jueves, octubre 13, 2011

¿Qué viene?. Jorge Canals .


Y a pesar de que la clase política sea más parte del problema que de la solución, es en la actividad pública donde deben plantearse dichas definiciones. La capacidad transformadora de la política vuelve, por ello, al ruedo. Seguramente la demanda será por liderazgos que apuesten por políticas igualitarias y cuyo discurso hable de disciplinar las fuerzas del mercado y de revalidar la dirección estratégica del Estado en la búsqueda del bien común.
Miles de palabras se han escrito desde los inicios del movimiento estudiantil. Lo que en principio parecían las típicas movilizaciones universitarias, pasados ya 5 meses, han acabado con gran parte de las certezas que sustentaban nuestro sistema social, político y económico.
Nos hemos visto obligados, por la entidad de las demandas y por el masivo apoyo que le atribuyen las encuestas, a tratar de descifrar sus causas y motivos. Cualquiera sea la opinión que se tenga al respecto, dos consecuencias, en parte atribuibles a las movilizaciones, son claves para pensar el futuro. La primera, es la ruptura de los consensos que posibilitaron la transición chilena y sus éxitos en las décadas pasadas. La segunda, y con diferencia la más preocupante, la total deslegitimación de nuestras elites, las que, mayoritariamente, son vistas como incapaces, corruptas y cooptadas por intereses particulares.

Quizás aquello explique el abismo que existe entre las propuestas estudiantiles y las respuestas gubernamentales. Estas últimas, las más de las veces, hablan desde un país que las nuevas generaciones ya no reconocen. La sola hondura de las transformaciones, obliga a respuestas cuya profundidad sea proporcional.
Y a pesar de que la clase política sea más parte del problema que de la solución, es en la actividad pública donde deben plantearse dichas definiciones. La capacidad transformadora de la política vuelve, por ello, al ruedo. Seguramente la demanda será por liderazgos que apuesten por políticas igualitarias y cuyo discurso hable de disciplinar las fuerzas del mercado y de revalidar la dirección estratégica del Estado en la búsqueda del bien común.
Esto contrasta con el rol que líderes y partidos juegan hoy. Tanto el vacío de poder provocado por la incompetencia oficialista, como los intentos desesperados de parte de la concertación de arrimarse a la popularidad del movimiento, muestran claramente una “crisis de hombres”. La renovación dejó de ser una consigna, y el imperativo es que nuevos hombres y mujeres sean quienes construyan los pactos sociales que Chile requiere.
Por más que se sentencie el fin del período donde los acuerdos supeditaban los programas políticos, y se diga que desde la diferencia es desde donde debe pensarse un país más justo, a la larga, y por la fuerza de los hechos, lo que permitirá o no que nuestra sociedad logré niveles de justicia e igualdad al menos aceptables, serán políticas implementadas a largo plazo y posibilitadas por importantes espacios de acuerdos entre amplios sectores políticos y sociales.
Sin embargo, nada volverá a ser lo mismo. La aportación histórica del movimiento estudiantil ha sido relevar las escandalosas desigualdades que Chile se ha permitido.
En respuesta a ello, un nuevo pacto constitucional que se haga cargo de aquella urgencia; un acuerdo tributario que lo sustente y reformas políticas que resuciten la credibilidad del sistema. De fondo, una sociedad movilizada en torno a la indignación que la pobreza le provoca. ElDínamo.cl