EN MOMENTOS DE DIFICULTAD DEBEMOS VOLVER A NUESTRAS RAICES ....Manuel Roman.
Tengo la certeza que hoy leemos poco, a pesar de esto me atrevo a seguir escribiendo partir de mi propia experiencia y a través de la recopilación de otras experiencias, pero acercándome lo más posible a la visión cristiana de la vida y el universo que modestamente puedo entender, pero esa pequeña luz que logro captar me hace ver la verdad que Jesucristo nos dejo. La preocupación que hoy se confunde la belleza con la verdad, donde existe la belleza de la farándula y la parafernalia, no necesariamente hay verdad, los adornos con que invaden el mundo de hoy para que unos pocos tengan la tuición de las grandes mayorías son con efectos morfinicos en orden a que las grandes mayorías no logren sentir el dolor que les va aquejando, hasta que estos pocos consoliden sus espacios, por tanto en ese momento no importa el dolor del pueblo, ya no hay retorno. Entre los años 1922 y 1932, un grupo de jóvenes científicos físicos, seguidores de Einstein con edades entre los 22 y 23 años, se dedicaron a estudiar la física y generaron toda una revolución que aún se vive y es aplicable. Sin embargo los cristianos podemos dar fe de una historia de 2000 años de oración, de contemplación, de acción, de participación, teniendo la claridad que en nuestra condición de hombres también hemos cometido errores. Los que nos declaramos cristianos en política, hombres y mujeres, no es por moda ni por razones antojadizas; es una opción de las personas que asumiendo su libre albedrío, adquiere un compromiso y se hace parte de la identidad cristiana. Los cristianos desde sus diversas actividades tienen un rol y un compromiso de trabajo y lucha por transformar la realidad y construir el reino en la tierra; esto nos lleva a estar presente en todos los espacios en que cada uno nos enfrentamos con las estructuras establecidas y hacer presente la verdad cristiana, lo que nos convierte en cristianos en política. En este rol y como miembros de una sociedad construida sobre la base del materialismo, el egoísmo y la falta de solidaridad, los cristianos en política vemos como la realidad que enfrentamos va empeorando, tanto en lo político, económico, social, cultural, medioambiental, etc. Nos enfrentamos a un sistema político-económico, que va institucionalizando la injusticia y dañando a los más vulnerables. Un sistema económico increíblemente voraz, manteniendo a una minoría con excelentes condiciones de vida hasta el derroche, mientras que las grandes mayorías en el mundo sufren de la inequidad, explotación y la miseria; además nos asola una política mundial al servicio de ese modelo económico, de ese sistema capitalista neoliberal que nos corrompe y aliena. Nos hace que adoremos al ídolo del dinero y nos hace individualistas para que no nos preocupemos por el mal ajeno, haciéndonos pensar que estamos solos en el mundo, que no hay nada que cambiar, nada por qué luchar, ni esperanza que nos haga seguir. Vivimos en un clima generalizado de violencia, delincuencia, drogas, migración, destrucción ambiental y esto dentro de guerras, homicidios, feminicidios, etc., que están a la orden del día en cualquier país del mundo y que socialmente dañan la integridad de las personas desde su cuna. Por muy pobre o muy rico que este sea, no escapa a esta realidad de muerte que se llamaba el pecado social, o pecado estructural, que es el que nace a raíz de las condiciones y limitantes que el sistema da y produce, siempre en beneficio de unos pocos y de grandes mayorías de personas excluidas, marginadas, sin educación. Nuestra cultura e identidad están siendo duramente dañadas; se ha dado un auge de pérdida de valores que están desencadenando en una muerte de nuestra identidad como pueblo, si teníamos una baja identidad con lo nuestro el sistema la hace más lejana aún. Estamos tan enajenados y dañados culturalmente que hemos terminado por aceptar como común, sucesos dañinos a la sociedad; por ejemplo: que expresemos una lagrima solidaria frente al TV y no en la participación; que indiscriminadamente