martes, noviembre 21, 2006

....EDIT. REVISTA IMPACTO.."NO DA PARA MÁS".....

Así es. No da para más. No da para más el actual gabinete de la presidenta Michelle Bachelet. No da para más la guerrilla política desatada a raíz del destape de diversos casos de corrupción. No da para más un conglomerado político unido única y exclusivamente, por la administración del poder. No da para más un conglomerado político en el cual se hacen cada día más evidente las diferencias insalvables en temas gravitantes como el gasto social, los énfasis sectoriales, el respeto a los trabajadores, la inclusión de la mujer en todos los ámbitos de la vida social y económica, la necesidad de introducir un real cambio en el sistema provisional, el análisis serio y búsqueda de reales soluciones para las pequeñas y micro empresas. No da para más cuando se analiza el tema de la corrupción y se trata de empatar, o de involucrar a otros o de recordar a los que se enriquecieron en décadas pasadas. Revista IMPACTO se matricula con esa parte de la población que dice basta. Se debe recuperar la fe pública y para ello el país debe ver claras señales tendientes a producir cambios en el servicio público, orientados a lograr eficiencia, transparencia, agilidad. Lamentablemente, tanto el gobierno como los partidos de la Concertación respondieron con más de lo mismo. Flojera mental, incapacidad o voluntad de aplicar la máxima del gatopardismo “cambiar todo para que todo permanezca igual”. Las propuestas conocidas para “frenar” la corrupción son malas, redundantes, de fachada. Pongámonos serios, la corrupción no se acaba con decretos, leyes ni normas. Se acaba con la voluntad de un verdadero cambio cultural que nadie quiere, por ahora, asumir.
Ante esta gran crisis que vive la clase política chilena uno podrá haber esperado, tanto del gobierno como de la concertación, claras señales y actitudes de rectificación y liderazgo. Nada de eso ocurrió. Sin embargo hay otras señales que están en la cancha. Por ejemplo las dadas por la Iglesia Católica a través, primero, del Cardenal Errázuriz quien dijo que no era mala la “alternancia en el poder”. Luego, la Conferencia Episcopal, a raíz de las denuncia de corrupción dijo que “no podemos acostumbrarnos o justificar formas de corrupción personal o institucionalizada, que pasan por encima de la ley, aunque sean pequeñas, o estilos de vida que no manifiesten lo bello, lo bueno y lo generoso de la herencia de nuestro pueblo y del servicio público”. La Iglesia, con su acervo de miles de años en el manejo del poder sabe muy bien cuando enviar señales, cómo a quién y en qué momento entregar los apoyos, y, en el caso de Chile, éstos ya están en la cancha. En este caos, la derecha no ha sabido ganar adeptos ni puntos. Ello a pesar de que está haciendo lo que debe. Un documento como “Chile más humano” que recoge, retóricamente, aspiraciones como la disminución de la desigualdad, un Estado honesto y solidario, aplicación de políticas sociales que permitan a los chilenos surgir, énfasis en la calidad de vida, son correctos. El problema es que cuando la derecha ha gobernado, lo ha hecho respondiendo a la confianza de su sector, y por supuesto las declaraciones como las hoy conocidas no forman parte de su quehacer político. Nadie debe, en todo caso, llamarse a engaño. La derecha empresarial si ve condiciones objetivas de manejar el poder absoluto en el país, lo hará. En este escenario, el gran acuerdo de gobernabilidad de la Concertación de Partidos por la Democracia con unos 8 o 10 conglomerados económicos sigue incólume, pero no será suficiente para un quinto gobierno de la Concertación. La esperanza de miles que votaron Bachelet fue la de un real cambio. La realidad es que ella está presa de esta santa alianza entre la concertación y el gran empresariado. La Democracia Cristiana, que podría liderar un cambio, se acomoda más y más al sistema. Propone medidas absurdas como la renuncia de 25 directores de servicios. Se alinea con la derecha que busca jibarizar el Estado, que ya es pequeño en relación a muchas naciones desarrolladas. La DC, como partido, desde su marco doctrinario humanista, demócrata y cristiano, debería asumir la vanguardia en los cambios. Sacar adelante banderas que representen a la ciudadanía y permitan construir una nueva sociedad, basada en los valores del humanismo. Pero nada de esto ocurre. Lo que vemos son señales de agotamiento de un conglomerado político que comenzó a errar su rumbo cuando, aún antes de ser gobierno, tranzo verdad, justicia y una Carta Constitucional verdaderamente democrática, por cierta seguridad de “tranquilización” de las fuerzas militares. No nos extrañemos entonces cuando veamos gente que por años compartió camino con nosotros, que decide alejarse, tomar otros rumbos, o simplemente se bate entre la desilusión, el desencanto o la frustración. Ante este vacío de propuestas, ante tanto descrédito, no son pocos los que piensan en el término de la concertación. Aún más, piensan en alianzas con parte de la derecha. Gente “nuestra” emigrará hacia partidos o agrupaciones políticas donde encuentre confiabilidad. No da para más, pero siempre existe la posibilidad de enmendar rumbos. El problema es que ni la presidenta, ni el gobierno, ni los partidos que la forman dan señales. Si se persiste en esta línea la Concertación está derrotada, y la presidenta no hace lo que debe para salvar a su gobierno, esto es efectuar un drástico cambio de gabinete, hacer una operación salvataje. Tampoco la da la DC. El resultado probable: una derrota en las próximas elecciones y, con seguridad, una reformulación de las alianzas políticas.
Nuestro papel en esto no será el de apurar o agravar la crisis; tampoco la de dar el paso al lado, pero si la de persistir desde esta tribuna y todas a las que podamos acceder, para formular nuestras propuestas que parten de la construcción de una nueva Constitución de la república.