miércoles, diciembre 10, 2008

La DC en los tiempos de los «partidos atrapa todo».Rodolfo Fortunatti

Si ya resulta fastidioso el repetido dicho de que «las elecciones no se ganan ni se pierden, sino que se explican», es francamente insoportable que, a la hora de las explicaciones, éstas se diluyan en una espesa masa de datos, tablas, fórmulas y modelos estadísticos.Es lo que ocurre cuando se tratan de despejar las causas de la baja votación democratacristiana.
La Democracia Cristiana fue la única colectividad de la Concertación que cayó cinco puntos. Para ser más claros, fue el partido que absorbió toda la pérdida de concejales de la coalición: más de 60 cargos. Entre las principales explicaciones de este comportamiento destacan las dos listas, los pactos por omisión con el Partido Comunista, y la fuerte competencia que opuso el PRI.Quienes aseguran que las dos listas terminaron perjudicando a la Democracia Cristiana,plantean dos argumentos.
El primero, que la repartición de escaños de acuerdo al método D´Hont siempre favorece la mayor acumulación de sufragios.
El segundo, y como consecuencia de lo anterior, que al ir en dos listas —PPD/PR y DC/PS— se desaprovechó la ventaja estadística de acumular la votación de ambos pactos, obteniendo así menos concejales. Para demostrarlo, suman la votación conseguida por las dos listas y calculan la cifra repartidora.
El problema es que no se puede suponer que la votación capturada por las dos listas sea semejante a la que podría haber conseguido una sola lista. Desde luego porque, en el caso de haber concurrido a una lista común, los cuatro partidos habrían quedado
constreñidos a presentar dos mil candidatos y no los cuatro mil que finalmente
inscribieron. Y, claro, dos mil candidatos no rinden lo mismo que cuatro mil. Discurrir lo contrario podría llevar a confundir el efecto producido por las dos listas con el efecto provocado por un mayor número de candidatos, e incurrir en imprecisiones semejantes a las observadas en los pronósticos de la UDP, Aleuy o Díaz.
Más fáciles de distinguir son los alcances de llevar un mayor número de candidatos; a
fin de cuentas, esto es lo que esencialmente permitieron las dos listas. El efecto neto para los partidos que siguieron esta estrategia electoral fue mantener cautivo su caudal de votos, y aumentar con ello su número de concejales elegidos. El caso más
emblemático es el del PPD, colectividad fuertemente golpeada por una lucha intestina
que concluyó en la ruptura de Chileprimero. Es cierto que el PPD no pudo ver realizados sus sueños de campaña —como la aspiración de que el conglomerado
recuperara su mayoría absoluta—, pero logró blindarse contra su descenso electoral e
incrementar, asimismo, su número de concejales. La eficacia de esta salvaguardia se
puede advertir en el bajo índice de fidelidad electoral que exhibe la lista PPD/PR. De cada diez votos para concejales, nueve fueron al candidato a alcalde de la Concertación,lo cual demuestra que el partido capturó adhesiones blandas más allá de su radio deinfluencia.
El otro caso paradigmático es, por oposición, el de la Democracia Cristiana. La DC, al igual que el PPD, sufrió un prolongado conflicto interno por la escisión de los sectores que luego convergieron en el PRI. Pero, a diferencia suya, la falange fue la única colectividad de la Concertación que no duplicó, sino que, por el contrario, contrajo su cuota de aspirantes. La DC se obligó a llevar menos de 900 candidatos —un quinto de toda la oferta concertacionista—, el equivalente del Partido Socialista, su socio de lista.
Sólo que éste creció en candidatos, en votos y en concejales.
Esto habría de precipitar a la colectividad a una pronunciada pendiente en la dura
contienda abierta entre «partis attrape tout», «catch all party» o «partidos atrapa
todo», donde menos candidatos se traducen en menos votos y, menos votos, en menos
representantes. No es por nada que el rendimiento electoral democratacristiano haya
caído del 50 por ciento en 2004 al 38 por ciento en 2008.
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