viernes, abril 06, 2007

...FORTUNATTI...EL VERDADERO PODER DE BACHELET....

No veo razón para sorprenderse porque alguien admita que ha entrado en tierra derecha. Tampoco veo motivo para extrañarse porque un militante de Expansiva confiese la forma de operar de Expansiva. Sería tan pueril como que nos asombráramos por la ironía de Tironi que, mientras elogia la autoridad de Bachelet, hace lo posible por delegar-redistribuir esa autoridad. En ello no hay nada nuevo.
Tierra derecha, o sea, la reivindicación del modelo, es de vieja factura; es algo que viene del tiempo de los autocomplacientes. Más refrescante y esperanzadora es la reflexión de Max Larraín. Ella se nos brinda sólida y elocuente, por buena y verdadera. Ella hace la diferencia entre la apología de pequeño grupo, y la narrativa de un sueño de país.
Navia —miembro del monótono jurado del Concurso de Ensayos del V Congreso DC (¡Cuánta falta hacen Bernardo Leighton y Jaime Castillo!)— lo mismo que en la ironía de Tironi, eleva a las alturas a Cieplan/Expansiva, para terminar reiterando en todos los tonos que los partidos políticos son insustituibles… Claro, en teoría. En la vieja teoría, porque, según la contemporánea, los grupos de interés buscan influir más que los partidos en el ejercicio del poder real. Y Navia lo sabe, sino no estaría donde está.
Tales discursos tienen algo en común. Expresan la crítica, la arrogancia y el desdén de las elites. Reproducen todo aquello que las aleja del ciudadano, y del imaginario colectivo que reconoce autoridad y liderazgo en Michelle Bachelet. Pertenecen por ello a otra atmósfera. Una que le habla al poder; no a Chile. Una que conversa con los notables; no con el pueblo.
En lugar de la perplejidad, hay que volver a las raíces humanistas de la Concertación. Esto comporta tres compromisos esenciales: primero, cerrar filas sin fisuras en torno a la figura de Bachelet, porque, hoy por hoy, es ella quien encarna el cambio; segundo, fortalecer la agenda social del gobierno, su sello progresista; y tercero, convocar a los partidos, y, simultáneamente, decantar su reforma orgánica.