Propuesta política planteada en la Junta Nacional del 17 de noviembre por el camarada Belisario Velasco, y aprobada en lo esencial por la máxima instancia partidaria.
Venimos saliendo de una elección popular. Una elección que, como todo pronunciamiento libre y democrático del pueblo, nos obliga a recoger e interpretar su mensaje para, después de hacer este examen, adecuar nuestra acción política a los nuevos desafíos que ella nos plantea. Con este propósito ha sido convocada la Junta Nacional que nos reúne. Ella no puede menos que ser protagonista de un verdadero debate político. Un debate que no nos deje anclados en el pasado, en la historia, en la memoria o en el testimonio, sino que nos permita desplegar nuestra imaginación para construir el futuro, para proyectar el mañana, para alimentar los sueños e ideales del Chile que está naciendo. Hoy podemos actuar con esta disposición positiva y esperanzadora, porque no estamos en crisis. Porque no existen amenazas para nuestra unidad. Porque no existen riesgos para nuestra identidad. Porque no existe escollo que nuestro partido no pueda sortear con sensatez y respeto por la rica diversidad que se vive en su seno.
El balance de la elección
La pasada elección fue una prueba para todo el mundo. Fue un test para la democracia, para los partidos políticos, para las instituciones, y para los ciudadanos. Desde luego, fue una prueba para nuestra democracia representativa y, sobre todo, para la recién inaugurada institución del voto voluntario, que buscaba ampliar la participación electoral, es decir, todo lo contrario de la fuerte abstención producida. Que sólo 4 de cada 10 chilenos hayan concurrido a votar, demuestra el bajo interés de la ciudadanía en la política tal y cómo ésta se les presenta a través de las campañas, los discursos y los programas disponibles.
Esto reviste una pérdida de legitimidad que no afecta sólo a las clásicas instituciones republicanas, sino también a las nuevas y más activas organizaciones y movimientos sociales. No es extraño que la misma abstención se haya registrado —incluso amenazando el proceso— en las recientes elecciones de la pionera y combativa Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile. La abstención, camaradas, es un problema del sistema político que es generado por el sistema económico. Por este modelo neoliberal que convierte a los ciudadanos en consumidores insolidarios. Un modelo que, sin embargo, encuentra sus barreras de contención en la participación comprometida y responsable que le oponen las organizaciones de la sociedad civil, como los partidos políticos —y la Democracia Cristiana es una colectividad fundamental—, como el movimiento estudiantil, como los movimientos sociales de Aysén y Magallanes, como los ciudadanos que, pese a todas sus críticas a la política realmente existente, tuvieron el coraje de ir a votar y de determinar con su voto el destino de 345 municipios. Esto debemos saberlo valorar, porque esos cinco millones y medio de chilenos, hoy por hoy, son la levadura en la masa de nuestra vida democrática.
Y esos cinco millones y medio de ciudadanos le propinaron un voto de castigo al Gobierno, y apoyaron el desempeño unitario de la oposición. En los cinco criterios con que es posible medir el éxito electoral, la ciudadanía le brindó un triunfo inobjetable a la oposición. Los partidos de oposición obtuvieron el mayor número de votos para alcaldes, el mayor número de votos para concejales, la mayor cantidad de alcaldes, la mayor cantidad de concejales, y la mayor población gobernada por municipios de oposición. Esto significa que todas las capacidades y facultades de aquellos municipios podrán ser movilizadas para mejorar la igualdad, la participación y la cohesión social de sus habitantes. La ciudadanía también envió una señal inequívoca sobre sus expectativas de cambio, gobernabilidad y eficiencia políticas al renovarle su respaldo a la Concertación y a sus fuerzas políticas aliadas, y lo que es más importante en tiempos de escepticismo y disolución, haber situado a la cabeza de la coalición al pacto formado por la Democracia Cristiana y el Partido Socialista, dos tradiciones humanistas comprometidas con la democracia y con la sustitución del capitalismo.
