Sherpas al rescate de la DC. MANUEL SALAZAR SALVO.sacado de Identidad Progresista.
Los sherpas habitan un valle que rodea el monte Everest y poseen grandes aptitudes para moverse en las alturas. Durante años han sido asistentes fundamentales de los escaladores de las cumbres de los Himalayas. Muchos montañistas que dicen haber ascendido solos, en verdad fueron acompañados por anónimos sherpas. Así como ellos, en los últimos 25 años en Chile decenas de militantes han cumplido similares labores de asistencia a los dirigentes de la Concertación de Partidos por la Democracia. Hoy, sin embargo, cuando se percibe agotamiento y le falta oxígeno a los titulares, pareciera que ha llegado la hora de que los “sherpas” locales asuman papeles protagónicos.
La hecatombe alcaldicia sufrida por la Democracia Cristiana en los comicios municipales, donde perdió más de 400 mil votos de los obtenidos en 2004, provocó la renuncia de la senadora Soledad Alvear a la presidencia del partido y a sus aspiraciones a la primera magistratura, sumiendo al PDC en la peor crisis de su historia.
La derrota de Jaime Ravinet en Santiago fue uno de los golpes más demoledores. El candidato del PDC se fue a su casa en Zapallar para las fiestas patrias, mientras Pablo Zalaquett, su adversario de la UDI, recorría ferias y ramadas desde las 7 de la mañana a las 12 de la noche. Ravinet optó por la propaganda ampulosa y el distanciamiento de la política. Zalaquett, en cambio, se apropió de los puerta a puerta y de los servicios comunitarios de las “plazas ciudadanas”, que exitosamente utilizó el comando de Ricardo Lagos en las presidenciales de 1999. Ravinet creyó que en el pasado estaba su fortaleza, e incluso eligió a jefes de campaña que ya habían perdido con Jorge Schaulsohn en 2004. Zalaquett apostó al futuro, y contó con los mejores cuadros de la UDI metropolitana, varios de ellos integrantes de la maquina electoral del senador Pablo Longueira.El caso de Ravinet se repitió en Valparaíso, donde fue derrotado el alcalde Aldo Cornejo, y en otros 40 municipios que eran controlados por miembros de la Falange. Los errores en la elección de los candidatos y en el diseño de las campañas, que también se dio, aunque en tono menor, entre sus socios del oficialismo, sólo fueron asumidos cuando se conoció la magnitud de la derrota. Recién los dirigentes se acordaron de que era necesario “escuchar a la gente”.
La fuga de votos del PDC se explica en gran parte por la marginación forzada o voluntaria de los “colorines”, la corriente que dirigía el senador Adolfo Zaldívar, enemigo declarado del alvearismo. Para los comicios municipales se aliaron en el pacto Por un Chile Limpio con los seguidores de Fernando Flores y Jorge Schaulsohn, aglutinados en Chile Primero.
Otro importante número de votos del PDC fue captado por candidatos independientes de los más variados orígenes, tanto en alcaldes como en concejales. En este último caso, según los analistas de la tienda de la flecha roja, la dispersión de sufragios fue provocada por la estrategia impulsada por Pepe Auth, presidente del PPD, que dividió al oficialismo en dos subpactos e hizo perder 67 concejales a la DC.
“LOS PRÍNCIPES”
No obstante, la debacle de la Democracia Cristiana tiene dos notorias excepciones en el gran respaldo conseguido por los alcaldes Claudio Orrego, en Peñalolén, y Alberto Undurraga, en Maipú. Ambos miembros de un grupo a los cuales El Mercurio bautizó como “los príncipes”, y que también integran, entre otros, el ex ministro de Transportes, Sergio Espejo; el diputado Jorge Burgos, quien asumió la presidencia de la DC en carácter de subrogante; el ex canciller Ignacio Walker y Clemente Pérez, ex subsecretario de Obras Públicas y actual presidente del Metro.
Los “príncipes” forman parte de un grupo generacional más amplio dentro del PDC y de la Concertación, los llamados “sherpas”, que adquirieron connotación política en la década del 80 como dirigentes estudiantiles en la enseñanza media, en la universidad y en sus propios partidos, y que fueron determinantes para ganar el plebiscito de 1988.
