Ni conservadores, ni populistas . Ricardo Solari
Está de moda proyectar el futuro. Se invocan teorías acerca del recambio generacional, se habla de fatiga de materiales, de jubilaciones, de nuevos liderazgos. Convengamos que esta discusión vale, porque otorga a la campaña presidencial del año 2009 un cariz diferente, dinámico, convocante.
En vez de consumirnos en el soliloquio banal que intentó imponer la Alianza, acerca de quién atiborra más rápido las hacinadas cárceles o si la crisis económica comenzó en Chile antes que en Wall Street, hoy discutimos otros temas.
Además de hablar de educación de calidad y empleos, la gracia está en los matices del debate actual, cargado al aborto terapéutico, la condición legal de las parejas del mismo sexo o la privatización de Codelco, todos asuntos polémicos.
El escenario presidencial, con la perseverancia de Frei, la energía de Piñera y la audacia de Enríquez-Ominami, más que aproximarnos al retorno de los tres tercios, nos anuncia un elección muy abierta y con harto debate sobre la mesa, donde las encuestas actuales son, como siempre han sido a seis meses de una elección, una lejana aproximación del resultado que veremos en las urnas en diciembre. Porque hace seis meses ni Frei ni Enríquez-Ominami existían para los sondeos y Piñera ganaba en primera vuelta.
El país tiene problemas, pero está lejos de una crisis; ésa es la sensación pública. Los críticos de la oposición y los autoflagelantes perpetuos no entienden que el respaldo cerrado a la Presidenta confirma la percepción ciudadana de que hay una mano firme en el timón. Y las coincidencias programáticas en muchos temas, por su parte, presagian que un liderazgo concentrado en promover reformas encontrará en el país apoyo suficiente para avanzar.
Algunos hablan de un riesgo populista. ¿Existe efectivamente la posibilidad de un riesgo populista en Chile? No lo creo. Profetizar una catástrofe que no tiene ninguna probabilidad de ocurrir es una manera de evitar discusiones que pueden ser muy fértiles. La popular Presidenta Bachelet es la antítesis del populismo, obsesiva de la responsabilidad fiscal y de la austeridad en todas sus formas. Los candidatos con opción de ganar la Presidencia se cuidan mucho de hacer anuncios irresponsables. Hemos aprendido la lección de la historia con más contundencia de lo que creemos. El respeto a los derechos de las personas, lo negativo de la violencia en la política, el desastre de la inflación, hoy son convicciones generalizadas.
No se puede vivir argumentando que el fantasma del populismo viene y que nos ataca. El país tiene otros riesgos y dilemas. El riesgo del sistema político chileno es otro: recuperar la legitimidad y la representatividad que se requiere para nuevos desafíos.
No es una novedad que el sistema binominal se ha transformado en una institución que está afectando la política, que excluye sectores y alienta su baja renovación. Aunque el cambio constitucional forma parte del planteamiento tanto de Frei como de Enríquez-Ominami, lamentablemente el tema no sacude a la opinión pública. El país ha valorado reiteradamente el clima de cooperación virtuosa que hizo posible recuperar la convivencia, y los cambios constitucionales provocan incertidumbre. Sin embargo, está cada vez más clara la conciencia, en el reverso, de que los países avanzan más lentamente cuando cambios necesarios son limitados por tantas leyes de alto quórum.
Pensar en términos apocalípticos cuando estamos empezando a vivir la parte alta de la espiral del ciclo democrático es no entender nada de lo esencial de este camino que hemos elegido y que siempre trae incertidumbre, novedades y promesas. De eso se trata este año.La Segunda.cl [+/-] Seguir Leyendo...
En vez de consumirnos en el soliloquio banal que intentó imponer la Alianza, acerca de quién atiborra más rápido las hacinadas cárceles o si la crisis económica comenzó en Chile antes que en Wall Street, hoy discutimos otros temas.
Además de hablar de educación de calidad y empleos, la gracia está en los matices del debate actual, cargado al aborto terapéutico, la condición legal de las parejas del mismo sexo o la privatización de Codelco, todos asuntos polémicos.
El escenario presidencial, con la perseverancia de Frei, la energía de Piñera y la audacia de Enríquez-Ominami, más que aproximarnos al retorno de los tres tercios, nos anuncia un elección muy abierta y con harto debate sobre la mesa, donde las encuestas actuales son, como siempre han sido a seis meses de una elección, una lejana aproximación del resultado que veremos en las urnas en diciembre. Porque hace seis meses ni Frei ni Enríquez-Ominami existían para los sondeos y Piñera ganaba en primera vuelta.
El país tiene problemas, pero está lejos de una crisis; ésa es la sensación pública. Los críticos de la oposición y los autoflagelantes perpetuos no entienden que el respaldo cerrado a la Presidenta confirma la percepción ciudadana de que hay una mano firme en el timón. Y las coincidencias programáticas en muchos temas, por su parte, presagian que un liderazgo concentrado en promover reformas encontrará en el país apoyo suficiente para avanzar.
Algunos hablan de un riesgo populista. ¿Existe efectivamente la posibilidad de un riesgo populista en Chile? No lo creo. Profetizar una catástrofe que no tiene ninguna probabilidad de ocurrir es una manera de evitar discusiones que pueden ser muy fértiles. La popular Presidenta Bachelet es la antítesis del populismo, obsesiva de la responsabilidad fiscal y de la austeridad en todas sus formas. Los candidatos con opción de ganar la Presidencia se cuidan mucho de hacer anuncios irresponsables. Hemos aprendido la lección de la historia con más contundencia de lo que creemos. El respeto a los derechos de las personas, lo negativo de la violencia en la política, el desastre de la inflación, hoy son convicciones generalizadas.
No se puede vivir argumentando que el fantasma del populismo viene y que nos ataca. El país tiene otros riesgos y dilemas. El riesgo del sistema político chileno es otro: recuperar la legitimidad y la representatividad que se requiere para nuevos desafíos.
No es una novedad que el sistema binominal se ha transformado en una institución que está afectando la política, que excluye sectores y alienta su baja renovación. Aunque el cambio constitucional forma parte del planteamiento tanto de Frei como de Enríquez-Ominami, lamentablemente el tema no sacude a la opinión pública. El país ha valorado reiteradamente el clima de cooperación virtuosa que hizo posible recuperar la convivencia, y los cambios constitucionales provocan incertidumbre. Sin embargo, está cada vez más clara la conciencia, en el reverso, de que los países avanzan más lentamente cuando cambios necesarios son limitados por tantas leyes de alto quórum.
Pensar en términos apocalípticos cuando estamos empezando a vivir la parte alta de la espiral del ciclo democrático es no entender nada de lo esencial de este camino que hemos elegido y que siempre trae incertidumbre, novedades y promesas. De eso se trata este año.La Segunda.cl [+/-] Seguir Leyendo...
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