Levítico del Antiguo Testamento, (18,22) prescribe que: “No te acostarás con varón como con mujer: es abominación”. Y por su parte, entre otras citas, tampoco puede olvidarse a San Pablo, quien en su carta a los Romanos, en plena práctica de sus perversiones sexuales, expresa: “Sus mujeres invirtieron las relaciones naturales por otras contra la naturaleza; y que igualmente los hombres, abandonando el uso natural de las mujeres, se abrasaron en deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre, recibiendo en sí mismo el pago merecido de su extravío”. (Rom. 1,26) Y el mismo San Pablo también enseña: “¿No sabéis acaso que los injustos no heredarán el Reino de Dios? No os engañéis” y en seguida menciona a los homosexuales. (Cor. 6,9) En el acto fundacional del género humano el Hacedor “macho y hembra los creó” (Gén. 1,27) y sólo respecto de ellos, una vez unidos, “se hacen una sola carne” (Gén. 2,24).
Sergio Rillon
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