El apodo de “príncipes” tiene su explicación al parecer en su origen social y en sus grados académicos, obtenidos en las mejores universidades estadounidenses. Se han mantenido casi siempre al margen de las tendencias del partido, desempeñando diversas funciones en los gobiernos de la Concertación. Burgos, Walker, Orrego, Undurraga, Espejo y Pérez son parte de una generación donde también destacan René y Eduardo Saffirio, Sergio Micco, Alex Figueroa, Osvaldo Artaza, Alejandro Ferreiro, Guillermo Larraín, Patricio Walker, Patricio Vallespín, Rodrigo Díaz, María Cecilia Wagner, Marcelo Albornoz, Pedro Araya, Víctor Maldonado, Felipe Sandoval, Jorge Navarrete Poblete, Eduardo Abedrapo, Nolberto Díaz y José Sabat, entre otros militantes que a lo más se empinan por sobre los 50 años. A ellos se agregan los ex líderes universitarios que formaron parte del Comando Juvenil por el No en 1988, donde sobresalen Yerko Ljubetic, Germán Quintana, Humberto Burotto, Tomás Jocelyn-Holt y Rodolfo Fortunatti.
Detrás de ellos, generacionalmente, se sitúa una considerable camada de jóvenes que han sido jefes de gabinete, asesores o consejeros de los dirigentes del PDC. La lista es larga: Andrés Jouannet, Mauricio Morales, Marcelo Drago, Gonzalo García, Jaime Urbano, Enrique Rájevic, Marcelo Rodríguez, Rodrigo Albornoz, Claudio Salas, Leonardo Bravo, Cristián Torres, Hernán Vergara, Carolina Sáez, Fernando Paz, Víctor León, Manuel Aravena, Ignacio Montiglio, Gonzalo Cowley, Carolina Jorquera, Osvaldo Badenier y Javier Claissac, por mencionar algunos.
Muchos provienen de familias democratacristianas, cursaron estudios en colegios religiosos y en la Universidad Católica. También han figurado en las listas de “nuevos líderes”, que tanto gusta elaborar a los diarios El Mercurio y La Tercera. En otras palabras, son políticamente correctos y socialmente aceptables.
Jorge Burgos aparece como uno de sus líderes naturales. El “Pocho”, como lo llaman, conoce como pocos los complicados entramados de La Moneda. Trabajó en el Ministerio del Interior desde los primeros días del gobierno de Patricio Aylwin, hasta que decidió postularse por Ñuñoa y Providencia a la Cámara de Diputados, en 2001. Hoy aspira a ser senador.
Si los “príncipes” y “sherpas” en conjunto asumen el desafío de recomponer el PDC, deberán contar con la anuencia o definitivo retiro de viejos estandartes del falangismo, subsumidos en rencillas que se remontan en algunos casos a la década de los 60 (ver págs. 14 y 15).
Desde la derecha tratan de atraer a los democratacristianos, pero ese partido ha demostrado en momentos críticos mucha entereza para superar sus conflictos internos. En esta ocasión, una vez más, tiene en sus manos la llave del nuevo gobierno que regirá Chile para su bicentenario.
EJERCICIOS NUMÉRICOS
De los 6.354.085 votos emitidos para concejales, 516.319 (8,12%) correspondieron a votos nulos y 267.767 a votos blancos (4,21%). Los no inscritos al 26 de octubre eran 3.106.622 ciudadanos. Si a los nulos, blancos y no inscritos se les suman unos 500 mil chilenos residentes en el exterior, que no tienen derecho a voto, resulta un total de 4.390.708 ciudadanos. La abstención fue de 16%, o sea 1.303.722 ciudadanos. En total, más de cinco millones de sufragios. Ellos podrían cambiar por completo la correlación de fuerzas políticas existentes y/o transformarse muy pronto en una mayoría silenciosa al margen del sistema político, con todos los riesgos que ello implica.
La derechista Alianza por Chile ganó las elecciones de alcaldes y la gobernante Concertación se impuso en las de concejales. El Juntos Podemos Más disminuyó levemente su votación, crecieron los independientes y surgió como una nueva fuerza el pacto Por un Chile Limpio, cuyo eje es el PRI de Adolfo Zaldívar.
Si se realiza un simple ejercicio de suma de votos, suponiendo que todos los partidarios del pacto Por un Chile Limpio y dos tercios de los independientes se sumarán a la derecha en diciembre de 2009, la candidatura presidencial de Sebastián Piñera conseguiría 51,36% de las preferencias, según la votación de alcaldes; pero sólo el 44,56%, según la votación de concejales. Por su parte, agregando los votos del Juntos Podemos Más y de un tercio de los independientes, el futuro candidato presidencial de la Concertación conseguiría el 48,22%, según los votos de alcaldes, y 54,02% con los votos de concejales.