deforesten los bosques; que estén haciendo desaparecer la fauna marina; o el alto costo de la vida en la canasta básica, etc. Sin embargo lo miramos como algo ajeno a nuestra realidad, ni mucho menos como algo que podamos participar activamente para evitar; olvidamos lo nuestro y preferimos los espejos y luces multicolores que nos traen de otros lados. Nos invaden y somos víctimas de la moda y del consumismo y esto nos distrae de lo verdaderamente importante. No es malo querer ir al cine o ver un partido de fútbol o querer tener algo, pero cuando le damos más importancia a estas cosas, que a las problemáticas surgidas de la falta de acceso de necesidades humanas básicas que la gran mayoría de la sociedad civil no posee, tenemos un grave problema de prioridades, el sistema dejo en cartelera preferencial la farándula, el pán y el circo y en un lugar muy secundario la participación de la sociedad en el crecimiento, el desarrollo y los beneficios. En esto entra en juego una gran palabra - Solidaridad - es parte de los valores culturales del mundo cristiano, sin dejar de rescatar lo que nos legaron nuestros antepasados indígenas y que ya están desapareciendo. Nuestro ambiente, nuestra madre tierra, todos los días clama ayuda al creador ante la muerte de sus ríos, lagos, árboles y animales. La estamos matando; nosotros y nosotras no hacemos nada por detener los atroces abusos de unos pocos ignorantes que piensan que la tierra la heredaron de sus padres. No saben que en realidad la tienen prestada de sus hijos. Los ríos contaminados, el aire irrespirable, nuestros animales extintos; la biodiversidad robada, la pérdida de nuestra soberanía alimentaría, la invasión de alimentos transgénicos que nos llenan de enfermedades, nuestro planeta casi sin ozono y con ese cambio climático severo son productos de unos pocos dementes que juegan a ser Dios y que piensan que el dinero se puede comer y beber y respirar. Todo lo hasta aquí mencionado ¿no es suficiente para que los cristianos asuman un rol en política?; porque ser cristiano es verbo, es decir, acción; los cristianos en política deben ser generadores de ejemplo y motivación en especial con las nuevas generaciones, con los más jóvenes, que ante los malestares del mundo y la inequidad que sufre la gran mayoría de las personas no se puede mirar para otro lado, hay que enfrentar porque es nuestro deber y obligación cambiar las cosas y mejorarlas, ser evangelio viviente que al igual que Jesucristo denuncien lo malo y promuevan lo bueno. Ante esta realidad de violencia, de indiferencia, de pérdida de valores y otros mil problemas y males que se tejen y entretejen formando una quimera, ¿por qué las y los cristianos no hacemos algo para cambiar nuestra realidad? Los cristianos somos una gran fuerza en Chile y en el mundo entero, pero somos una fuerza que esta pasiva. Es así por que este sistema devorador le conviene que los cristianos, los jóvenes, los hombres y mujeres estemos dormidos y por esto el sistema favorece a unos pocos y a los muchos les niega educación, seguridad, soberanía alimentaría, salud, en fin la calidad de vida a la que todos y todas tenemos derecho. A los estados les conviene que exista una sociedad civil ignorante, que no opine, que mantenga el rostro abajo y que no diga lo malo de la realidad que los envuelve. Los y las jóvenes anhelan llegar a la adultez porque el sistema nos enseña que como jóvenes no podemos hacer nada y que solo siendo adultos podemos tener cualquier tipo de participación. Además, los pocos jóvenes concientes de esa realidad de explotación, exclusión e irrespeto a la juventud no se organizan para concientizar a otros jóvenes y sacarlos de ese abismo de enajenación en que los han sumergidos años de mensajes adormecedores de los medios de comunicación amarillistas y los sistemas de educación que solo responden a los intereses del capitalismo neoliberal. Estamos separados, somos como pequeñas islas desconectadas que no sabemos unos de otros y eso nos hace aun más vulnerables; una hoja de papel sola, cualquiera la rompe pero quinientas o mil unidas