El lugar de la Democracia Cristiana
La Democracia Cristiana surge como la principal fuerza política de centroizquierda, al mantener la adhesión de más de 800 mil ciudadanos, el 15,1 por ciento de los votos. Un resultado inesperado, dada la incertidumbre que existía acerca del verdadero número de ciudadanos inscritos que finalmente acudiría a las urnas, y dado que los pronósticos en boga aseguraban que el partido no llegaría al 10 por ciento. La confianza depositada por el país nos ha devuelto la confianza en nosotros mismos. Por eso, lejos de todo triunfalismo autocomplaciente, debemos valorar que el fantasma de la persistente caída electoral haya dejado de rondar la casa democratacristiana. Hemos podido estabilizar la tendencia, y nos encontramos en un buen pie para emprender la recuperación de quienes se alejaron. La Democracia Cristiana se ha confirmado como una fuerza nacional y popular. Una fuerza nacional, porque su presencia activa y organizada se extiende a casi todas las comunas del país. Una fuerza popular, porque vive y se nutre de las vivencias de los más pobres, lo mismo que de las clases medias de la población. No es casual que en las 50 comunas más pobres de Chile, la votación democratacristiana alcance al 22 por ciento del electorado, cuando en las 50 comunas más ricas asciende al 24 por ciento. No es casual que en las cincuenta comunas con mayores desigualdades sociales el partido concite el apoyo de 171 mil electores, mientras que en las cincuenta comunas con menores diferencias socioeconómicas, esta adhesión se cifre en 63 mil votos. Y tampoco es casual que más del 60 por ciento de la votación democratacristiana proceda de zonas densamente pobladas, las macroregiones de Valparaíso, Biobío y Santiago.
Es la rica diversidad del partido la que permite esta implantación ciudadana en una sociedad con estilos de vida cada vez más diferenciados. Somos un partido representativo de las necesidades y aspiraciones del norte seco y rico en recursos minerales y del sur verde y fértil, de las zonas rurales y urbanas, de las grandes metrópolis y de los pequeños poblados de economía campesina.
Dos lecciones: más participación y más organización
Pero, más allá de nuestra identidad sociológica, hay dos lecciones fundamentales que nos dejan las pasadas elecciones. Dos lecciones que deben hacernos meditar acerca del modo en que estamos construyendo nuestra acción política.
La primera lección, es que en aquellas comunas donde el partido realizó primarias para nominar a sus candidatos a concejales, la Democracia Cristiana logró conquistar el respaldo de 182 mil ciudadanos, cerca del 23 por ciento de toda su votación. En dichas comunas pudimos elegir 55 de los 145 candidatos. La segunda lección, es que en aquellas comunas donde el partido es pequeño en proporción a su número de electores y, al mismo tiempo, cuenta con una organización férrea y permanentemente movilizada, el partido consiguió sus mejores rendimientos electorales. La comuna de Osorno es un caso emblemático en ambos parámetros. Osorno realizó primarias internas y logró elegir como concejales a sus cuatro candidatos; todos eran militantes.
¿Que nos está diciendo el país? La ciudadanía espera la renovación del testimonio demócrata cristiano. Aspira a un partido genuinamente representativo y legitimado en la base social, plenamente participativo, y abierto al aporte de las nuevas tendencias y necesidades del Chile de hoy. Quiere un partido que refleje los sueños y aspiraciones de los más desposeídos, y que lo haga a través de una práctica política honestamente democrática y unitaria. Desea un partido que se libere de los modos elitistas, excluyentes y enclaustrados. Que deje atrás las prácticas que prescinden de la opinión y de la decisión de la gente. Un partido que se nutra y busque su quehacer en las redes sociales, en los jóvenes, en los trabajadores, en los profesionales, en los pobladores, en las mujeres y en las comunidades indígenas.
Nada es más coherente con el primer párrafo de nuestra declaración de principios… ¡El Partido Demócrata Cristiano tiene por misión realizar una verdadera democracia, en la que el hombre pueda obtener su pleno desarrollo material y espiritual! Nada es más esencial a nuestra razón de ser; nadie está dispuesto a renunciar a su voto.
El aggiornamento del Partido
Por eso, camaradas, debemos aprender de estas lecciones, y hacerlo desde ahora aplicando la experiencia acumulada a través de largos años de servicio, a los retos del presente. Esta junta nacional tiene la misión de dirimir el curso que habrá de tomar el partido en los próximos meses. Debemos pronunciarnos sobre un itinerario que contempla: primero, la prórroga del mandato de la actual mesa nacional; segundo, la realización de primarias internas para nominar al candidato presidencial del partido; tercero, la elaboración del programa de gobierno; y cuarto, la elección de una nueva directiva.
Creemos que el partido se encuentra en condiciones óptimas para avanzar, y no retroceder, en democracia, participación e integración. Creemos que el aggiornamento, la puesta al día del partido frente al nuevo escenario abierto por los movimientos sociales —y en esta misma sala fuimos testigos del consejo ofrecido por Iván Fuentes—, no es de mayor representación delegada, sino de más participación activa de todos los militantes, que constituyen las verdaderas raíces del partido, en la elección de la nueva mesa nacional. Un militante un voto, en un momento que no admite más excepciones que la fijación de la fecha de su realización, y que nosotros proponemos realizar a mediados de marzo de 2013, previa prórroga del mandato de la actual directiva.
