Un baño de realidad. Carlos Peña
La encuesta CEP despertó a varios. A la derecha, que soñaba con un triunfo fulgurante; al senador Ominami, que se hacía ilusiones de un nuevo progresismo. A Zaldívar, Navarro y Arrate, cuyos sueños, a la luz de los resultados, semejan un delirio. Y es que en Chile parece haber una cultura de coalición más fuerte de lo que se pensaba.
La política es la actividad humana en la que, con mayor frecuencia, los deseos arriesgan confundirse con la realidad: lo que es deseable con lo que es posible; lo que debe ser con lo que simplemente es; lo que uno quiere con lo que hay.
Por estos días incurrir en esa confusión fue casi una costumbre.
Le ocurrió a la derecha.
Piñera -creyó- alcanzaría un triunfo arrollador. Las circunstancias no podían ser mejores. Una Concertación desordenada a más no poder, una derecha alineada con precisión geométrica, y un candidato consistentemente bien evaluado ¿Qué más se podía pedir para que el grupo Tantauco empezara a escoger ministerios? Nada o casi nada. Pedir más parecía cosa de desagradecidos.
Pero la realidad -maldición- fue mezquina.
El triunfo arrollador se transformó en un modesto y trabajoso empate que se decidirá más o menos en el margen. Tal como ha ocurrido en las dos últimas elecciones presidenciales.
La encuesta CEP (como antes la elección de concejales que todos han olvidado) mostró una porfiada cultura de coalición. Este tipo de cultura no es propiamente la adscripción a partidos (como lo muestra la evidencia puede coexistir con una intensa crítica hacia ellos), sino la adhesión a un cierto contenido simbólico que acaba induciendo el voto. Eso explica que en la segunda vuelta Frei empate, como si nada, a Piñera.
Y es que el votante de coalición puede ser crítico y maldecir de su candidato o incluso serle infiel en la primera vuelta, pero a la hora de elegir de veras no pasa la línea invisible. El votante de coalición es como el católico que peca y blasfema una y otra vez, pero que llegada la noche se persigna y para el Viernes Santo se abstiene de comer carne.
Esa poderosa tendencia que mostró la encuesta CEP moderó los sueños de la derecha.
Pero no sólo la derecha confundió los deseos con la realidad.
También le ocurrió al senador Ominami.
El senador Ominami ve en la candidatura de su hijo las bases de un progresismo de izquierda aligerado de los costos que supone la alianza con los Decé. Él piensa que a estas alturas una alianza amplia -como la de la actual Concertación- hace perder vigor normativo y programático a la izquierda. Si la transición ya terminó, ¿para qué seguir haciendo equilibrios que obligan a retroceder?, ¿por qué no recuperar el viejo heroísmo -ese que alguna vez se fatigó- con un candidato entusiasta?
Suena bien.
Sólo que -según lo ponen de manifiesto los datos del CEP- él también confunde los deseos con la realidad.
En vez de haber gente de izquierda y gente Decé que se unen por simple ambición (algo de lo cual el senador está, por supuesto, desprovisto), hay personas que adhieren a la coalición de izquierda como tal. La cultura de partidos (especialmente en un padrón electoral más bien viejo) fue hace tiempo sustituida por una cultura de coalición. No son los partidos, sino la Concertación, los que sujetan y atraen a los votantes.
Eso es lo que explica que estando los partidos en uno de sus peores momentos, en la hora final Frei recupere, como si nada, la votación histórica de la Concertación.
Así lo previsible -lo que indican los datos, no los deseos- es que la candidatura de Enríquez-Ominami tenderá a declinar y el sueño del senador deberá esperar mejores tiempos.
Pero si para la derecha y para Ominami la encuesta CEP fue el despertar de un sueño, para Arrate, Zaldívar y Navarro fue algo todavía peor: darse cuenta de que los sueños se parecen a veces a un delirio.
Después de eso -pensarán- es mejor vivir insomne.
Pero si para la derecha, el senador Ominami y los demás leer la encuesta CEP se pareció a despertar, ello no le ocurrió a Frei.
Es que Frei no ha soñado nunca. Frei duerme ocho horas rigurosas; pero no sueña. Camina, saluda, se reúne con quien haya que reunirse, ríe, lee los discursos, toma té en el puerta a puerta, visita ferias libres, descansa como un niño y sigue. Así día tras día. Y se divierte. A él la encuesta CEP no le producía ningún desasosiego. Él es de esas personas que no riñen con la realidad, sino que se acomodan a ella sin oponérsele.
