lunes, noviembre 19, 2012

Propuesta política planteada en la Junta Nacional del 17 de noviembre por el camarada Belisario Velasco, y aprobada en lo esencial por la máxima instancia partidaria.


Venimos saliendo de una elección popular. Una elección que, como todo pronunciamiento libre y democrático del pueblo, nos obliga a recoger e interpretar  su mensaje para, después de hacer este examen, adecuar nuestra acción política  a los nuevos desafíos que ella nos plantea. Con este propósito ha sido convocada la Junta Nacional que nos reúne. Ella no puede menos que ser protagonista  de un verdadero debate político. Un debate que no nos deje anclados en el pasado, en la historia, en la memoria o en el testimonio, sino que nos permita  desplegar nuestra imaginación para construir el futuro, para proyectar el mañana, para alimentar los sueños e ideales del Chile que está naciendo. Hoy podemos actuar con esta disposición positiva y esperanzadora, porque no estamos en  crisis. Porque no existen amenazas para nuestra unidad. Porque no existen riesgos para nuestra identidad. Porque no  existe escollo que  nuestro partido no  pueda sortear con sensatez y respeto por la rica diversidad que se vive  en su  seno.

El balance de la elección
La pasada elección fue una prueba para todo el mundo. Fue un test para la democracia, para los partidos políticos, para las instituciones, y para los ciudadanos. Desde luego, fue una prueba para nuestra democracia representativa y,  sobre todo, para la recién inaugurada institución del voto voluntario, que buscaba ampliar la participación electoral, es decir, todo lo contrario de la fuerte  abstención producida. Que sólo 4 de cada 10 chilenos hayan concurrido a votar,  demuestra el bajo interés de la ciudadanía en la política tal y cómo ésta se les  presenta a través de las campañas, los discursos y los programas disponibles.
Esto reviste una pérdida de legitimidad que no afecta sólo a las clásicas instituciones republicanas, sino también a las nuevas y más activas organizaciones y  movimientos sociales. No es extraño que la misma abstención se haya registrado —incluso amenazando el proceso— en las recientes elecciones de la pionera  y combativa Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile. La abstención, camaradas, es un problema del sistema político que es  generado por  el  sistema económico. Por este modelo neoliberal que convierte a los ciudadanos en consumidores insolidarios. Un modelo que, sin embargo, encuentra sus barreras de contención  en la  participación comprometida y responsable que le  oponen las organizaciones de la sociedad civil, como los partidos políticos —y  la Democracia Cristiana es una colectividad fundamental—, como el movimiento estudiantil, como los movimientos sociales de Aysén y Magallanes, como los  ciudadanos que, pese a todas sus críticas a la política realmente existente, tuvieron el coraje de ir a votar y de determinar con su voto el destino de 345 municipios. Esto debemos saberlo valorar, porque esos cinco millones y medio de  chilenos, hoy por hoy, son la levadura en la masa de nuestra vida democrática.
Y esos cinco millones y medio de ciudadanos le propinaron un voto de castigo  al Gobierno, y apoyaron  el desempeño unitario de la oposición. En los cinco  criterios con que es posible medir el éxito electoral, la ciudadanía le brindó un  triunfo inobjetable a la oposición. Los partidos de oposición obtuvieron el mayor número de votos para alcaldes, el mayor número de votos para concejales,  la mayor cantidad de alcaldes, la mayor cantidad de concejales, y la mayor población gobernada por municipios de oposición. Esto significa que todas las  capacidades y facultades de aquellos municipios podrán ser movilizadas para  mejorar la igualdad, la participación y la cohesión social de sus habitantes. La  ciudadanía también envió una señal inequívoca sobre sus expectativas de cambio, gobernabilidad y eficiencia políticas al renovarle su respaldo a la Concertación y a sus fuerzas políticas aliadas, y lo que es más importante en tiempos de  escepticismo y  disolución,  haber situado a la cabeza de la coalición  al pacto  formado por la Democracia Cristiana y el Partido Socialista, dos tradiciones  humanistas comprometidas con la democracia y con la sustitución del capitalismo.   
