jueves, marzo 19, 2009

EL INTEGRISMO OPUSDEÍSTA ARREMETE CONTRA EL SENADOR FREI. Jaime Escobar M. / Editor de “Crónica Digital” y “Reflexión y Liberación”.


Cuando el Senador Eduardo Frei declaró que estaba dispuesto a“debatir” el tema del aborto terapéutico, no imaginó que abriría la puerta para que el integrismo católico lo atacara y amenazara no con la excomunión, pero sí con la descalificación a priori.

Esto es lo que está ocurriendo cuando apenas recién llegado de Roma el obispo de San Bernardo y candidato a ocupar próximamente el sillón arzobispal de Santiago, Juan Ignacio González, declaró sin tapujos que“el aborto terapéutico en una mentira médica y una mentira moral” a raíz de una declaración del senador y candidato presidencial Eduardo Frei, referida a que hoy en Chile es posible “debatir” sobre este tema puntual.

Bastó esa expresión política y prudente de Frei para que se descargara todo el peso del integrismo representado por monseñor González que, no olvidemos, es miembro de la organización católica llamada Opus Dei, cuya característica en todo el mundo es promover un catolicismo conservador teñido de intolerancia. En la mismísima línea
doctrinal de otro famoso grupo religioso afín llamados; Legionarios de Cristo.
Nadie le puede negar al obispo de San Bernardo opinar sobre este u
otro tema que importa a la sociedad toda. Y, por cierto, ser titular en un diario de la cadena mercurial, está en su derecho como persona y como pastor. Lo que no es del todo aceptable es la forma y el lenguaje que este prelado acostumbra a usar en delicados temas que ante todo son discutibles, es decir, no tienen la categoría de verdades absolutas.

Recordemos que en este último tiempo tanto las expresiones pastorales de monseñor González como las directrices políticas del partido UDI son plenamente coincidentes. Así quedó de manifiesto en el debate sobre la ley de divorcio, la prescripción de la píldora del día después y, recientemente, sobre el criterio a tener presente para
votar por tal o cual candidato a alcalde y concejal cuando es o se dice “católico”.

En esta oportunidad el obispo va más lejos, amparado en recomendaciones expresas recibidas en la visita ad limina que hicieron los obispos de Chile a Roma, según declaró a La Segunda y, simplemente notifica tanto a feligreses como al senador candidato a la primera magistratura del país en este tono y lenguaje: “La consecuencia de un posible apoyo de un candidato que se dice católico a legislar o
promover el aborto terapéutico es suficiente para que un católico no pueda darle su voto”.

Lo primero que hay que decir es que monseñor olvida algo elemental en un cristiano que pretende seguir los caminos de Jesús; el principio de la misericordia. Es decir, antes de opinar en materias delicadas y profundas se ha de tener en cuenta algunos datos que también son parte de la vida cotidiana de las personas. En Chile el 76% de las mujeres -encuesta del Sernam- está totalmente de acuerdo en que exista una
legislación sobre el drama del aborto. Además, organismos sanitarios y médicos han detectado que en nuestro país se practican sobre 170.000 abortos clandestinos que ponen en riesgo a las mujeres, en especial a las más pobres y desamparadas.

También el obispo de San Bernardo y todos debemos tener en cuenta lo que dicen los especialistas sobre la interrupción del embarazo que puede ser espontáneo, accidental, voluntario o terapéutico. Por estos y otros motivos ciertos tipos de aborto son una práctica legal en muchos países probadamente católicos como Brasil o España. Y, sobre el aborto terapéutico los médicos lo pueden justificar para salvar la vida de la madre cuando su vida está en riesgo grave, para evitar el nacimiento de un niño con una enfermedad congénita o genética que es fatal. Además del derecho a decidir que tiene una mujer que es violada y no quiere llevar a cabo ese embarazo no deseado.

