NOVEDAD Y JUVENTUD. Andres Rojo
Es curioso como algunos conceptos se ponen de moda en los discursos políticos, pero lamentablemente la experiencia muestra que, más allá de la moda, estas ideas tienden a quedar en el olvido después de las campañas. La palabra mágica en la próxima elección parecer ser Juventud, lo que no deja de ser curioso si se considera que la gran mayoría de los jóvenes no va a votar por no estar inscrita en los registros electorales.
Después de casi dos décadas de un constante proceso de alejamiento de los jóvenes de la actividad política partidista -porque ya está claro que en otros ámbito no ha habido nada de apatía juvenil- se ha descubierto la necesidad de abrir espacios para su integración: Se les designa en cargos de importancia, surgen candidatos jóvenes y se habla incluso de reservar a los menores de 40 años una cuota en un futuro Gabinete Ministerial.Lo mismo ocurrió antes con las mujeres o los independientes. Cíclicamente, los dirigentes políticos se dan cuenta de que un grupo de la sociedad ha estado marginado y prometen integrarlo, pero a la larga se sigue manteniendo el ejercicio del poder, más o menos, en los mismos círculos.
Hoy es el turno de la juventud, pero a juzgar por las cifras de inscripción el discurso no ha logrado motivar a quienes no están inscritos a comprometerse a participar con su voto el próximo 13 de diciembre. La proclama de la “novedad del año” no ha conquistado al público hacia el que va dirigida y es realmente lamentable porque la marginación de este grupo es un hecho tan cierto que todos los sectores políticos la reconocen e incluso se ha llegado a hablar de la necesidad de “jubilar” a quienes han sido protagonistas de la política desde la dictadura, es decir hace veinte o treinta años.
Es lamentable también que, básicamente por temor a un padrón renovado, no haya sido posible establecer la inscripción automática en los registros y el voto voluntario porque ello hubiera permitido facilitar la concurrencia de todos los ciudadanos a las urnas de votación.
Lo que, en todo caso, es aún más deplorable es que nuestros dirigentes políticos sigan enmarcados en una forma de hacer política que se viene repitiendo hace décadas: Prometer cambios para ganar la adhesión ciudadana y después gobernar con el mismo grupo que ha permanecido en los cargos de poder, y eso es válido tanto para quienes participan en la administración del Estado como para quienes, desde la oposición, también han podido estructurar formas de financiamiento para dedicarse a la política. Eso es ignorar a la ciudadanía, que es la verdadera dueña del poder en cualquier sociedad.
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Después de casi dos décadas de un constante proceso de alejamiento de los jóvenes de la actividad política partidista -porque ya está claro que en otros ámbito no ha habido nada de apatía juvenil- se ha descubierto la necesidad de abrir espacios para su integración: Se les designa en cargos de importancia, surgen candidatos jóvenes y se habla incluso de reservar a los menores de 40 años una cuota en un futuro Gabinete Ministerial.Lo mismo ocurrió antes con las mujeres o los independientes. Cíclicamente, los dirigentes políticos se dan cuenta de que un grupo de la sociedad ha estado marginado y prometen integrarlo, pero a la larga se sigue manteniendo el ejercicio del poder, más o menos, en los mismos círculos.
Hoy es el turno de la juventud, pero a juzgar por las cifras de inscripción el discurso no ha logrado motivar a quienes no están inscritos a comprometerse a participar con su voto el próximo 13 de diciembre. La proclama de la “novedad del año” no ha conquistado al público hacia el que va dirigida y es realmente lamentable porque la marginación de este grupo es un hecho tan cierto que todos los sectores políticos la reconocen e incluso se ha llegado a hablar de la necesidad de “jubilar” a quienes han sido protagonistas de la política desde la dictadura, es decir hace veinte o treinta años.
Es lamentable también que, básicamente por temor a un padrón renovado, no haya sido posible establecer la inscripción automática en los registros y el voto voluntario porque ello hubiera permitido facilitar la concurrencia de todos los ciudadanos a las urnas de votación.
Lo que, en todo caso, es aún más deplorable es que nuestros dirigentes políticos sigan enmarcados en una forma de hacer política que se viene repitiendo hace décadas: Prometer cambios para ganar la adhesión ciudadana y después gobernar con el mismo grupo que ha permanecido en los cargos de poder, y eso es válido tanto para quienes participan en la administración del Estado como para quienes, desde la oposición, también han podido estructurar formas de financiamiento para dedicarse a la política. Eso es ignorar a la ciudadanía, que es la verdadera dueña del poder en cualquier sociedad.
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