....El Comunitarismo nos urge...Gonzalo Wielandt
Nuestro país enfrenta diversas crisis, algunas de las cuales han tenido consecuencias sociales dañinas y otras pueden llegar a tenerlas. El caso del transporte público, ejemplificado en el Plan Transantiago, y la debilidad energética de nuestro país siembran una gran incertidumbre social y política que nos debe impulsar a tomar una nueva disposición político-ideológica.
El gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet es, por un lado, la culminación de un ciclo de gobiernos concertacionistas que han administrado el modelo de desarrollo heredado de la dictadura. Un modelo neoliberal, caracterizado por el desamparo social, que muestra en la vida cotidiana su más profunda herida, la herida de la humillación social, que en algunas oportunidades desata la ira social de actores aislados. Por otro lado, el gobierno de la Presidenta Bachelet significa un giro, más allá del éxito o no del mismo, de la orientación político-ideológica de los eventuales gobiernos futuros de la concertación. La Presidenta Bachelet ha hecho alusión fundamental al inicio de la instauración de un sistema de protección social en Chile. Hecho y política pública de raíz profundamente humanista, pero que nos presenta como democratacristianos un fuerte desafío. La concertación, a partir de ello, asume un proyecto socialdemócrata o bien uno de raigambre comunitarista. No se debe pretender tratar ambos proyectos como si fueran caminos excluyentes, sino que íntimamente complementarios, sin embargo, lo que es importante y crucial de definir es la naturaleza orientadora del proyecto. Es ahí donde el partido demócrata cristiano debe hacer incisiva su ofensiva ideológico-política, porque asumimos todos los partidos del conglomerado la necesidad de un Estado social y democrático de derecho. Es prácticamente unánime la necesidad de que el Estado asuma responsabilidades sociales y por ende la construcción de un sistema de protección social en Chile es vital para tal efecto. Sin embargo, el Estado social sólo así concebido no es suficiente, ni mucho menos una aspiración demócrata cristiana. No es suficiente, porque a la luz de la experiencia europea el desmantelamiento o mejor dicho el debilitamiento y vulnerabilidad del Estado social europeo ha radicado hasta la actualidad en un Estado que se cimentara en una sociedad fuertemente individualista. Por lo tanto, la construcción e implementación de todo Estado social requiere de su complemento imprescindible. La sociedad comunitaria.
Uno de los fines de la dictadura neoliberal fue la desarticulación del tejido social. Asimismo, la derecha política, heredera de la tradición autoritaria, impuso su criterio ideológico en el tribunal constitucional en 1992, para evitar el fortalecimiento de las juntas de vecinos, trayendo en consecuencia la atomización de la comunidad organizada. Los gobiernos de la concertación no insistieron lo suficiente a través de la presión política para impedir el desmantelamiento y la pérdida de sentido de las organizaciones comunitarias y sociales de representación territorial, Aún más, desde el mismo conglomerado oficialista se apreciaron estrategias destinadas a promover y potenciar la desautorización del tejido social. De este modo, la concertación se hace cómplice del proyecto de construcción de la sociedad individualista heredado del neoliberalismo autoritario y siembra al mismo tiempo su fracaso más vital, el fracaso de su proyecto democrático. ¿Por qué el fracaso del proyecto democrático de la concertación? Porque la concertación logró su triunfo gracias a un pueblo, que a pesar de las dificultades se organizó para derrotar a la dictadura, pero al igual que la derecha que no trepida en asistir socialmente al pueblo, evita que este se organice por temor a enfrentar las fuerzas vivas de la sociedad que organizadas sean capaces de alterar las estructuras de poder y de injusticia. En el caso de la concertación, ésta perdió convicción político-ideológica nublada por los cantos exitistas de la modernización neoliberal.
