domingo, junio 10, 2007

...La Política de la Esperanza....Cabezas Negras....

Lo demandado y la lucha por democratizar los países en América Latina en la década de los 80 ha ido demostrando que el estado democrático reconquistado no ha podido dar cuenta de los intereses de todos actores sociales. El concepto de Sociedad Civil comenzó en Latinoamérica a expresar la capacidad de la gente para organizarse y resolver sus necesidades y aspiraciones, dado que la democracia que se consolidó no le pareció ser todo lo bueno que dijo ser, prueba de ello es la irrupción de algunos candidatos con este slogan de campaña.
El estado y la política de las post-dictaduras se mostró incapaz de articular las demandas de la gente y de resolver sus necesidades de integración y desarrollo igualitario.
Nuestro país – los estudios y encuestas así lo demuestran- está en un proceso y un momento donde el estado nacional se ha debilitado y el tema no es solo nacional o continental, sino también mundial, por lo que la cuestión es aún más compleja que a principios de este siglo, dónde el territorio estaba circunscrito a una nación. Hoy y el siglo próximo nos enfrenta aceleradamente a un espacio común dominado por pocos, pero con muchos que buscan algo distinto a lo existente, por esto pareciera que el Estado como expresión de la sociedad se transformó en su propio enemigo, tanto con el autoritarismo de las dictaduras en Latinoamérica, como el totalitarismo del socialismo y hasta la disociación de la sociedad con el Estado de bienestar existentes en Europa y EEUU. Esta nueva realidad mostró que no siempre el Estado produce la justicia, ni es garante de la democracia, tampoco lo será solo el mercado. Por está razón los grupos políticos dominantes deben comenzar a entender que los actuales procesos sociales son absolutamente distintos a las dinámicas de la década pasada, hoy las necesidades son absolutamente heterogéneas y de distinta índole y las prioridades, por cierto, han cambiado radicalmente, prueba de ello es la irrupción de las nuevas tecnologías, en la que pasaron a ser artículos de primera necesidad y de carácter masivo debido a los requerimientos de la actualidad, aún y cuando la brecha digital sigue ahondando las diferencia entre los países tercermundistas y los denominados “países ricos”.
A la luz de lo expresado con anterioridad la pregunta que muchos se hacen es: ¿Cuál es el objetivo del poder hoy? ¿Nuestro partido está en condiciones de representar fielmente las necesidades de los ciudadanos y la sociedad en general? ¿Los partidos gobernantes -la DC en particular- utilizarán el poder para realizar las mejoras necesarias para fomentar el crecimiento y la justicia social, o solo por el simple hecho de tenerlo para administrarlo en beneficio propio?
La respuesta es una y no tiene discusión al interior de la colectividad… Necesitamos un Estado conducido por dirigentes cristianos, que intenten guiar a su pueblo hacia formas de vida cristianas… ¿ Porqué ? Porque los cristianos son personas para las cuales la vida sobre la tierra y su estructuración y organización en unidades sociales y administrativas, es determinada por el reinado de Cristo, lo que implica luchar por beneficiar a las personas, lograr que sus vidas estén guiadas por conductas morales y éticas acordes a nuestra ideología, como lo representa fielmente “la Teología de la Liberación” en la que se alega y busca un reino de justicia sobre la tierra, un gobierno que favorezca el desarrollo personal y social y que este ayude a desarrollar tanto lo intelectual, como los valores morales y éticos de nuestras comunidades, como así también, lograr que a todos lleguen los beneficios económicos y no tan solo a unos pocos favorecidos.
La justicia social debiese ser el motor que nos guíe hacia la obtención del poder, teniendo como objetivo lograr disminuir las abismantes diferencias entre ricos y pobres, o como a algunos les gusta decir entre ricos y clase media. No nos olvidemos que destacados investigadores y organismos internacionales han reconocido que la distribución de la riqueza es totalmente injusta, que en muchos países, incluido Chile, el poder económico pertenece solo un 7% de la sociedad, obteniendo éstos todos los beneficios de la modernidad, en contraparte al resto de la población que solo se debe conformar con endeudarse para poder satisfacer las necesidades que el sistema imperante les impone.
Tenemos claro que las prioridades de toda nuestra comunidad están basadas en satisfacer las necesidades básicas (alimentación, educación, salud, vivienda, trabajo y hoy por hoy, sabemos que entran en este canon las nuevas tecnologías), pero hoy en día como partido perteneciente al gobierno actual ¿Estamos velando porque estas premisas se cumplan efectivamente? ¿Hemos mejorado el nivel de vida real de los chilenos y nos hemos preocupado por ello? ¿Cómo partido Cristiano y Humanista nos hemos preocupado efectivamente de guiar moral y éticamente a nuestra sociedad? ¿De mostrarle que existe algo más allá que el consumismo exacerbado..?