El lugar de la Democracia Cristiana
La Democracia Cristiana surge como la principal fuerza política de centroizquierda, al mantener la adhesión de  más de 800 mil ciudadanos, el 15,1 por  ciento de los votos. Un resultado inesperado, dada la incertidumbre que existía acerca del verdadero número de ciudadanos inscritos que finalmente acudiría a  las urnas, y dado que los pronósticos en boga aseguraban que el partido no llegaría al 10 por ciento. La confianza depositada por el país nos ha devuelto la  confianza en nosotros mismos. Por eso, lejos de todo triunfalismo autocomplaciente, debemos  valorar que  el fantasma de la persistente caída electoral haya dejado de rondar la casa democratacristiana. Hemos podido estabilizar la tendencia, y nos encontramos en un buen pie para emprender la recuperación de  quienes se alejaron. La Democracia Cristiana se ha confirmado como una fuerza nacional y popular. Una fuerza nacional, porque su presencia activa y organizada se extiende a casi todas las comunas del país. Una fuerza popular, porque vive y se nutre de las vivencias de los más pobres, lo mismo que  de las  clases medias de la población.  No es casual que en las 50 comunas más pobres  de Chile, la votación democratacristiana alcance al 22 por ciento del electorado,  cuando en las 50 comunas más ricas asciende al 24 por ciento. No es casual que  en las cincuenta comunas con mayores desigualdades sociales el partido concite  el apoyo de 171 mil electores, mientras que en las cincuenta comunas con menores diferencias socioeconómicas, esta adhesión se cifre en  63 mil votos. Y  tampoco es casual que más del 60 por ciento de la votación democratacristiana proceda de zonas densamente pobladas, las macroregiones de Valparaíso, Biobío y Santiago.
Es la rica diversidad del partido la que permite esta implantación ciudadana en  una sociedad con estilos de vida cada vez más diferenciados. Somos un partido  representativo de las necesidades y aspiraciones del norte seco y rico en recursos minerales y  del sur verde y fértil,  de las zonas rurales y urbanas,  de las grandes metrópolis y de los pequeños poblados de economía campesina. 
Dos lecciones: más participación y más organización
Pero, más allá de nuestra identidad sociológica, hay dos lecciones fundamentales  que nos  dejan las pasadas elecciones. Dos lecciones que deben hacernos  meditar acerca del modo en que estamos construyendo nuestra acción política. 
La primera lección, es que en aquellas comunas donde el partido realizó primarias para nominar a sus candidatos a concejales, la Democracia Cristiana logró  conquistar el respaldo de 182 mil ciudadanos, cerca del 23 por ciento de toda  su votación. En dichas comunas  pudimos elegir 55 de los 145 candidatos. La  segunda lección, es que en aquellas comunas donde el partido es pequeño  en  proporción a su número de electores y, al mismo tiempo, cuenta con una organización férrea y permanentemente movilizada, el partido consiguió sus mejores  rendimientos electorales. La comuna de Osorno es un caso emblemático en ambos parámetros. Osorno realizó primarias internas y logró elegir como concejales a sus cuatro candidatos; todos eran militantes.  
¿Que nos está diciendo el país? La ciudadanía espera la renovación del testimonio demócrata cristiano. Aspira a un partido genuinamente representativo y legitimado en la base social, plenamente participativo, y abierto al aporte de las  nuevas tendencias y necesidades del Chile de hoy. Quiere un partido que refleje  los sueños y aspiraciones de los más desposeídos, y que lo haga a través de una  práctica política honestamente democrática y unitaria. Desea un partido que se  libere de los modos elitistas, excluyentes y enclaustrados. Que deje atrás las  prácticas que prescinden de la opinión y de la decisión de la gente. Un partido  que se nutra y busque su quehacer en las redes sociales, en los jóvenes, en los  trabajadores, en los  profesionales, en los  pobladores,  en las mujeres y  en las  comunidades indígenas.
Nada es más coherente con el primer párrafo de nuestra declaración de principios… ¡El Partido Demócrata Cristiano tiene por misión realizar una verdadera  democracia, en la que el hombre pueda obtener su pleno desarrollo material y  espiritual!  Nada es más esencial a nuestra razón de ser; nadie está dispuesto a  renunciar a su voto.
El aggiornamento del Partido
Por eso, camaradas, debemos aprender de estas lecciones, y hacerlo desde ahora aplicando la experiencia acumulada a través de largos años de servicio, a los  retos del presente. Esta junta nacional tiene la misión de dirimir el curso que  habrá de tomar el partido en los próximos meses. Debemos pronunciarnos sobre un itinerario que contempla: primero, la prórroga del mandato de la actual  mesa nacional; segundo, la realización de primarias internas para nominar al  candidato presidencial del partido; tercero, la elaboración del programa de gobierno; y cuarto, la elección de una nueva directiva.
Creemos que el partido se encuentra en condiciones óptimas para avanzar, y no  retroceder, en democracia, participación e integración. Creemos que el aggiornamento, la puesta al día del partido frente al nuevo escenario abierto por los  movimientos sociales —y en esta misma sala fuimos testigos del consejo ofrecido por Iván Fuentes—, no es de mayor representación delegada, sino de  más  participación activa de todos los militantes, que constituyen las verdaderas raíces del partido, en la elección de la nueva mesa nacional. Un militante un voto,  en un momento que no admite más excepciones que la fijación de la fecha de su  realización, y que nosotros proponemos realizar a mediados de marzo de 2013,  previa prórroga del mandato de la actual directiva.