Y el resultado está a la vista.
Es que Frei es el candidato del Carpe Diem, el que se concentra simplemente en dar un paso cada vez. ¿Aburrido? ¿Fome? Sin duda; pero eficaz.
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La política es la actividad humana en la que, con mayor frecuencia, los deseos arriesgan confundirse con la realidad: lo que es deseable con lo que es posible; lo que debe ser con lo que simplemente es; lo que uno quiere con lo que hay.
Por estos días incurrir en esa confusión fue casi una costumbre.
Le ocurrió a la derecha.
Piñera -creyó- alcanzaría un triunfo arrollador. Las circunstancias no podían ser mejores. Una Concertación desordenada a más no poder, una derecha alineada con precisión geométrica, y un candidato consistentemente bien evaluado ¿Qué más se podía pedir para que el grupo Tantauco empezara a escoger ministerios? Nada o casi nada. Pedir más parecía cosa de desagradecidos.
Pero la realidad -maldición- fue mezquina.
El triunfo arrollador se transformó en un modesto y trabajoso empate que se decidirá más o menos en el margen. Tal como ha ocurrido en las dos últimas elecciones presidenciales.
La encuesta CEP (como antes la elección de concejales que todos han olvidado) mostró una porfiada cultura de coalición. Este tipo de cultura no es propiamente la adscripción a partidos (como lo muestra la evidencia puede coexistir con una intensa crítica hacia ellos), sino la adhesión a un cierto contenido simbólico que acaba induciendo el voto. Eso explica que en la segunda vuelta Frei empate, como si nada, a Piñera.
Y es que el votante de coalición puede ser crítico y maldecir de su candidato o incluso serle infiel en la primera vuelta, pero a la hora de elegir de veras no pasa la línea invisible. El votante de coalición es como el católico que peca y blasfema una y otra vez, pero que llegada la noche se persigna y para el Viernes Santo se abstiene de comer carne.
Esa poderosa tendencia que mostró la encuesta CEP moderó los sueños de la derecha.
Pero no sólo la derecha confundió los deseos con la realidad.
También le ocurrió al senador Ominami.
El senador Ominami ve en la candidatura de su hijo las bases de un progresismo de izquierda aligerado de los costos que supone la alianza con los Decé. Él piensa que a estas alturas una alianza amplia -como la de la actual Concertación- hace perder vigor normativo y programático a la izquierda. Si la transición ya terminó, ¿para qué seguir haciendo equilibrios que obligan a retroceder?, ¿por qué no recuperar el viejo heroísmo -ese que alguna vez se fatigó- con un candidato entusiasta?
Suena bien.
Sólo que -según lo ponen de manifiesto los datos del CEP- él también confunde los deseos con la realidad.
En vez de haber gente de izquierda y gente Decé que se unen por simple ambición (algo de lo cual el senador está, por supuesto, desprovisto), hay personas que adhieren a la coalición de izquierda como tal. La cultura de partidos (especialmente en un padrón electoral más bien viejo) fue hace tiempo sustituida por una cultura de coalición. No son los partidos, sino la Concertación, los que sujetan y atraen a los votantes.
Eso es lo que explica que estando los partidos en uno de sus peores momentos, en la hora final Frei recupere, como si nada, la votación histórica de la Concertación.
Así lo previsible -lo que indican los datos, no los deseos- es que la candidatura de Enríquez-Ominami tenderá a declinar y el sueño del senador deberá esperar mejores tiempos.
Pero si para la derecha y para Ominami la encuesta CEP fue el despertar de un sueño, para Arrate, Zaldívar y Navarro fue algo todavía peor: darse cuenta de que los sueños se parecen a veces a un delirio.
Después de eso -pensarán- es mejor vivir insomne.
Pero si para la derecha, el senador Ominami y los demás leer la encuesta CEP se pareció a despertar, ello no le ocurrió a Frei.
Es que Frei no ha soñado nunca. Frei duerme ocho horas rigurosas; pero no sueña. Camina, saluda, se reúne con quien haya que reunirse, ríe, lee los discursos, toma té en el puerta a puerta, visita ferias libres, descansa como un niño y sigue. Así día tras día. Y se divierte. A él la encuesta CEP no le producía ningún desasosiego. Él es de esas personas que no riñen con la realidad, sino que se acomodan a ella sin oponérsele.
Y el resultado está a la vista.
Es que Frei es el candidato del Carpe Diem, el que se concentra simplemente en dar un paso cada vez. ¿Aburrido? ¿Fome? Sin duda; pero eficaz.
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