Ante estos hechos concretos y considerando que la ciencia no tiene puntos de consenso referidos al inicio de la vida humana, en qué queda el derecho de las mujeres que no pueden continuar un embarazo por razones que solo ellas saben y sufren…¿Si es tan fácil penalizar solo el aborto, entonces, porqué no se penaliza drástica y ejemplarmente el estupro, la violencia sexual intrafamiliar y los casos de pedofilia en la Iglesia?

Los cristianos sabemos bien que en el tema aborto la Iglesia desde el siglo XVI en que se celebró el Concilio de Trento, tiene una sola postura; no se acepta el aborto porque la que se liquida es una vida humana, desde el inicio de su gestación embrionaria. Pero en este nuevo siglo y con los admirables avances de la ciencia, la cuestión es definir exactamente en qué momento se considera al feto como humano y,
otro gran tema de debate de los especialistas es sobre los derechos del embrión y de la madre. En estos cruciales puntos no hay una sola opinión ni menos una certeza definitiva.

No nos corresponde aquí descifrar si la natural expresión del senador Eduardo Frei respecto a “debatir” libremente los pro y contra de una eventual reposición legal del llamado “aborto terapéutico” esconsecuencia de un afán electoral o no, lo que sí es claro y temerario el cómo en forma sincronizada tanto el integrismo católico extremo y el candidato empresario Sebastián Piñera coinciden plenamente en un
tema que requiere para su justo análisis serenidad y prudencia. De lo contrario, se cae en un simplismo que no ayuda en nada a resolver los problemas que acarrea el aborto.

Nos parece que monseñor González y el candidato Piñera con sus dichos desproporcionados e inmisericordes no contribuyen a proteger a las mujeres que son violentadas y maltratadas en esta sociedad cruel y pecadora. Más bien estos personajes deberían proponer soluciones para con los malos tratos que sufren miles de mujeres y asegurar las prevenciones que ellas se merecen como personas y ciudadanas. Más que amenazas y descalificaciones, tanto el obispo como el candidato de la derecha, deberían hacer esfuerzos por generar leyes eficaces para que
cualquier mujer no tenga que exponerse al drama del aborto. Esa es una postura cristiana y de respeto, portadora de esperanza y acogida con la que sufre.

Felizmente hay otras voces, como las de Monseñor Rino Fisichella, presidente de la Pontificia Academia por la Vida que dice en L’Osservator Romano; que desaprueba la decisión de excomulgar a la madre de la niña brasilera de 9 años que abortó de gemelos fruto de una violación de su padrastro, así como a los médicos que atendieron a la menor. “Antes de pensar en una excomunión, era necesario y urgente
salvaguardar la vida de la niña”. Agregando que: “La posición de la Iglesia no admite componendas frente al aborto, pero sí al modo en que se ha llevado…Los excomulgados deberían ser otros”.

Y, como era de esperar, esta semana la Conferencia Episcopal Brasilera desautorizó al arzobispo de Recife que ordenó la excomunión, estimando que la madre reaccionó “presionada por los médicos” asegurándole que su hija moriría si no se interrumpía el embarazo de la menor. Los obispos estiman que “el principio de respeto a la vida” al que la Iglesia está vinculada no justificaba “la severidad” de la misma.

Finalmente y con el respeto que nos debemos todos en nuestra Iglesia, sería bueno que monseñor Juan Ignacio González repase los criterios de moral para situaciones límite y asuma que la sociedad no quiere volver a los tiempos de la cristiandad que el Concilio Vaticano II dejó atrás para siempre, respetando la pluralidad y la autonomía de lo temporal.

Y, respecto al tema del aborto, adherimos a lo que nos señala el moralista y jesuita Juan Masiá: “Hemos de saber cuándo es irresponsable llevar adelante un embarazo con serio peligro para la madre y en qué casos se debe interrumpir el proceso de gestación antes de que sea demasiado tarde…En casos como éste la pregunta correcta del moralista no es si se puede interrumpir el proceso, sino si es responsable el permitir que siga adelante y, por tanto, hay más bien obligación moral de interrumpirlo”.
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