Nadie entendería que entre cuatro paredes se eligiera la directiva nacional del  partido por dos años. Directiva que deberá hacer frente  a las primarias presidenciales de la oposición, a las parlamentarias, a la discusión del programa de  gobierno con nuestros aliados, y  del candidato o candidata a  Presidente, a la  conformación del nuevo gobierno y a su puesta en marcha, es decir, al futuro  de nuestro partido, como de la coalición de gobierno, y al Chile del mañana,  porque el país decidirá entre la derecha —cuyos lamentables resultados estamos 
viendo— y la oposición democrática.
Esto querría decir que no supimos leer el resultado de las recientes elecciones  municipales. Hacemos pública nuestra preocupación por una abstención del 60  por ciento… y ahora le estaríamos diciendo al 99 por ciento de nuestros militantes, de cara al futuro de Chile que hemos esbozado: ¡Ustedes no votan; nosotros lo hacemos y resolvemos por ustedes! ¡Qué contrasentido! La UDI lo hace  así, y nosotros siempre le hemos dicho que le falta democracia y le sobra plata. 
No camaradas. La mesa por los próximos dos años para hacer frente al futuro debe ser electa por las bases partidarias. Cada militante un voto… y, en marzo  próximo, a fin de darle el tiempo indispensable para cotejar las diferentes propuestas. ¡No sólo se debe hablar de democracia; lo fundamental es practicarla!
También pensamos que el partido está preparado para dirimir en una elección  directa a su mejor candidato presidencial. Porque, si como lo demostró la elección municipal, la oposición es capaz de unirse para conseguir más alcaldes. Si  sólo una oposición unida puede garantizar el éxito parlamentario y presidencial  del próximo año. Si, como hemos visto, es requisito indispensable para arribar  a un candidato, a un programa y a una coalición común, el compromiso de los  candidatos de cada partido y de los independientes, así como el consenso sobre  sus propuestas programáticas.  Si todas estas condiciones son necesarias para  darle gobierno a Chile, entonces, no hay razón para inhibir el debate, la adhesión y la movilización política del partido en torno a su alternativa. Por eso,  reafirmamos el acuerdo de la última junta nacional de realizar dicho evento el  20 de enero de 2013. Este es el camino a seguir. No existe otra fórmula para  dotar de legitimidad y representatividad al próximo gobierno y al parlamento  que le dará apoyo.
Por último,  camaradas, lo que en  verdad debiera despertar nuestra preocupación, es el signo que tomará el programa de la coalición y del candidato presidencial. Debemos decirlo con absoluta claridad: en los últimos años ha habido grandes esfuerzos de elaboración programática, y reiteradas peticiones de la  militancia para canalizar estas iniciativas en un todo armónico, coherente y  común al partido. Sólo en la pasada junta nacional los votos políticos coincidieron en impulsar diez grandes reformas, entre las que destacaban cambios políticos tales como una Nueva Constitución, estableciendo un Estado de derecho  social y democrático, el  plebiscito vinculante como mecanismo para resolver  los grandes temas nacionales y una reforma del sistema político que considere  el cambio del sistema electoral binominal por otro proporcional. Cambios  económicos que apuntaban a la recuperación y protección de los recursos naturales, como el cobre, el litio y el agua, la renacionalización del cobre, y una  política energética que incorporara a su matriz energías alternativas y sustentables con el medio ambiente. Cambios legislativos, como terminar con el lucro  en la educación subvencionada y con la municipalización de la educación pública, reforzando la educación estatal, gratuita y de calidad. Cambios previsionales que  admitan la reforma profunda del régimen de pensiones, como sería  el  establecimiento de una  AFP estatal. Y cambios a la estructura administrativa  del Estado  para mejorar su rol en favor de los sectores medios y populares.
Hoy surgen nuevas inquietudes, por ejemplo, el proyecto de ley de pesca que  afecta a miles y miles de pescadores artesanales y a sus familias.
Nosotros estamos convencidos de que el partido puede recuperar el aporte de  sus profesionales, sobre todo, la contribución del inmenso semillero de jóvenes  profesionales surgidos de las reformas universitarias emprendidas por los gobiernos de la Concertación. Es necesario organizar desde ahora mismo la conformación de equipos técnicos, y  de  coronar  el proceso de elaboración programática en una Junta Nacional convocada con el solo propósito de sancionar  su proyecto de gobierno.
Camaradas del partido: la Democracia Cristiana y la Concertación están mejor  que hace tres años, cuando perdimos el gobierno y vimos flaquear la cohesión  del conglomerado. El país ha puesto a nuestro partido en una posición de liderazgo que nos demanda renovación, responsabilidad y sentido de futuro. A 55 años de la fundación del Partido Demócrata Cristiano, esta junta nacional debe  corresponder a la  confianza depositada en nosotros  con un mensaje unitario y  esperanzador.
Santiago, 17 de noviembre de 2012.