son muy difíciles de romper. Entonces ¿cual es nuestro reto como cristianos frente a la realidad de opresión, dolor y muerte que vivimos o sufrimos en este nuevo siglo? En un primer lugar estar concientes de la problemática, saber que ocurre y no quedarnos con lo que dicen los periódicos o la televisión. Debemos agrandar nuestro criterio y buscar la verdad; pero no buscar ver con los ojos de alguien más, o escuchar con otros oídos sino utilizar nuestros propios sentidos para formar nuestros criterios. No quedarnos en la ignorancia. No podemos aceptar la mentira que por ser jóvenes, pobres o con pocos recursos académicos "no podemos", o que por lo mismo no tenemos la experiencia para tal o cual cosa. Eso es el mayor engaño pues una persona puede ser mucho más capaz para cualquier cosa que un propietario del capital. Siendo cristianos, sin importar el grupo etáreo, podemos hacer mucho y, tal vez, más que los mayores capitalistas. La solidaridad nos enseña a sentir el mal ajeno como propio. Las problemáticas que no nos afectan directamente son por las que más hay que luchar para conseguir un cambio. Recordemos que somos sal y luz en el mundo: como la sal conservemos las cosas y demos sabor, y si somos luz pues iluminemos. Como segundo paso, considerando que lo primero no es nada fácil, es necesario concientizar a las y los demás. Con esto hay que tener guantes de seda porque a muchos no les gusta escuchar a otros que son iguales. Tenemos que llegar a un punto en que las personas, hombres, mujeres, jóvenes y viejos, pobres y ricos, cristianos asuman un rol político y que capaciten hagamos cosas y organicemos cosas para todos desde nuestra identidad cristiana poder decir que Dios no quiere que sus hijos se mueran de hambre por un sistema tan devorador que hace que todos y todas solo seamos simples marionetas de trabajo o cosas. Es de hacer ver nuestros puntos de vista sin ofender ni incomodar a los demás, en un primer momento. La conciencia dada por Dios nos hará ver cuando habrá que ser más fuertes en manifestar nuestras ideas. Es que es mejor dar un golpe que despierte que un golpe para cerrar la caja en un entierro. En nuestro país muchos jóvenes están medio muertos ya sea por el grado de violencia en que vivimos, la migración, las drogas, la exclusión, el desempleo, en fin somos víctimas de muerte del pecado estructural y del gran pecado de mirar hacia la vereda de enfrente cuando los problemas los tenemos al lado. Tenemos que involucrarnos para no dejar que otros tomen nuestras decisiones. Si el estado desarrolla una política que nos involucra, ¿por qué no podemos participar en su creación, implementación y desarrollo? Y si no lo permiten exigirlo. Tenemos derecho a participar en aquellas cosas que se refieren a nosotros y es el momento de perder el miedo a lo nuevo y alzar nuestra voz y decir "Yo pienso". El punto es buscar involucrarnos en todas las cuestiones de las que históricamente hemos sido excluidos y así demostrar que somos capaces de hacer algo por nosotros y nosotras mismos. El reto es mostrar que somos levadura y hacer ver que conocimiento y capacidad no siempre son directamente proporcionales a la edad y a la riqueza que se posee. Para eso hay que sacar a todos ese pensamiento tonto que el sistema nos inculca que los y las personas somos vagos, flojos, tontos, irresponsables, y pecadores; es tiempo de despojarnos de esos estigmas, de crear y forjar nuestro propio futuro. Como cristianos tenemos una misión importantísima en este mundo que nos ha dado Dios para que lo cuidemos y lo protejamos: llevar la buena nueva de liberación a todos y todas y decirles que Dios nos dio el albedrío para escoger lo mejor para nosotros y para nuestras comunidades. Tenemos que ser micrófonos de Dios, mensajeros, profetas, que denuncien la maldad y las injusticias de este mundo y busquemos construir ese otro mundo posible donde todos y todas seamos iguales, donde quepamos todos y nadie sobre, donde todos seamos hermanos y hermanas, hijos, todos y todas, del mismo Dios.
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