Nadie entendería que entre cuatro paredes se eligiera la directiva nacional del partido por dos años. Directiva que deberá hacer frente a las primarias presidenciales de la oposición, a las parlamentarias, a la discusión del programa de gobierno con nuestros aliados, y del candidato o candidata a Presidente, a la conformación del nuevo gobierno y a su puesta en marcha, es decir, al futuro de nuestro partido, como de la coalición de gobierno, y al Chile del mañana, porque el país decidirá entre la derecha —cuyos lamentables resultados estamos
viendo— y la oposición democrática.
Esto querría decir que no supimos leer el resultado de las recientes elecciones municipales. Hacemos pública nuestra preocupación por una abstención del 60 por ciento… y ahora le estaríamos diciendo al 99 por ciento de nuestros militantes, de cara al futuro de Chile que hemos esbozado: ¡Ustedes no votan; nosotros lo hacemos y resolvemos por ustedes! ¡Qué contrasentido! La UDI lo hace así, y nosotros siempre le hemos dicho que le falta democracia y le sobra plata.
No camaradas. La mesa por los próximos dos años para hacer frente al futuro debe ser electa por las bases partidarias. Cada militante un voto… y, en marzo próximo, a fin de darle el tiempo indispensable para cotejar las diferentes propuestas. ¡No sólo se debe hablar de democracia; lo fundamental es practicarla!
También pensamos que el partido está preparado para dirimir en una elección directa a su mejor candidato presidencial. Porque, si como lo demostró la elección municipal, la oposición es capaz de unirse para conseguir más alcaldes. Si sólo una oposición unida puede garantizar el éxito parlamentario y presidencial del próximo año. Si, como hemos visto, es requisito indispensable para arribar a un candidato, a un programa y a una coalición común, el compromiso de los candidatos de cada partido y de los independientes, así como el consenso sobre sus propuestas programáticas. Si todas estas condiciones son necesarias para darle gobierno a Chile, entonces, no hay razón para inhibir el debate, la adhesión y la movilización política del partido en torno a su alternativa. Por eso, reafirmamos el acuerdo de la última junta nacional de realizar dicho evento el 20 de enero de 2013. Este es el camino a seguir. No existe otra fórmula para dotar de legitimidad y representatividad al próximo gobierno y al parlamento que le dará apoyo.
Por último, camaradas, lo que en verdad debiera despertar nuestra preocupación, es el signo que tomará el programa de la coalición y del candidato presidencial. Debemos decirlo con absoluta claridad: en los últimos años ha habido grandes esfuerzos de elaboración programática, y reiteradas peticiones de la militancia para canalizar estas iniciativas en un todo armónico, coherente y común al partido. Sólo en la pasada junta nacional los votos políticos coincidieron en impulsar diez grandes reformas, entre las que destacaban cambios políticos tales como una Nueva Constitución, estableciendo un Estado de derecho social y democrático, el plebiscito vinculante como mecanismo para resolver los grandes temas nacionales y una reforma del sistema político que considere el cambio del sistema electoral binominal por otro proporcional. Cambios económicos que apuntaban a la recuperación y protección de los recursos naturales, como el cobre, el litio y el agua, la renacionalización del cobre, y una política energética que incorporara a su matriz energías alternativas y sustentables con el medio ambiente. Cambios legislativos, como terminar con el lucro en la educación subvencionada y con la municipalización de la educación pública, reforzando la educación estatal, gratuita y de calidad. Cambios previsionales que admitan la reforma profunda del régimen de pensiones, como sería el establecimiento de una AFP estatal. Y cambios a la estructura administrativa del Estado para mejorar su rol en favor de los sectores medios y populares.
Hoy surgen nuevas inquietudes, por ejemplo, el proyecto de ley de pesca que afecta a miles y miles de pescadores artesanales y a sus familias.
Nosotros estamos convencidos de que el partido puede recuperar el aporte de sus profesionales, sobre todo, la contribución del inmenso semillero de jóvenes profesionales surgidos de las reformas universitarias emprendidas por los gobiernos de la Concertación. Es necesario organizar desde ahora mismo la conformación de equipos técnicos, y de coronar el proceso de elaboración programática en una Junta Nacional convocada con el solo propósito de sancionar su proyecto de gobierno.
Camaradas del partido: la Democracia Cristiana y la Concertación están mejor que hace tres años, cuando perdimos el gobierno y vimos flaquear la cohesión del conglomerado. El país ha puesto a nuestro partido en una posición de liderazgo que nos demanda renovación, responsabilidad y sentido de futuro. A 55 años de la fundación del Partido Demócrata Cristiano, esta junta nacional debe corresponder a la confianza depositada en nosotros con un mensaje unitario y esperanzador.
Santiago, 17 de noviembre de 2012.
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