Con chicle. Myriam Verdugo.
Etapa terminal, quiebre, crisis, fin de la Concertación de Partidos por la Democracia. De todas esas formas ha sido llamada la decisión del PPD y del PR de llevar una lista aparte en la próxima elección de concejales. Ambos partidos “notificaron” el hecho a través de los medios de comunicación al PDC y al PS, y, a través de estos mismos, informaron que “no hay vuelta atrás” en su acuerdo.
Habitualmente en el Consejo de la Democracia Cristiana se oyen voces reclamando la actitud poco leal que “los socios” de la concertación tienen con nuestros dirigentes, parlamentarios o autoridades. El “quejumbrerio” al respecto es persistente, habitual. Sin embargo, recordando esas reclamaciones y el reciente acuerdo PPD/PR, es bueno preguntarse ¿los socios se notifican a través de terceros? ¿Toman decisiones inconsultas y luego desafían que no hay vuelta atrás? ¿O conversan, discuten, dialogan, llegar a acuerdos o a consensos que les permitan continuar su sociedad?
Sin lugar a dudas lo que debe hacerse es lo último. Cuando llega el momento de las notificaciones, de las decisiones impuestas a “rompe y raja”, ya no se está hablando de una sociedad.
De esta realidad nacen las voces que califican la decisión de ambos partidos, como rupturista, como acción orientada a arrinconar y destruir a la DC, como la estocada final a una organización que no sabe salir de la crisis en que se encuentra.
Pero si en forma reiterada la dirigencia DC y sus parlamentarios se quejan de la forma en que se trata a “su gente”, en cómo se les persigue y acorrala ¿es lógico que se siga hablando de socios de la concertación? Evidentemente no.
Cuando participamos en reuniones de base, con dirigentes comunales o provinciales, con militantes, o con representantes de organizaciones sociales la queja es siempre la misma: maltrato, ninguneo, persecución.
¿Somos socios o no somos socios?
Creo hace mucho tiempo que no. Creo firmemente que sólo nos une la lógica de seguir administrando el poder radicado en el Estado. Quizás esto tuvo algo de sensato cuando la gente efectivamente pudo palpar algunas mejoras en su situación. También, porque la herencia en modernidad (de la que gozan sólo unos pocos) así como en infraestructura son evidentes. Pero cuando se cayó en el conformismo, se incurrió en la desidia, surgieron focos de corrupción y se dejó de escuchar al pueblo para conocer sus necesidades, esta sociedad constituida por la concertación dejó de tener trascendencia, vocación épica, generosidad, lealtad y -lo que es peor-, dejó de ser una política de promoción y desarrollo; por el contrario, perdió sus ideales y a nosotros nos hizo perder la esperanza.
En el último consejo se oyeron algunas voces reclamando una Junta Nacional para revisar las alianzas políticas de la DC. La Junta será convocada para proclamar a nuestros candidatos a alcaldes y concejales. ¿Cuál es mi opinión sobre este tema? La expresé en la citada reunión: a mi juicio los únicos que temen analizar este tema son quienes integran el poder, pero no el pueblo demócrata cristiano. Lo cierto es que hace ya tiempo que es evidente para todos, que la Concertación está pegada con chicle, para decirlo de una manera elegante. La Concertación sólo existe a nivel de cúpula, pero no en la base, la que no sólo está desencantada de este conglomerado político, sino también de nosotros por no haber sabido representar sus legítimos y urgentes intereses.
Myriam Verdugo Godoy
Consejera nacional PDC
Habitualmente en el Consejo de la Democracia Cristiana se oyen voces reclamando la actitud poco leal que “los socios” de la concertación tienen con nuestros dirigentes, parlamentarios o autoridades. El “quejumbrerio” al respecto es persistente, habitual. Sin embargo, recordando esas reclamaciones y el reciente acuerdo PPD/PR, es bueno preguntarse ¿los socios se notifican a través de terceros? ¿Toman decisiones inconsultas y luego desafían que no hay vuelta atrás? ¿O conversan, discuten, dialogan, llegar a acuerdos o a consensos que les permitan continuar su sociedad?
Sin lugar a dudas lo que debe hacerse es lo último. Cuando llega el momento de las notificaciones, de las decisiones impuestas a “rompe y raja”, ya no se está hablando de una sociedad.
De esta realidad nacen las voces que califican la decisión de ambos partidos, como rupturista, como acción orientada a arrinconar y destruir a la DC, como la estocada final a una organización que no sabe salir de la crisis en que se encuentra.
Pero si en forma reiterada la dirigencia DC y sus parlamentarios se quejan de la forma en que se trata a “su gente”, en cómo se les persigue y acorrala ¿es lógico que se siga hablando de socios de la concertación? Evidentemente no.
Cuando participamos en reuniones de base, con dirigentes comunales o provinciales, con militantes, o con representantes de organizaciones sociales la queja es siempre la misma: maltrato, ninguneo, persecución.
¿Somos socios o no somos socios?
Creo hace mucho tiempo que no. Creo firmemente que sólo nos une la lógica de seguir administrando el poder radicado en el Estado. Quizás esto tuvo algo de sensato cuando la gente efectivamente pudo palpar algunas mejoras en su situación. También, porque la herencia en modernidad (de la que gozan sólo unos pocos) así como en infraestructura son evidentes. Pero cuando se cayó en el conformismo, se incurrió en la desidia, surgieron focos de corrupción y se dejó de escuchar al pueblo para conocer sus necesidades, esta sociedad constituida por la concertación dejó de tener trascendencia, vocación épica, generosidad, lealtad y -lo que es peor-, dejó de ser una política de promoción y desarrollo; por el contrario, perdió sus ideales y a nosotros nos hizo perder la esperanza.
En el último consejo se oyeron algunas voces reclamando una Junta Nacional para revisar las alianzas políticas de la DC. La Junta será convocada para proclamar a nuestros candidatos a alcaldes y concejales. ¿Cuál es mi opinión sobre este tema? La expresé en la citada reunión: a mi juicio los únicos que temen analizar este tema son quienes integran el poder, pero no el pueblo demócrata cristiano. Lo cierto es que hace ya tiempo que es evidente para todos, que la Concertación está pegada con chicle, para decirlo de una manera elegante. La Concertación sólo existe a nivel de cúpula, pero no en la base, la que no sólo está desencantada de este conglomerado político, sino también de nosotros por no haber sabido representar sus legítimos y urgentes intereses.
Myriam Verdugo Godoy
Consejera nacional PDC
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