La crítica de Tomás. Rodolfo Fortunatti
Tomás Jocelyn-Holt ha sido un crítico del comando y de la campaña de Frei. Pero las críticas de Tomás también han sido juzgadas por otros, sólo que Tomás considera que nada más que tres de estos juicios son dignos de ser respondidos, y así lo hace. El primer juicio sostiene que su actitud estaría motivada por el malestar que le produjo el no haber sido nominado candidato. El segundo, que su tono apasionado despierta fuertes aversiones. Y el tercero, que no deja suficientemente claro lo que se propone con su crítica.
Como la impugnación de Tomás es una crítica política, una crítica al qué hacer del comando y al cómo hacer del comando, no cabe sino procesarla en este mérito. Esto es, examinarla a la luz de la estrategia seguida por el comando: ¿Qué fines busca dicha estrategia? ¿A través de qué medios busca estos fines? ¿Con qué visión de país? ¿En qué circunstancias? ¿Con qué fuerzas?
Desde un punto de vista racional, poco importa que las opiniones de Tomás sean producto de frustraciones, o que su tono cáustico genere antipatías. Porque aquí no está en cuestión la credibilidad del autor, sino la objetividad y verosimilitud de sus argumentos. De ahí que carezcan de interés el primero y el segundo juicio. En cambio, el tercero, resulta absolutamente pertinente, pues apunta a desentrañar su motivación política: ¿Qué busca Tomás? ¿Hasta dónde quiere llegar?
Quienes le plantean estas preguntas quisieran entender cuál es el propósito de su comportamiento político y, de esta manera, comprender desde dónde está formulando su crítica. De este modo, esperan granjearse una certidumbre aceptable acerca del discurso, del relato, del proyecto, y del diseño alternativo que plantea el crítico del comando.
¿Y qué busca Tomás? ¿Hasta dónde quiere llegar? Es obvio hasta dónde insistiré en esto —dice—. Hasta que esta crítica produzca efectos políticos. Pero ¿cuál es su crítica? ¿Cuáles los efectos políticos esperados? ¿Y cómo se comprobarán estos efectos políticos?
Tomás critica las contradicciones de Eugenio Tironi, así como las diferencias entre Belisario Velasco y Pablo Halpern. Critica las renuncias y desistimientos de Ricardo Lagos, las contradicciones de su hijo y de sus dos cuñados, así como las ambigüedades de Hernán Sandoval. Critica a Camilo Escalona por su decidido apoyo a Frei, el que habría gatillado la irrupción de Arrate, Enríquez-Ominami y Navarro. Pero asimismo critica la dispersión de estos sectores, y a Frei, por no captar el voto duro de la Concertación.
Tomás critica a la Democracia Cristiana por haber empujado a Adolfo Zaldívar a su candidatura presidencial, y también por haberse negado otrora a tolerar dos candidatos en la coalición. Critica a la Concertación por haber dejado marchar a Cristián Warken, Julio Donoso y Max Colodro. Critica a Frei —a quien encuentra prescindible—, por no entender ni encarnar la garantía de gobernabilidad que dice representar. Critica a Marta Larraechea, por su espontaneidad. Critica a Jorge Burgos, el encargado territorial —en quien observa una actitud frívola—, y acusa al comando de carecer de estructura territorial. Critica a los elitistas y quejumbrosos, pero echa de menos la presencia de empresarios de verdad... ¡Esos que parten con pollitos para convertirlos en holding internacional!
Tomás no critica sólo personas, sino también trayectorias, contenidos, estilos, convicciones y grupos sociales. Critica los postulados de seguridad y protección social que distinguen a la administración Bachelet. Critica el programa de reformas constitucionales del Bicentenario. Critica la fe y la voluntad ganadora de los activistas políticos; le resultan demasiado ridículas y grotescas. Critica el optimismo de aquellos que no quieren ponerse en los funestos escenarios de derrota, pero les augura una derrota cierta. Critica el compromiso militante, por chauvinista. El principio de la lealtad, por complaciente. Y el deber de unidad, por acomodaticio. Critica la cultura popular de la Concertación; imagina pelagatos, dinosaurios, caminando y gritando viejas consignas. Tan diferentes a las mujeres preciosas y elegantes, tráfico abundante, y mucha tecnología y modernidad. ¿Qué quieres que diga? El culto a la estética, la mentalidad cosmopolita.
Tomás critica la visión estratégica, el relato, el manejo, el diagnóstico y el diseño. Critica el pacto con Juntos Podemos, pero no propone una política de alianzas. Critica las secuelas dejadas por las primarias, pero no ofrece caminos de conciliación. Critica la capitalización del ascendiente de Bachelet, pero no propone una solución de continuidad. Critica las aspiraciones de seguridad de la población, y en su lugar ofrece arpilleras ideológicas sin referentes en la realidad. Critica la dispersión oficialista, pero no muestra caminos de cohesión. Critica al comando, a la campaña y a Frei mismo, y proclama la ruptura con todo. Por eso, la suya se torna una crítica imposible de satisfacer desde la Concertación.
¿Pero cuál es al fin de cuentas su propuesta? Hela aquí: «Una visión de conjunto que redefina una aproximación —digamos— sueltamente o culturalmente progresista, a la luz de los tiempos actuales y los cambios previsibles…» O sea, todo y nada a la vez. Pero una estrategia es la mantención en el tiempo de una visión común de país, un proyecto, unas fuerzas políticas y sociales, y unas condiciones nacionales e internacionales. Y lo de Tomás es una pura intuición. Una intuición sin historia, sin horizonte y sin audiencia. En suma, sin teoría. [+/-] Seguir Leyendo...
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