La manipulación de guarismos en la elección de alcaldes explica el optimismo de la Alianza de cara a las presidenciales. Si se repiten las mismas condiciones y (...)
(Este artículo se publicó completo en la edición Nº 674 de Punto Final, 7 de noviembre, 2008. Suscríbase a la edición impresa de PF) [+/-] Seguir Leyendo...
La hecatombe alcaldicia sufrida por la Democracia Cristiana en los comicios municipales, donde perdió más de 400 mil votos de los obtenidos en 2004, provocó la renuncia de la senadora Soledad Alvear a la presidencia del partido y a sus aspiraciones a la primera magistratura, sumiendo al PDC en la peor crisis de su historia.
La derrota de Jaime Ravinet en Santiago fue uno de los golpes más demoledores. El candidato del PDC se fue a su casa en Zapallar para las fiestas patrias, mientras Pablo Zalaquett, su adversario de la UDI, recorría ferias y ramadas desde las 7 de la mañana a las 12 de la noche. Ravinet optó por la propaganda ampulosa y el distanciamiento de la política. Zalaquett, en cambio, se apropió de los puerta a puerta y de los servicios comunitarios de las “plazas ciudadanas”, que exitosamente utilizó el comando de Ricardo Lagos en las presidenciales de 1999. Ravinet creyó que en el pasado estaba su fortaleza, e incluso eligió a jefes de campaña que ya habían perdido con Jorge Schaulsohn en 2004. Zalaquett apostó al futuro, y contó con los mejores cuadros de la UDI metropolitana, varios de ellos integrantes de la maquina electoral del senador Pablo Longueira.El caso de Ravinet se repitió en Valparaíso, donde fue derrotado el alcalde Aldo Cornejo, y en otros 40 municipios que eran controlados por miembros de la Falange. Los errores en la elección de los candidatos y en el diseño de las campañas, que también se dio, aunque en tono menor, entre sus socios del oficialismo, sólo fueron asumidos cuando se conoció la magnitud de la derrota. Recién los dirigentes se acordaron de que era necesario “escuchar a la gente”.
La fuga de votos del PDC se explica en gran parte por la marginación forzada o voluntaria de los “colorines”, la corriente que dirigía el senador Adolfo Zaldívar, enemigo declarado del alvearismo. Para los comicios municipales se aliaron en el pacto Por un Chile Limpio con los seguidores de Fernando Flores y Jorge Schaulsohn, aglutinados en Chile Primero.
Otro importante número de votos del PDC fue captado por candidatos independientes de los más variados orígenes, tanto en alcaldes como en concejales. En este último caso, según los analistas de la tienda de la flecha roja, la dispersión de sufragios fue provocada por la estrategia impulsada por Pepe Auth, presidente del PPD, que dividió al oficialismo en dos subpactos e hizo perder 67 concejales a la DC.
“LOS PRÍNCIPES”
No obstante, la debacle de la Democracia Cristiana tiene dos notorias excepciones en el gran respaldo conseguido por los alcaldes Claudio Orrego, en Peñalolén, y Alberto Undurraga, en Maipú. Ambos miembros de un grupo a los cuales El Mercurio bautizó como “los príncipes”, y que también integran, entre otros, el ex ministro de Transportes, Sergio Espejo; el diputado Jorge Burgos, quien asumió la presidencia de la DC en carácter de subrogante; el ex canciller Ignacio Walker y Clemente Pérez, ex subsecretario de Obras Públicas y actual presidente del Metro.
Los “príncipes” forman parte de un grupo generacional más amplio dentro del PDC y de la Concertación, los llamados “sherpas”, que adquirieron connotación política en la década del 80 como dirigentes estudiantiles en la enseñanza media, en la universidad y en sus propios partidos, y que fueron determinantes para ganar el plebiscito de 1988.
El apodo de “príncipes” tiene su explicación al parecer en su origen social y en sus grados académicos, obtenidos en las mejores universidades estadounidenses. Se han mantenido casi siempre al margen de las tendencias del partido, desempeñando diversas funciones en los gobiernos de la Concertación. Burgos, Walker, Orrego, Undurraga, Espejo y Pérez son parte de una generación donde también destacan René y Eduardo Saffirio, Sergio Micco, Alex Figueroa, Osvaldo Artaza, Alejandro Ferreiro, Guillermo Larraín, Patricio Walker, Patricio Vallespín, Rodrigo Díaz, María Cecilia Wagner, Marcelo Albornoz, Pedro Araya, Víctor Maldonado, Felipe Sandoval, Jorge Navarrete Poblete, Eduardo Abedrapo, Nolberto Díaz y José Sabat, entre otros militantes que a lo más se empinan por sobre los 50 años. A ellos se agregan los ex líderes universitarios que formaron parte del Comando Juvenil por el No en 1988, donde sobresalen Yerko Ljubetic, Germán Quintana, Humberto Burotto, Tomás Jocelyn-Holt y Rodolfo Fortunatti.
