sábado, mayo 19, 2007

..EL QUE NO AFANA..ES UN GIL.....H.Flores.

En la Concertación no hemos logrado construir una nueva promesa, solo estamos administrando la promesa pasada. No hemos construido una idea para el futuro porque la actual atmósfera que nos rodea es de sentimientos pasados.

La pasión, la emoción que aún remece la energía de militantes y adherentes de la Concertación, están ancladas en la nostalgia de los hechos del pasado contra la dictadura. Y eso es Historia, nuestra gente no vibra ni esta emocionada con el futuro.
Nadie ha ganado elecciones sin provocar emociones vinculadas a una promesa de futuro. Las personas no votan por el ayer, votan por un planteamiento de ideas que las emocionan, cuando esas ideas les movilizan sus energías con la esperanza en el porvenir. Nosotros parecemos sin liderazgo y con la ética perdida.
No es tarea del gobierno resolverle ese problema a su alianza política. El gobierno es el presente; y no es una agencia electoral ni un partido político. El gobierno tiene que seguir construyendo, desarrollando al país, dando seguridad, abriéndose al mundo.
Somos los partidos, y en particular sus dirigentes, los encargados de crearle un nuevo espíritu a la Concertación o enterrar el cadáver para crear un cuerpo nuevo con alma nueva que encarne nuestros principios y propuestas. Para esto todavía hay gente dispuesta y con entusiasmo. Mantenemos en el presente, dentro de nosotros mismos, la energía que se alimenta del pasado que nos enorgullece. Pero no tenemos derecho a convocar al resto en torno a ese recuerdo.
Nuestro orgullo de políticos, tendrá siempre presente lo que hicimos, pero para los demás es nostalgia. Y con nostalgia no se convoca ni se construye promesa de poder.
Tenemos la responsabilidad de ofrecerle al país un nuevo mensaje, señalar el rumbo, desempañar la brújula, advertir los peligros de la derecha, y conducir la nueva jornada. Eso hacen los líderes que se enorgullecen de su historia y proponen futuro.
Mientras tanto, al gobierno hay que apoyarlo plenamente. Si al gobierno de la Concertación le va mal, a la Concertación le irá mal. Pero si al gobierno le va bien, eso no nos garantiza un éxito electoral, porque los electores no votan por el pasado sino por la oferta para el mañana. Así ha sido siempre en la historia.
Sin embargo la promesa no va a surgir de un clima de desánimo y de pasividad crítica. El desánimo por los acuerdos y las dificultades, es el más grave elemento de nuestra crisis. Por eso nuestro entusiasmo político debe fundarse en expresarle al país la certeza que nuestras ideas y nuestros principios políticos y no los de la derecha, son los únicos que pueden sacar a Chile de la pobreza, de las injusticias y de las insuficiencias democráticas que nos iniciaron en la vida política, cuando la ética era nuestra.
Nuestro ánimo debería estar acicateado por el riesgo que Chile sufra un gobierno de derecha. De la posibilidad de perder debe nacer nuestro ánimo para ganar. Explicar que la oferta de cambio derechista es que Chile retroceda en la solución de necesidades, que se han ido resolviendo, lentamente, que siguen vigentes pero que no puede resolver la derecha.
Conocemos los problemas que dan sentido a nuestro compromiso en la política. Eso, por sí solo debería destruir el desánimo y entusiasmarnos para construir una oferta de continuidad y cambio. Las necesidades de nuestro pueblo están ahí presentes. No hay que descubrirlas. Hemos luchado por ellas en una larga historia que compromete nuestras personas.
Nuestras vidas personales están marcadas por las tareas de la justicia social, la pobreza, más democracia y libertad. Sólo nosotros y no la derecha, respondemos a esas tareas. Y si eso está en riesgo, debería reanimarnos el peligro.
En esta crisis debemos hacer posible lo imposible, es decir recuperar la política como el arte de lo posible eso que parece imposible, eso que aprendimos en la dificultad, y que algunos se les olvido en la comodidad. Así hemos llegado a tolerar la “tanguerización” de política y negocios donde ...”el que no afana es un gil...”.

Ahora, gracias a esta crisis, quizás comenzó el fin de una política entendida como una forma imperfecta de mercado que ha dado demasiada jerarquía a los buscadores de dinero, de televisión y a la pillería de los operadores. Volverá a tener importancia la honestidad de los líderes.

En esta experiencia humana están las verdades que deben inspirar nuestra recuperación política. Quizás los dolores de nuestra actual crisis nos ofrecen otra oportunidad de recordar nuestras capacidades de ganar en las peores dificultades.
Volver a hacer de la política el arte de lo que parece imposible.


Hernán Flores Cortés