¿Dónde se funda el proyecto democrático de la concertación? El proyecto democrático de la concertación no se funda en construir únicamente un Estado social, sino que en construir democracia. ¿Cómo se construye democracia? Democracia se construye con comunidad. La democracia cristiana puede darle sentido a la concertación, sólo si el proyecto democrático del conglomerado es consolidar un Estado de compromiso social y comunitario. Un Estado que asumiendo responsabilidades sociales, reconozca y promueva la instauración de una comunidad jurídicamente organizada. Esto es reconocer política y constitucionalmente la representación territorial y funcional desde las unidades mínimas de representación en el territorio de las comunas hasta los niveles regional y nacional. De este modo, el auténtico sistema de protección social es, que más allá de la asistencia que brindan los servicios públicos, el que desata los mecanismos comunitarios de representación para cooperar con el Estado en las tareas del bien común.
Entonces, la elección es una para la concertación. Llevar a cabo el proyecto socialdemócrata o realizar el proyecto social-comunitaro. La naturaleza orientadora de los proyectos de los eventuales futuros gobiernos de la concertación debe responder a la pregunta ¿Cuánta comunidad necesita la democracia? La o las respuestas a esa pregunta es todo el auténtico proyecto democrático de la concertación. Así, la democracia cristiana será el partido que dará sentido al conglomerado de gobierno para que su existencia en los próximos años tenga justificación moral, política y democrática.
La democracia cristiana es, en consecuencia, la vanguardia social-comunitaria portadora del proyecto democrático de la concertación, para que los gobiernos de esta coalición entiendan, en palabras de Jean Jacques Rousseau, que el “mejor gobierno convirtiese en el más vicioso si sus relaciones no se modifican de acuerdo con los defectos del cuerpo político al cual pertenece” (Rousseau, El Contrato Social). La democracia cristiana modifica las relaciones defectuosas de la institucionalidad que heredamos o la concertación será aún más cómplice del enviciamiento del cuerpo que permitimos desde 1990 que nos cobije. Cuerpo institucional que ciega la voluntad general no es digno de respeto y de persistir en su mantenimiento. Por lo tanto, un nuevo orden constitucional es la primera urgencia comunitaria que el proyecto de la concertación debe asumir para la etapa de la consolidación democrática social-comunitaria
El gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet es, por un lado, la culminación de un ciclo de gobiernos concertacionistas que han administrado el modelo de desarrollo heredado de la dictadura. Un modelo neoliberal, caracterizado por el desamparo social, que muestra en la vida cotidiana su más profunda herida, la herida de la humillación social, que en algunas oportunidades desata la ira social de actores aislados. Por otro lado, el gobierno de la Presidenta Bachelet significa un giro, más allá del éxito o no del mismo, de la orientación político-ideológica de los eventuales gobiernos futuros de la concertación. La Presidenta Bachelet ha hecho alusión fundamental al inicio de la instauración de un sistema de protección social en Chile. Hecho y política pública de raíz profundamente humanista, pero que nos presenta como democratacristianos un fuerte desafío. La concertación, a partir de ello, asume un proyecto socialdemócrata o bien uno de raigambre comunitarista. No se debe pretender tratar ambos proyectos como si fueran caminos excluyentes, sino que íntimamente complementarios, sin embargo, lo que es importante y crucial de definir es la naturaleza orientadora del proyecto. Es ahí donde el partido demócrata cristiano debe hacer incisiva su ofensiva ideológico-política, porque asumimos todos los partidos del conglomerado la necesidad de un Estado social y democrático de derecho. Es prácticamente unánime la necesidad de que el Estado asuma responsabilidades sociales y por ende la construcción de un sistema de protección social en Chile es vital para tal efecto. Sin embargo, el Estado social sólo así concebido no es suficiente, ni mucho menos una aspiración demócrata cristiana. No es suficiente, porque a la luz de la experiencia europea el desmantelamiento o mejor dicho el debilitamiento y vulnerabilidad del Estado social europeo ha radicado hasta la actualidad en un Estado que se cimentara en una sociedad fuertemente individualista. Por lo tanto, la construcción e implementación de todo Estado social requiere de su complemento imprescindible. La sociedad comunitaria.