Detrás de ellos, generacionalmente, se sitúa una considerable camada de jóvenes que han sido jefes de gabinete, asesores o consejeros de los dirigentes del PDC. La lista es larga: Andrés Jouannet, Mauricio Morales, Marcelo Drago, Gonzalo García, Jaime Urbano, Enrique Rájevic, Marcelo Rodríguez, Rodrigo Albornoz, Claudio Salas, Leonardo Bravo, Cristián Torres, Hernán Vergara, Carolina Sáez, Fernando Paz, Víctor León, Manuel Aravena, Ignacio Montiglio, Gonzalo Cowley, Carolina Jorquera, Osvaldo Badenier y Javier Claissac, por mencionar algunos.
Muchos provienen de familias democratacristianas, cursaron estudios en colegios religiosos y en la Universidad Católica. También han figurado en las listas de “nuevos líderes”, que tanto gusta elaborar a los diarios El Mercurio y La Tercera. En otras palabras, son políticamente correctos y socialmente aceptables.
Jorge Burgos aparece como uno de sus líderes naturales. El “Pocho”, como lo llaman, conoce como pocos los complicados entramados de La Moneda. Trabajó en el Ministerio del Interior desde los primeros días del gobierno de Patricio Aylwin, hasta que decidió postularse por Ñuñoa y Providencia a la Cámara de Diputados, en 2001. Hoy aspira a ser senador.
Si los “príncipes” y “sherpas” en conjunto asumen el desafío de recomponer el PDC, deberán contar con la anuencia o definitivo retiro de viejos estandartes del falangismo, subsumidos en rencillas que se remontan en algunos casos a la década de los 60 (ver págs. 14 y 15).
Desde la derecha tratan de atraer a los democratacristianos, pero ese partido ha demostrado en momentos críticos mucha entereza para superar sus conflictos internos. En esta ocasión, una vez más, tiene en sus manos la llave del nuevo gobierno que regirá Chile para su bicentenario.
EJERCICIOS NUMÉRICOS
De los 6.354.085 votos emitidos para concejales, 516.319 (8,12%) correspondieron a votos nulos y 267.767 a votos blancos (4,21%). Los no inscritos al 26 de octubre eran 3.106.622 ciudadanos. Si a los nulos, blancos y no inscritos se les suman unos 500 mil chilenos residentes en el exterior, que no tienen derecho a voto, resulta un total de 4.390.708 ciudadanos. La abstención fue de 16%, o sea 1.303.722 ciudadanos. En total, más de cinco millones de sufragios. Ellos podrían cambiar por completo la correlación de fuerzas políticas existentes y/o transformarse muy pronto en una mayoría silenciosa al margen del sistema político, con todos los riesgos que ello implica.
La derechista Alianza por Chile ganó las elecciones de alcaldes y la gobernante Concertación se impuso en las de concejales. El Juntos Podemos Más disminuyó levemente su votación, crecieron los independientes y surgió como una nueva fuerza el pacto Por un Chile Limpio, cuyo eje es el PRI de Adolfo Zaldívar.
Si se realiza un simple ejercicio de suma de votos, suponiendo que todos los partidarios del pacto Por un Chile Limpio y dos tercios de los independientes se sumarán a la derecha en diciembre de 2009, la candidatura presidencial de Sebastián Piñera conseguiría 51,36% de las preferencias, según la votación de alcaldes; pero sólo el 44,56%, según la votación de concejales. Por su parte, agregando los votos del Juntos Podemos Más y de un tercio de los independientes, el futuro candidato presidencial de la Concertación conseguiría el 48,22%, según los votos de alcaldes, y 54,02% con los votos de concejales.
La manipulación de guarismos en la elección de alcaldes explica el optimismo de la Alianza de cara a las presidenciales. Si se repiten las mismas condiciones y (...)
(Este artículo se publicó completo en la edición Nº 674 de Punto Final, 7 de noviembre, 2008. Suscríbase a la edición impresa de PF) [+/-] Seguir Leyendo...
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