Democracia Cristiana... Comunidad de Hombres y Mujeres Libres
1 Somos concientes de las dificultades enfrentadas por nuestro Partido para zanjar sus diferencias internas. Aspiramos a la unidad más férrea de la Democracia Cristiana, y luchamos por conquistarla. Mas, en tanto en cuanto no se alcance, postulamos un «consenso mínimo» cuyo principal objetivo sea reconstituir y fortalecer la comunidad partidaria, lo cual debe traducirse en mecanismos e instancias que restablezcan las confianzas recíprocas.
2 Es la Mesa Nacional quien dirige, y el Consejo Nacional, su asamblea deliberante. Ambos, en su jerarquía y autoridad, representan la conciencia libre y democrática de la colectividad.
3 Sin embargo, la confianza en la conducción de la Mesa Nacional, en el Consejo, y en los demás niveles del Partido, depende de que las corrientes y sensibilidades internas no se miren con sospecha, sino que sean respetadas y consideradas como contribuciones al desarrollo político del Partido. Y, asimismo, que los derechos y los deberes sean garantizados y exigidos a todos los militantes en toda la estructura.
4 Para ello, es necesario que la Democracia Cristiana revise sus procedimientos de coordinación y decisión política, y defina sin ambigüedades cómo habrán de desempeñarse los roles políticos en el marco de los Estatutos del Partido. Quienes ocupan cargos de relevancia partidaria —como los Delegados a la Junta Nacional, las Directivas Comunales, Provinciales, Regionales, los Frentes y Bancadas, nuestros representantes en el Ejecutivo y en el Legislativo, inclusive la Directiva Nacional—, quienes tienen competencias claras y jerarquizadas; todos quienes se pronuncian sobre asuntos de interés general y específico, deben hacerlo en los ámbitos y facultades definidos estatutariamente, a fin de proteger la institucionalidad partidaria, dando y recibiendo el respeto y la solemnidad que cada instancia exige y merece para sí. De este modo, la acción común y organizada beneficiará a toda la colectividad.
4 Para ello, es necesario que la Democracia Cristiana revise sus procedimientos de coordinación y decisión política, y defina sin ambigüedades cómo habrán de desempeñarse los roles políticos en el marco de los Estatutos del Partido. Quienes ocupan cargos de relevancia partidaria —como los Delegados a la Junta Nacional, las Directivas Comunales, Provinciales, Regionales, los Frentes y Bancadas, nuestros representantes en el Ejecutivo y en el Legislativo, inclusive la Directiva Nacional—, quienes tienen competencias claras y jerarquizadas; todos quienes se pronuncian sobre asuntos de interés general y específico, deben hacerlo en los ámbitos y facultades definidos estatutariamente, a fin de proteger la institucionalidad partidaria, dando y recibiendo el respeto y la solemnidad que cada instancia exige y merece para sí. De este modo, la acción común y organizada beneficiará a toda la colectividad.
5 Este consenso mínimo debe ser capaz de convocar a los camaradas a actuar dentro de un partido democrático y pluralista. Por eso, nuestro llamado está dirigido a la «Comunidad de Hombres y Mujeres Libres» que constituye en esencia la Democracia Cristiana. Es un llamado a mirarnos y a valorarnos a la luz de las convicciones que compartimos. Convicciones que se expresan en la primacía del valor de la persona humana, en la vocación social y comunitaria de ésta, en la nobleza de la acción política, en las exigencias que debe hacerse a sí mismo —antes que a ninguno— el político humanista cristiano, en el valor de la fraternidad, y en el amor a Chile. Esta reafirmación de los valores fundantes de una genuina comunidad humanista cristiana, debiera dar paso a una profunda revisión de las orientaciones políticas necesarias para conducir al país en los próximos años. Y hacerlo desde los valores y convicciones; no desde el puro cálculo del poder.
6 El acuerdo debe permitir que se expresen de manera clara y transparente las distintas convicciones, percepciones y creencias, así como las propuestas programáticas, a través de tesis políticas susceptibles de ser discutidas y sometidas al debate y a la deliberación democrática.
7 Las diferencias deben ser canalizadas a través del V Congreso Nacional, una asamblea deliberante profundamente democrática. Que permita el sinceramiento de las distintas sensibilidades internas del Partido, para, de esta forma, lograr una mejor gobernabilidad y reconocimiento de los espacios de cada visión particular de la Democracia Cristiana. Todo ello para conciliar la construcción de un partido para todos.
8 Un congreso constituido democráticamente debe expresar el principio de un militante un voto. Proponemos la nominación de los congresales del V Congreso Nacional por elección universal, directa y secreta de todos los democratacristianos. Creemos que el procedimiento más adecuado a este objetivo es uno proporcional de cifra repartidora que, en cualquier caso, permita reflejar con fidelidad la mayor riqueza de puntos de vista, disipar rigideces, y favorecer el acuerdo y la negociación.
9 Creemos que la estructura regional debe ser el lugar apropiado para impulsar la participación, la coordinación territorial, la desconcentración del poder y, sobretodo, para encarnar los valores de semejante «Comunidad de Hombres y Mujeres Libres».
10 Por eso, entendemos que las directivas comunales, provinciales y regionales deben ser los actores cruciales de los procesos de designación de candidatos, y convertirse en instancias de consulta obligada en los temas de interés territorial. La institucionalidad respetada, generará así, altos grados de compromiso, y una acción colectiva lógica, centrada en normas claras, sancionadas y defendidas por la comunidad partidaria; todo lo cual redundará en una mayor legitimidad y representatividad de las decisiones que haya que adoptar.
Rodolfo Fortunatti
Manuel Román
Pamela Mendoza
Gladys Román
Teresa Montrone
9 Creemos que la estructura regional debe ser el lugar apropiado para impulsar la participación, la coordinación territorial, la desconcentración del poder y, sobretodo, para encarnar los valores de semejante «Comunidad de Hombres y Mujeres Libres».
10 Por eso, entendemos que las directivas comunales, provinciales y regionales deben ser los actores cruciales de los procesos de designación de candidatos, y convertirse en instancias de consulta obligada en los temas de interés territorial. La institucionalidad respetada, generará así, altos grados de compromiso, y una acción colectiva lógica, centrada en normas claras, sancionadas y defendidas por la comunidad partidaria; todo lo cual redundará en una mayor legitimidad y representatividad de las decisiones que haya que adoptar.
Rodolfo Fortunatti
Manuel Román
Pamela Mendoza
Gladys Román
Teresa Montrone
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