...Aporte de C.Amtmann..Presidente Provincial Valdivia....

BREVE APORTE DOCTRINARIO AL TEMA “MEDIO AMBIENTE” EN EL
V CONGRESO DEL PARTIDO DEMÓCRATA CRISTIANO.
La discusión y planteamientos sobre socio-economía y desarrollo, destaca que en los años 80 se agravaron algunos efectos negativos de la modernidad industrial. Han aparecido problemas ambientales globales, tales como el debilitamiento de la capa de ozono, el cambio climático global, junto a la intensificación de la desertificación, la contaminación de agua, aire y suelos, la deforestación de los bosques templados y tropicales, la tasa de extinción de especies, y serias dificultades en las fuentes de energías.
Frente a los fenómenos mencionados se ha producido una profundización de la conciencia ante la situación planetaria medioambiental, especialmente entre los jóvenes. Sin embargo, aún existen una diversidad de expresiones que van desde el desconocimiento y desinterés, hasta los fundamentalismos ecologistas y sus visiones de ambientalismo radical, que desvalorizan al ser humano y a sus avances en ciencia y tecnología.
Dentro de esta variedad de formas de relacionarse con la naturaleza y el medio ambiente, son equívocos los análisis que atribuyen al judeo-cristianismo una concepción filosófica basada exclusivamente en el paradigma del antropocentrismo, según el cual todo el mundo natural estaría al servicio del uso y expuesto al abuso del ser humano. El inquilino llegado en el último momento se habría adueñado del hogar -oikós- del mundo y lo habría explotado en su propio y exclusivo beneficio.
No obstante, para la espiritualidad cristiana la afirmación de que el ser humano ha sido creado a imagen de Dios es, precisamente, una forma de subrayar su responsabilidad en el cuidado respetuoso de su propia creación y respeto a la creación. En Centésimus Annus se señala que en “la raíz de la insensata destrucción del ambiente natural hay un error antropológico, por desgracia muy difundido en nuestro tiempo. El hombre, que descubre su capacidad de transformar y, en cierto sentido, de «crear» el mundo con el propio trabajo, olvida que éste se desarrolla siempre sobre la base de la primera y originaria donación de las cosas”. Como se recuerda en el Génesis, la especie humana recibió dos mandatos, que se complementan mutuamente: el primero, propagar la vida; el segundo, dominar la naturaleza, que no se dio para destruir los bienes naturales, sino para satisfacer con ellos las necesidades de la vida humana.
Así, la preocupación por el medio ambiente se convierte en una cuestión moral.
Atendiendo a sus fundamentos doctrinarios, para la Democracia Cristiana la preocupación por las relaciones armónicas de los seres humanos con la naturaleza, surge del concepto de persona humana, en cuanto universo de naturaleza espiritual, dotada de razón y libertad y con un centro inagotable de conocimientos y creatividad. Los seres humanos son personas, que realizan acciones reflexivas que al tener conciencia de ellas –de ser autor de sus actos- conllevan a un alto sentido de responsabilidad. Uno de los ámbitos en que este sentido de responsabilidad se debe presentar con mayor intensidad, es lo relativo a la vinculación con la naturaleza, el cuidado del oikós.
La perspectiva ecológica de la Democracia Cristiana pone en el centro a la persona: no es la persona para la naturaleza, sino la naturaleza para la persona. Porque la ecología comienza por la persona (ecología humana), también la persona ha de comenzar actuando ecológicamente.
Por otra parte, la persona es subsistencia relacional: vivir es convivir siendo el sentido del yo sustituido por el yo-tú y el yo-nosotros; de estas relaciones se desprende una orientación ligada al bien común y a la solidaridad.
Igualmente está presente el sentido de justicia social de acuerdo al cual es posible la unión solidaria entre personas y condiciones desiguales, en base a los valores de la dignidad humana, el sentido de la responsabilidad ciudadana, empresarial, gubernamental y universal. El desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico, sino que debe ser integral promoviendo a todos los hombres y a todo el hombre. Los recursos naturales son para uso de todos los hombres y de todos los pueblos, de modo que los bienes creados, en forma equitativa, deben alcanzar a todos bajo la dirección de la justicia acompañada por la caridad.
Los valores enunciados no se expresan sólo en la preocupación de las relaciones con la naturaleza por parte de las actuales generaciones, sino que una indispensable proyección histórica lleva a considerar a la sociedad como un sujeto diacrónico que incorpora en el presente a la tradición de los que han sido, y a quienes serán. Las nuevas generaciones existen como sujetos de derecho aunque no existan en la vida real. Por tanto, ellas están presentes en el legado de la humanidad, en la riqueza natural que se les resta, en la tecnología y en la energía que se escoge. La diacronía social se vincula directamente con los problemas medioambientales como expresión de solidaridad con las generaciones futuras.
