“Parlamentarización” fraudulenta y nociva. Antonio Cortés Terzi
Un recuento rápido dice que, en lo mínimo, tres senadores de la Concertación -Carlos Ominami, Jorge Pizarro y José Antonio Gómez- calificaron a la Presidenta Bachelet de demagoga por la posición que adoptó respecto de la cuestión del reajuste salarial y su aplicación en las jerarquías gubernamentales. La descalificación que de facto reflejan tales dichos manifiesta el nivel de descomposición política, ético-política y estética al que está llegando la Concertación. Proceso corruptivo que parece no tener reversión, porque indicadores de esa naturaleza se reproducen a diario.También son indicadores de otro fenómeno poco atendido. Fenómeno que alude a la "parlamentarización" que está sufriendo la política y que lejos de constituir un proceso positivo está expresándose en el desarrollo de una política más banal. Probablemente, uno de los orígenes de esta "parlamentarización" pedestre, subjetivada e ineficiente esté en el hecho que la fuerza gobernante perdió la mayoría en los dos entes parlamentarios. Desde ese momento, la matriz presidencialista entró en desbarajustes funcionales: ya no sólo el Ejecutivo deja de ser hegemónico respecto de los otros poderes, sino que el sistema empieza a depender de las subjetividades de los parlamentarios.
Ese origen de la "parlamentarización" es tanto más nefasto o insano porque no resulta de un ejercicio democrático legítimo. Recuérdese que la pérdida de las mayorías en ambas instancias es fruto de escisiones supraestructurales, de "traiciones" partidarias, egocentrismos, y no de la expresión soberana del voto masivo. La figura parlamentaria en Chile es de por sí poco representativa, merced al imperio del sistema binominal, pero su actual estructuración, en estricto rigor y considerando bloques y partidos, confiere una representación esmirriada en exceso y que concentra dosis altas de una suerte de "cinismo amoral", muy propio del ejercicio "animalesco" del poder. Paradigmático es que el presidente del Senado sea Adolfo Zaldívar. La representación parlamentaria en cuanto a bloques y partidos es un fraude a la ciudadanía.
Esta "parlamentarización" fraudulenta tiene sus mayores efectos en el universo concertacionista. La mayoría o un buen número de parlamentarios concertacionistas opinan y acusa que éste es un muy mal Gobierno y culpan al Ejecutivo del deterioro y del flaco futuro de la coalición. Son esos mismos parlamentarios los responsables de una realidad innegable que afecta a este Gobierno: su mala gestión.
Con el término "parlamentarización" se quiere significar también en cómo los parlamentarios concertacionistas de motu proprio se han ido haciendo de un poder desmesurado en sus respectivas zonas. En general -con excepciones de por medio- diputados y senadores de una región presionan de tal modo al Ejecutivo que terminan siendo un factótum en los nombramientos de muchas de las autoridades que integran los gobiernos zonales. Una vez que instalan su personal en labores ejecutivas, tienen caminos abiertos para influir en la fijación de prioridades de las políticas públicas. Y, en resguardo de esos privilegios y poderes, en muchas ocasiones son los que defienden ineficiencias.
Buena parte de los parlamentarios concertacionistas tienen cuotas relevantes de responsabilidad en las rupturas de lógicas esenciales que deben regir en la administración pública: las lógicas de la jerarquía y de la disciplina. ¡Y cuánto daño le ha hecho al Gobierno esas rupturas! Pero el problema no termina ahí. A partir de las influencias o poderes que se granjean en el aparato público crean redes de clientelismo al seno de sus propios partidos, pudiendo con ello controlar también las instancias de poder partidario de su jurisdicción. Cierran el candado de un poder personalizado.
Es menester recalcar que estas prácticas no comprometen a todos los parlamentarios, pero sí que está muy extendida. Los enterados las conocen y las viven. No obstante, no se ven reacciones contra ella. Sin embargo, son extremadamente corrosivas. No sólo para el buen desenvolvimiento del Gobierno. Son prácticas que mucho tienen que ver con la disfuncionalidad y desinstitucionalización de los partidos y con el creciente despojo de la "propiedad colectiva" de la política y su traslape a la condición de "propiedad privada". Si tales conductas no se frenan, la Concertación sufrirá sus estragos en el año electoral que se avecina.
Publicado con autorización del Centro de Estudios Sociales Avance.
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