miércoles, enero 23, 2008

PARTIDO Y CANDIDATO. R.Fortunatti.

Los partidos Socialista y Demócrata Cristiano no sólo tienen una larga historia —como que son septuagenarios—, sino una larga historia de hitos comunes, y algunos muy intensos. Sus más grandes figuras fueron contemporáneas, y lideraron la mayor transformación política del siglo xx. Eduardo Frei Montalva fue el gran impulsor de la revolución en libertad, mientras que Salvador Allende luchó hasta el sacrificio por el Chile popular.
Allende recibió la banda presidencial de manos de Frei Montalva. Treinta años después, Frei Ruiz-Tagle se la terció a Lagos. Y, si la saga continúa, quizá ambos ex mandatarios se disputen la conducción del quinto gobierno de la Concertación. La necesidad hace al órgano.
Y la necesidad ha empezado a provocar mutaciones. Las elecciones municipales de octubre serán la prueba de fuego de los partidos, de sus tendencias internas y de sus liderazgos. Ellas pondrán de relieve quién es quién en el nuevo mapa político. Veremos el verdadero poder de los alcaldes y concejales. Veremos qué tan firme es el piso de los diputados y senadores. Y, si la reforma política tiene éxito, también sabremos cómo les va en las urnas a los consejeros regionales. Lo que en verdad veremos será el alineamiento de las fuerzas políticas en función de la competencia presidencial.
Pero antes, socialistas y democratacristianos habrán concluido sus respectivos congresos, y habrán renovado sus respectivas mesas directivas. Esto ocurrirá no más allá del mes de abril. Es indudable que los eventos de abril no escaparán a la contienda presidencial. Podría decirse que estarán marcados por las dos posiciones en pugna. La de aquellos que simplemente no se imaginan una mesa sin candidato presidencial, ni una candidatura presidencial sin mesa instrumental. Y la de quienes buscarán separar las decisiones y los tiempos, instalando como prioridad una mesa que garantice gobernabilidad e integración, y sólo después, la nominación del candidato. Lo más probable es que la tensión se lleve al límite de forzar la definición del candidato antes de octubre, pero esto sólo confirmará que es posible separar la elección de mesa de la nominación presidencial.
Es la impresión que deja la respuesta de Isabel Allende cuando se le pregunta si la disidencia socialista tiene candidato único. «Grandes Alamedas no tiene candidato único», sostiene la parlamentaria. Y explica: «Somos extremadamente respetuosos de que acá haya gente que opta por (Jorge) Arrate, otros por Insulza, otros por (Ricardo) Lagos y más de alguno por Alejandro Navarro. Como somos respetuosos, no nos genera conflicto. Pero lo que sí queremos es que el día en que el partido resuelva, en la instancia y con la metodología adecuada, ese candidato cuente con una amplísima mayoría de la Concertación». En la Democracia Cristiana debería ocurrir algo semejante. Gente que opta por Frei, Alvear, Trivelli, González… y que, no obstante, es capaz de situarse por encima de sus legítimas diferencias para concurrir a una fórmula de integración amplia.
Un candidato presidencial nominado hacia la segunda mitad del año a través de un procedimiento de primarias, y que, al igual que en la aspiración socialista, prometa concitar la adhesión mayoritaria de la coalición. Pero lo que no cabe esperar en partidos con historia y tradición ideológicas, es que se abandonen a personalismos de nuevo cuño.