A su vez, en muchas ocasiones el trabajo humano expolia la naturaleza y degrada el medio ambiente. Pero en una especie de fatal círculo vicioso, el medio ambiente, una vez deteriorado, dificulta el trabajo humano y lo convierte prácticamente en inútil. En consecuencia, es preciso redefinir en cada tiempo y en cada lugar la comprensión del trabajo humano, su forma de ejercicio y su orientación respecto a la naturaleza. Los fines no justifican cualquier medio. De allí que, las orientaciones del desarrollo, especialmente en las últimas décadas, llevan a situar el derecho a un medio ambiente saludable en el marco de un concepto más amplio como es el del derecho a la vida.
Consecuentemente, desde la perspectiva de los derechos humanos la Democracia Cristiana asume el derecho a un medio ambiente saludable para la actual y las generaciones por venir. La ecología humana y su preocupación por las condiciones medioambientales trasforma la calidad de vida para las generaciones en uno de los derechos humanos, teniendo presente que la noción de desarrollo humano sustentable no supone una actitud regresiva y bucólica, sino que enfrentar el reto de humanizar la civilización tecnológica sin tener que renunciar por ello a sus éxitos.
La cuestión ecológica que, como se ha señalado, resiente algunos derechos humanos esenciales, se vincula negativamente con el problema del consumismo. En efecto, el ser humano impulsado por el deseo de tener y gozar, más que de ser y de crecer, consume de manera excesiva y desordenada los recursos de la tierra y su misma vida, desviándose del recto camino utilizan recursos contra la razón humana o contra la naturaleza social de estos últimos. El comportamiento consumista sin sujeción a control moral, se presenta más intensamente en las naciones y en los sectores sociales con mayores privilegios. Esto limita contemporáneamente la libertad y posibilidades de los demás, es decir, de aquellos que sufren deficiencias relevantes y son empujados hacia condiciones de cada vez menores niveles de calidad de vida. Así se aprecia, una vez más, la interrelación entre los fenómenos sociales y la centralidad de la justicia, pues las primeras víctimas son siempre los pobres.
Para la Democracia Cristiana el verdadero desarrollo debe ser sustentable tanto en lo social, como en lo medio ambiental, en lo político y en lo económico.
Específicamente, el desafío de un desarrollo humano compatible con la sustentabilidad ambiental, junto con tener su base en principios éticos fundamentales del humanismo cristiano, se expresa en requerimientos de pautas de acción en los distintos ámbitos de la sociedad: comunidad, estado y mercado.
El mercado, no obstante los procesos de certificación incorporados al comercio internacional, no garantiza esta sustentabilidad, especialmente si se constata que no pocos seres humanos parecieran no percibir otros significados de su ambiente natural, sino solamente aquellos que sirven a los fines de un uso inmediato y al consumo.
Por ello son importantes los propósitos de las empresas que idealmente se debieran expresar en maximizar el bienestar neto de la comunidad en su conjunto y en el largo plazo, suministrando los mejores bienes y servicios, al máximo número de gentes y por el mayor tiempo posible. Igualmente, la responsabilidad social de las empresas contribuye a este objetivo en la medida que se alce sobre dos tipos de cimientos: uno debe ser el altruismo relacionado con lo que las empresas deberían hacer; el otro debe estar relacionado con la regulación que define lo que las empresas no deberían hacer.
El papel del Estado es fundamental en la temática medioambiental. Es deber del Estado proveer la defensa y tutela de los bienes colectivos, como son el ambiente natural y el ambiente humano, cuya salvaguardia no puede estar asegurada por los simples mecanismos de mercado.
La comunidad en sus variadas expresiones de organización de la sociedad civil, a su vez, requiere cultivar cotidianamente actitudes y comportamientos simples, desde el ahorro en el consumo de energía o hábitos de reciclaje de deshechos, así como en la movilización social vigilante y proactiva tendiente a compatibilizar la calidad de vida de las variadas formas de comunidades –residenciales urbanas o rurales, de profesionales, de grupos étnicos, virtuales, de vínculos mutualistas y de servicio – con respeto a los valores y normas nucleares compartidos del orden social y las libertades individuales.
Finalmente, en los temas medioambientales la Democracia Cristiana valora la búsqueda del entendimiento entre personas con distintos enfoques filosóficos e ideologías. La magnitud e importancia de los problemas ecológicos amerita no sólo el intercambio de opiniones técnicas, sino especialmente el desarrollo de “diálogos morales” para los cuales es fundamental la perspectiva humanista cristiana. Valdivia, mayo 2007
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