Superando la Inquisición. Ricardo Solari
El cambio de gabinete ha sido interpretado equivocadamente por medios y analistas como una transición desde un escenario de confrontación a uno de abierta opción consensual. En esa interpretación, ampliamente dominante, el período histórico definido por la crisis obliga a la unidad nacional. Me parece que aquello es demasiado obvio. Porque de repente la crisis no tiene responsables, y sus víctimas son todas igual de vulnerables. Porque además es evidente que el sesgo unificador ya está garantizado por la conducción presidencial y nunca estuvo en riesgo de ser devastado por unas cuantas frases cáusticas del vocero saliente.
Pero hay quienes creen, o quieren creer, que la política se define más por los estilos que por los contenidos, y para ellos el relevo de Vidal por Tohá representó un cambio copernicano. Se agrega a esta ilusión, además, la certeza de la prescindencia política del Ejecutivo en este año de campañas, “para garantizar su propio éxito”, construyéndose así un insólito cuadro gubernamental de asepsia ideológica en un período marcado de definiciones.
Afortunadamente, el senador Frei puso las cosas en su lugar apenas tres días después, y los simplistas y los ingenuos debieron asumir que la vida es dura y que la democracia y el progreso implican contradicción, disputa y deliberación. La simple declaración de apertura de temporada de debates, poniendo con todas sus letras el esquivado tema del aborto terapéutico, subió la temperatura y las cosas volvieron a su lugar. No todos pensamos lo mismo, afortunadamente. Al final, lo que promovía Frei es lo que más irrita a los conservadores: el derecho a discutir libremente, sin censura, todos los temas de nuestra sociedad. Frei consiguió ampliamente su propósito, porque la voluntad de participación es un inmenso signo de los tiempos.
La polémica de la semana, más allá incluso del propio aborto terapéutico, reitera que existen en Chile bloques que expresan diferencias muy difíciles de ocultar. A la hora de la verdad, las pasiones se desatan y los actores, independientemente de los matices y de la complejidad de sus propias convicciones, finalmente expresan también tradiciones políticas y culturales.
Lo positivo del Chile actual es que estas controversias pueden movilizar energías y provocar transformaciones objetivas en la sociedad, sin originar tragedias y quiebres extremos.
Por eso, y a propósito del cambio de Vidal y Tohá, no hay que confundir fondo y forma. Tohá no es para nada el personaje para un giro a la vacuidad. Es un gran rostro, inteligente y ponderado, para un año de duras controversias. Esto no significa que estemos condenados a campañas sucias, de descalificaciones y agresiones. En un año electoral, ideas, coaliciones y candidatos salen al pizarrón. Por eso me gustó que Frei pusiera un tema controversial y relevante para la sociedad chilena, que desnuda el doble estándar de las élites y que obliga a los intolerantes a exhibir su verdadero rostro.
Es positivo que un año electoral sea un año de dura e intensa deliberación. Porque, más allá de la propaganda, es deseable que las cuestiones fundamentales sean puestas sobre la mesa. No se trata de hacer jugarretas legislativas de último minuto, sino de discutir a en serio las opciones en juego.
El telón de fondo de la campaña electoral será la crisis económica internacional. Es evidente que la desregulación, la ausencia de conducción estatal del modelo económico y la voracidad del capital financiero estarán en el tapete. Y sería inimaginable que la polémica en torno al destino de la economía y el rol del Estado no fuera un aspecto central de las campañas.
Que no se confundan las buenas maneras con la obligación de que el año sea caldeado, pero en el terreno del debate público, para que la gente vote informada y vote bien. Ojalá demos de nuevo un buen paso adelante.
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