CONCENTRACION DEL PODER ECONOMICO Y UNIDAD DE LOS TRABAJADORES...H.Bosselin.
Los recientes conflictos laborales preocupan a la opinión pública. Los gremios empresariales han expresado su alarma e inquietud respecto de la organización de los trabajadores en las luchas emprendidas a raíz de la subcontratación. Esta, como dice el Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile, es una realidad muy extendida en el mundo, sobre todo en las grandes empresas y se ha ido convirtiendo en un mecanismo destinado a disminuir los costos laborales, estructurando muchas veces un régimen laboral que no se realiza en condiciones dignas y justas.
La concentración económica es en Chile, una realidad. Palabras más o palabras menos, la misma es defendida por los sectores que se muestran partidarios de la economía neoliberal. Estos afirman que el proceso de globalización requiere para estimular el crecimiento económico una mayor concentración de la riqueza. A mayor concentración económica, existiría, según esas personas, un mayor crecimiento y ello acarrearía la prosperidad general. Cada vez que se incrementa la concentración económica y se protesta y reclama en contra de ella, surgen dirigentes empresariales y políticos, bien sea independiente, de oposición e incluso de gobierno, afirmando que no se pueden hacer críticas hacia el proceso, por ser el mismo muy favorable para el progreso del país.
No es extraño que ante tan intensa concentración económica, los trabajadores, el mundo laboral, el mundo sindical esté desarrollando, como una reacción lógica y natural, un mayor grado de asociación. Por eso se busca aumentar los niveles de la negociación colectiva, para que ésta no sólo se realice a nivel de empresas, sino por sectores o ramas de la actividad productiva. Esas negociaciones colectivas, que son las que preocupan y alarman a ciertos sectores empresariales muy poderosos están dentro de la lógica de la economía. A un gran poder, a una gran concentración económica, la naturaleza de las cosas, impone como respuesta legítima la unidad laboral, la unidad del mundo del trabajo. Si hay sectores económicos en los cuales las empresas que en él participan se han ido reduciendo, por la vía de fusiones, y en lugar de cien o doscientas empresas distintas, ahora nos encontramos con dos grandes cadenas que absorben la totalidad del mercado, es obvio que los trabajadores tiendan naturalmente a asociarse y unirse en torno a sus intereses comunes para presentar un frente único ante esas grandes cadenas.
Así, progresivamente, a mayor concentración económica al elevarse los grados de conciencia y las necesidades se irán produciendo una mayor fuerza laboral, una mayor unidad de los trabajadores. Ésta es la respuesta legítima en una economía corporativa de mercado como la que tenemos actualmente, muy centralizada y concentrada.
La subcontratación y toda la compleja realidad social que la acompaña, deja al descubierto los hechos que venimos comentando. Nada se sacará con seguir reclamando en contra del mundo laboral. Los trabajadores han emprendido una lucha legítima. A ella se sumará la clase media, los profesionales y técnicos y todos los que laboran en forma distinta al gran empresariado. Se sumarán necesariamente los micro y pequeños empresarios, que se verán impelidos igualmente a asociarse y a unirse para poder en esta economía ultra concentrada, relacionarse con el gran poder, en términos más equilibrados. La naturaleza tiende a que las fuerzas se equilibren.
Al respecto cabe recordar el numerando octavo de la declaración de principios de la democracia Cristiana: “El partido sustenta el más amplio derecho de los empleados, de los obreros y campesinos a organizarse en sindicatos, federaciones y confederaciones sindicales, y reclama un régimen jurídico que garantice de manera efectiva ese derecho y la igualdad esencial en el trabajo de todos los trabajadores. El sindicato, como elemento forjador de la conciencia obrera y del movimiento social, es instrumento de liberación y dignificación proletarias y medio insustituible para hacer valer el aporte de los trabajadores a la comunidad y reclamar el mejoramiento de los niveles de su existencia. La democracia cristiana desecha las tácticas extremistas como propias de una etapa ya superada del sindicalismo, y afirma que éste tiene la responsabilidad de trabajar por las soluciones progresivas y concretas que los problemas sociales y económicos admitan. La organización sindical debe actuar libre de toda tutela estatal, partidista o patronal, para llevar adelante sus reivindicaciones con máxima unidad”.