Uno de los fines de la dictadura neoliberal fue la desarticulación del tejido social. Asimismo, la derecha política, heredera de la tradición autoritaria, impuso su criterio ideológico en el tribunal constitucional en 1992, para evitar el fortalecimiento de las juntas de vecinos, trayendo en consecuencia la atomización de la comunidad organizada. Los gobiernos de la concertación no insistieron lo suficiente a través de la presión política para impedir el desmantelamiento y la pérdida de sentido de las organizaciones comunitarias y sociales de representación territorial, Aún más, desde el mismo conglomerado oficialista se apreciaron estrategias destinadas a promover y potenciar la desautorización del tejido social. De este modo, la concertación se hace cómplice del proyecto de construcción de la sociedad individualista heredado del neoliberalismo autoritario y siembra al mismo tiempo su fracaso más vital, el fracaso de su proyecto democrático. ¿Por qué el fracaso del proyecto democrático de la concertación? Porque la concertación logró su triunfo gracias a un pueblo, que a pesar de las dificultades se organizó para derrotar a la dictadura, pero al igual que la derecha que no trepida en asistir socialmente al pueblo, evita que este se organice por temor a enfrentar las fuerzas vivas de la sociedad que organizadas sean capaces de alterar las estructuras de poder y de injusticia. En el caso de la concertación, ésta perdió convicción político-ideológica nublada por los cantos exitistas de la modernización neoliberal.
¿Dónde se funda el proyecto democrático de la concertación? El proyecto democrático de la concertación no se funda en construir únicamente un Estado social, sino que en construir democracia. ¿Cómo se construye democracia? Democracia se construye con comunidad. La democracia cristiana puede darle sentido a la concertación, sólo si el proyecto democrático del conglomerado es consolidar un Estado de compromiso social y comunitario. Un Estado que asumiendo responsabilidades sociales, reconozca y promueva la instauración de una comunidad jurídicamente organizada. Esto es reconocer política y constitucionalmente la representación territorial y funcional desde las unidades mínimas de representación en el territorio de las comunas hasta los niveles regional y nacional. De este modo, el auténtico sistema de protección social es, que más allá de la asistencia que brindan los servicios públicos, el que desata los mecanismos comunitarios de representación para cooperar con el Estado en las tareas del bien común.
Entonces, la elección es una para la concertación. Llevar a cabo el proyecto socialdemócrata o realizar el proyecto social-comunitaro. La naturaleza orientadora de los proyectos de los eventuales futuros gobiernos de la concertación debe responder a la pregunta ¿Cuánta comunidad necesita la democracia? La o las respuestas a esa pregunta es todo el auténtico proyecto democrático de la concertación. Así, la democracia cristiana será el partido que dará sentido al conglomerado de gobierno para que su existencia en los próximos años tenga justificación moral, política y democrática.
La democracia cristiana es, en consecuencia, la vanguardia social-comunitaria portadora del proyecto democrático de la concertación, para que los gobiernos de esta coalición entiendan, en palabras de Jean Jacques Rousseau, que el “mejor gobierno convirtiese en el más vicioso si sus relaciones no se modifican de acuerdo con los defectos del cuerpo político al cual pertenece” (Rousseau, El Contrato Social). La democracia cristiana modifica las relaciones defectuosas de la institucionalidad que heredamos o la concertación será aún más cómplice del enviciamiento del cuerpo que permitimos desde 1990 que nos cobije. Cuerpo institucional que ciega la voluntad general no es digno de respeto y de persistir en su mantenimiento. Por lo tanto, un nuevo orden constitucional es la primera urgencia comunitaria que el proyecto de la concertación debe asumir para la etapa de la consolidación democrática social-comunitaria
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