La verdad es que muchos pensamos que nuestro partido está en deuda, pero aún estamos a tiempo de enmendar el rumbo, podemos y tenemos el deber moral de hacerlo, porque efectivamente se deben satisfacer las siempre crecientes necesidades, pero también no se debe olvidar cultivar la espiritualidad y calidad moral. Esto ha conducido a muchos cristianos a sostener que la única prueba ética aceptable para una estructura estatal o gubernamental satisfactoria es aquella calculada de acuerdo con la satisfacción de las
necesidades materiales y con el cumplimiento de los esquemas de justicia social basados en ella, junto a las propuestas éticas y defensas de la moral que se haga.
No es el capitalismo, con sus incentivos dependientes de la ganancia, el que provoca falsas expectativas, sino que las ideologías progresistas, que enseñan a los hombres que las estructuras políticas y sociales existentes son culpables de su estado de pobreza. Es allí donde reside la causa de las expectativas aumentadas artificialmente. Ellas sugieren una solución que no se obtiene a través de un mayor trabajo o la iniciativa del individuo, sino que a través de una simple moralidad colectiva —un cambio político en el modo de conducción de la sociedad. Las sociedades que en general este tipo de idealismo progresista encuentra mejor respuesta son aquellas en que el capitalismo recién ha comenzado a entregar sus frutos: hay muchos países latinoamericanos que ilustran cómo una elite progresista dentro de la "intelligentsia" convierte los genuinos incentivos materiales generados por el desarrollo capitalista en falsas expectativas para las masas, prueba de ello es ver las publicaciones que han aparecido en los medios de prensa a raíz de los hechos ocurridos durante los últimos meses en nuestro país.
El capitalismo -como lo concebimos- se transformó, pasando de una forma económica rodeada de muchas formaciones sociales y políticas precapitalistas, a una forma social que en si misma está economizada. La forma y el entorno de nuestra sociedad ha sido invadida por los valores del mercado. Estos han penetrado de manera creciente las relaciones de familia, las educacionales, las personales e incluso las espirituales, eliminando las tradiciones, las que entregaban mayor ayuda mutua, mayor idealismo y responsabilidad moral, en contraste con las normas de conducta mercantilista. Términos como industrialismo o consumismo son meros eufemismos para designar un aburguesamiento que todo lo impregna y que implica bastante más que apetito de mercancías y sofisticación tecnológica.
Estamos asistiendo a la expansión de las relaciones mercantiles en todas las áreas de la vida y en los movimientos sociales, que en otro tiempo ofrecieron cierta resistencia (cuando no un refugio) contra las formas competitivas, amorales y acumuladoras de interacción humana. Sabemos que no existe ninguna señal de que en un futuro previsible vayamos a afrontar una crisis económica comparable a la gran depresión ocurrida en la década de los treinta en los Estados Unidos por lo que esperar algún cambio en las políticas económicas es impensable. Respecto al control de los factores internos de crisis a largo plazo que pudieran crear un interés general por una nueva sociedad, el capitalismo tuvo mejores resultados en los últimos cincuenta años que en el siglo y medio anterior, el periodo de su ascenso histórico. Tal como están las cosas hoy, es ilusorio creer que el capitalismo sufra un colapso desde dentro, como resultado de las contradicciones de su propio desarrollo. Pero existen signos dramáticos de que el capitalismo, organizado en un sistema de mercado basado en la competencia y el crecimiento, debería trastornar y transformar el mundo natural como hoy lo concebimos, transformando el suelo en arena, contaminando la atmósfera, cambiando todas las condiciones climáticas del planeta, y posiblemente volviendo la tierra inhóspita para las complejas formas de vida actuales. El capitalismo exacerbado está produciendo las condiciones externas para una crisis, una crisis ecológica, que bien podría despertar un interés generalizado por un cambio social radical, cuestión que no es menor al ver lo que está ocurriendo en todo el mundo y al observar como han ido apareciendo líderes ecologistas y políticos que defienden a unos u otros sectores dependiendo de sus intereses. Es en este escenario donde debemos atacar, debemos guiar y encontrar las pautas para ser innovadores políticamente y guiadores morales, tenemos la obligación de no defraudar a nuestros electores, ayudando a fomentar políticas de desarrollo integrales y a resguardar las tradiciones morales y éticas que nos han acompañado desde nuestra creación.El panorama no es alentador, eso está claro, pero los grandes cambios se producen en momentos de crisis.. Si sabemos cómo hacerlo, si podemos enmendar el rumbo y representar las necesidades de nuestra gente, velar por los grandes temas y bogar por conseguir justicia social, podemos convertirnos nuevamente en un referente y guía para todos los sectores de nuestro país. La clave es saber en que lugar nos colocamos… en el del lado de la cuidadanía o en la acera de enfrente.