SUBDESARROLLO POLÍTICO. Andres Rojo.
Con razón, el país sueña con llegar a un estado de desarrollo en lo económico, promesa que se ha presentado no sólo como la respuesta a la mayoría de las necesidades individuales sino también como una meta posible, pero en un mundo que no solo es globalizado sino que además está cambiando con rapidez, hay una faceta en la cual Chile se está quedando atrasado y que, de no resolverse, podría llegar a impedir que pueda seguir progresando en lo económico.
La razón es que el ordenamiento -y que involucra una adecuada planificación, el uso racional de los rcursos disponibles, la definición de un equilibrio entre el trabajo y el capital- que se requiere para pasar a un nivel superior de desarrollo económico depende de la capacidad de la clase política para conducir al país, y esta a su vez depende de la comprensión de los fenómenos sociales, incluyendo los enormes cambios vividos en la sociedad en los últimos años, gracias a una globalización que no solo ayuda a las comunicaciones empresariales sino también a las sociales y, por ende, acelera las transformaciones.
Las sociedades modernas, como ya se está viendo, definitivamente no están integradas por consumidores informados que demandan el respeto a sus derechos como tales, sino que se ha dado un paso más allá de lo previsto y se está conformando un nuevo tipo de ciudadano que no sólo exige eficiencia, consecuencia y honorabilidad a sus dirigentes políticos, sino que amenaza al mismo tiempo con desplazarlos cuando los políticos no son capaces o no quieren solucionar los problemas de la comunidad.
El nuevo paradigma en la política es esencial para que los países puedan alcanzar el desarrollo en este nuevo siglo, y los gobernantes que no lo entienden están condenando a sus naciones a permanecer en condiciones de estancamiento económico.
El nuevo paradigma exige también que se comprenda que los ciudadanos ya no se conforman solo con que sus derechos como consumidores sean atendidos o con que existan las condiciones de desarrollo económico nacional que generen las condiciones para su propio progreso individual. Estos nuevos ciudadanos demandan que sus posiciones y requerimientos sean atendidos con prontitud.
No les basta con ser escuchados, sino que quieren también que se acate su vountad. Tras décadas de democracia representativa, los representados están comprendiendo que sus representantes no los representan con fidelidad, y ante la constatación de esta realidad sólo basta con que alcancen el grado de frustración necesario para que decidan reemplazar a los viejos políticos por una nueva generación dirigente, lo que se hace más inevitable si los políticos les hablan de sueños colectivos cuando la gente vive en una cotidianeidad invididual en la que no tienen ya espacio las utopías.
Hay que recalcar que el hecho de que los políticos tradicionales no estén cediendo paso a nuevas generaciones que entiendan el nuevo paradigma no sólo obstaculiza el proceso de desarrollo político de una nación, sino que se convierte al mismo tiempo en una señal para toda la ciudadanía en cuanto a que no hay disposición para el cambio.
La razón es que el ordenamiento -y que involucra una adecuada planificación, el uso racional de los rcursos disponibles, la definición de un equilibrio entre el trabajo y el capital- que se requiere para pasar a un nivel superior de desarrollo económico depende de la capacidad de la clase política para conducir al país, y esta a su vez depende de la comprensión de los fenómenos sociales, incluyendo los enormes cambios vividos en la sociedad en los últimos años, gracias a una globalización que no solo ayuda a las comunicaciones empresariales sino también a las sociales y, por ende, acelera las transformaciones.
Las sociedades modernas, como ya se está viendo, definitivamente no están integradas por consumidores informados que demandan el respeto a sus derechos como tales, sino que se ha dado un paso más allá de lo previsto y se está conformando un nuevo tipo de ciudadano que no sólo exige eficiencia, consecuencia y honorabilidad a sus dirigentes políticos, sino que amenaza al mismo tiempo con desplazarlos cuando los políticos no son capaces o no quieren solucionar los problemas de la comunidad.
El nuevo paradigma en la política es esencial para que los países puedan alcanzar el desarrollo en este nuevo siglo, y los gobernantes que no lo entienden están condenando a sus naciones a permanecer en condiciones de estancamiento económico.
El nuevo paradigma exige también que se comprenda que los ciudadanos ya no se conforman solo con que sus derechos como consumidores sean atendidos o con que existan las condiciones de desarrollo económico nacional que generen las condiciones para su propio progreso individual. Estos nuevos ciudadanos demandan que sus posiciones y requerimientos sean atendidos con prontitud.
No les basta con ser escuchados, sino que quieren también que se acate su vountad. Tras décadas de democracia representativa, los representados están comprendiendo que sus representantes no los representan con fidelidad, y ante la constatación de esta realidad sólo basta con que alcancen el grado de frustración necesario para que decidan reemplazar a los viejos políticos por una nueva generación dirigente, lo que se hace más inevitable si los políticos les hablan de sueños colectivos cuando la gente vive en una cotidianeidad invididual en la que no tienen ya espacio las utopías.
Hay que recalcar que el hecho de que los políticos tradicionales no estén cediendo paso a nuevas generaciones que entiendan el nuevo paradigma no sólo obstaculiza el proceso de desarrollo político de una nación, sino que se convierte al mismo tiempo en una señal para toda la ciudadanía en cuanto a que no hay disposición para el cambio.
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