La concentración económica es en Chile, una realidad. Palabras más o palabras menos, la misma es defendida por los sectores que se muestran partidarios de la economía neoliberal. Estos afirman que el proceso de globalización requiere para estimular el crecimiento económico una mayor concentración de la riqueza. A mayor concentración económica, existiría, según esas personas, un mayor crecimiento y ello acarrearía la prosperidad general. Cada vez que se incrementa la concentración económica y se protesta y reclama en contra de ella, surgen dirigentes empresariales y políticos, bien sea independiente, de oposición e incluso de gobierno, afirmando que no se pueden hacer críticas hacia el proceso, por ser el mismo muy favorable para el progreso del país.
No es extraño que ante tan intensa concentración económica, los trabajadores, el mundo laboral, el mundo sindical esté desarrollando, como una reacción lógica y natural, un mayor grado de asociación. Por eso se busca aumentar los niveles de la negociación colectiva, para que ésta no sólo se realice a nivel de empresas, sino por sectores o ramas de la actividad productiva. Esas negociaciones colectivas, que son las que preocupan y alarman a ciertos sectores empresariales muy poderosos están dentro de la lógica de la economía. A un gran poder, a una gran concentración económica, la naturaleza de las cosas, impone como respuesta legítima la unidad laboral, la unidad del mundo del trabajo. Si hay sectores económicos en los cuales las empresas que en él participan se han ido reduciendo, por la vía de fusiones, y en lugar de cien o doscientas empresas distintas, ahora nos encontramos con dos grandes cadenas que absorben la totalidad del mercado, es obvio que los trabajadores tiendan naturalmente a asociarse y unirse en torno a sus intereses comunes para presentar un frente único ante esas grandes cadenas.
Así, progresivamente, a mayor concentración económica al elevarse los grados de conciencia y las necesidades se irán produciendo una mayor fuerza laboral, una mayor unidad de los trabajadores. Ésta es la respuesta legítima en una economía corporativa de mercado como la que tenemos actualmente, muy centralizada y concentrada.
La subcontratación y toda la compleja realidad social que la acompaña, deja al descubierto los hechos que venimos comentando. Nada se sacará con seguir reclamando en contra del mundo laboral. Los trabajadores han emprendido una lucha legítima. A ella se sumará la clase media, los profesionales y técnicos y todos los que laboran en forma distinta al gran empresariado. Se sumarán necesariamente los micro y pequeños empresarios, que se verán impelidos igualmente a asociarse y a unirse para poder en esta economía ultra concentrada, relacionarse con el gran poder, en términos más equilibrados. La naturaleza tiende a que las fuerzas se equilibren.
Al respecto cabe recordar el numerando octavo de la declaración de principios de la democracia Cristiana: “El partido sustenta el más amplio derecho de los empleados, de los obreros y campesinos a organizarse en sindicatos, federaciones y confederaciones sindicales, y reclama un régimen jurídico que garantice de manera efectiva ese derecho y la igualdad esencial en el trabajo de todos los trabajadores. El sindicato, como elemento forjador de la conciencia obrera y del movimiento social, es instrumento de liberación y dignificación proletarias y medio insustituible para hacer valer el aporte de los trabajadores a la comunidad y reclamar el mejoramiento de los niveles de su existencia. La democracia cristiana desecha las tácticas extremistas como propias de una etapa ya superada del sindicalismo, y afirma que éste tiene la responsabilidad de trabajar por las soluciones progresivas y concretas que los problemas sociales y económicos admitan. La organización sindical debe actuar libre de toda tutela estatal, partidista o patronal, para llevar adelante sus reivindicaciones con máxima unidad”.
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