DC: un artículo de primera necesidad. Joaquín García-Huidobro
¿Podría
desaparecer la Democracia Cristiana del panorama político chileno? La pregunta
parece disparatada, pero en 1993 sucedió en Italia, donde era todavía más
poderosa. También podría ocurrir en Chile. En política nadie tiene la vida
asegurada, ni siquiera el Imperio Romano o la Unión Soviética la tuvieron.
¿Sería
bueno que desapareciera la DC? No. Sería malo para el Gobierno, que ya tiene
problemas al no encontrar interlocutores sólidos. También para la Concertación,
que perdería un elemento moderador. En definitiva, sería negativo para Chile,
porque la DC ha llegado a ser una parte de nosotros, aunque a algunos nos
molesten cosas, como esa mezcla de ingenuidad y maquiavelismo que parece
amenazarla permanentemente.
Cuesta
imaginar un Chile sin la Democracia Cristiana, pero sus permanentes conflictos
y otros signos de malestar interno hacen que debamos mirar su futuro con
preocupación. Los electorados son implacables con los partidos desunidos, y las
próximas elecciones municipales podrían traer sorpresas desagradables para la
DC y para los que, a pesar de nuestra distancia política y psicológica con
ella, le deseamos buena salud.
Se
dice que la DC no aprende. Falso. Aprendió, por ejemplo, a dejar a un lado su
mesianismo de la década de los sesenta, que la llevó a cometer graves errores
con buena conciencia. Es un cambio importante, que probablemente no le resultó
fácil.
Importante
también, decisiva, fue su participación tanto en la oposición a la Unidad
Popular como en la transición a la democracia. En ambos casos, sus líderes
ejercieron la fortaleza y la prudencia, virtudes que sus críticos insisten en
negarle.
Dos
son las dificultades más graves que parece experimentar en este momento. La
primera es que ya no responde a la necesidad histórica que la vio nacer. El
auge de la Democracia Cristiana es un fruto típico de la Guerra Fría. Se alzó
como una respuesta democrática al marxismo, pero evitando el lastre de los
viejos conservadores y liberales.
El
mundo, sin embargo, ha cambiado. Ya no estamos en el tiempo de don Camilo y
Peppone, sino en el pragmático ambiente de los Berlusconi y otras figuras por
el estilo, tanto en la derecha como en la izquierda. Esos personajes pueden
resultar ridículos, pero no atemorizan a nadie. De este modo, la vida se le hace
más difícil a un partido que creció gracias al temor que una parte del
electorado sentía hacia la derecha y otra hacia la izquierda.
La
segunda dificultad que enfrenta la DC es más grave, porque apunta al problema
de su identidad. ¿Qué significa realmente ser, hoy, un democratacristiano? ¿Qué
razón, aparte de la tradición familiar, tendría un joven para inscribirse en
sus filas, y no, por ejemplo, en el PPD? Para ser, a la vez, demócrata y
cristiano, hay otras posibilidades disponibles, tanto en la izquierda como en
la derecha. ¿Por qué, entonces, elegir precisamente la Democracia Cristiana?
Parte
importante de su mística la obtenía de su inspiración en la Doctrina Social de
la Iglesia; es decir, de su cristianismo. Lamentablemente, este elemento
positivo se mezclaba con un clericalismo (heredado de sus ancestros
conservadores) muy difícil de digerir. El cristianismo daba votos e
inspiración. Con el tiempo, la DC se ha ido alejando progresivamente de su
fuente original. Hasta parece como si para algunos el cristianismo se hubiera
transformado en un lastre.
Debilitada
la impronta cristiana, queda el viejo recurso de definirse como el que ocupa el
centro político. Pero tampoco resulta suficiente a la hora de fijar una
identidad. Este expediente resulta útil cuando los extremos están bien
definidos, pero hoy las cosas aparecen nebulosas e imprecisas. Nos guste o no,
todo tiende a situarse en el centro. En todo el mundo los gobiernos de
centroderecha toman medidas políticas de centroizquierda, y viceversa. Chile no
es una excepción, y esto le complica la vida a la DC. ¿Cuál es, entonces, su
justificación actual? ¿Qué significa hoy ser un democratacristiano?
Hace
medio siglo a la DC le sobraban ideas y le faltaba sentido práctico. Hoy parece
ser exactamente al revés. Pero no todos los partidos pueden sobrevivir con puro
pragmatismo. No, al menos, la DC. El día en que se transforme en un PPD con
aire cristiano habrá desaparecido. Ella nunca podrá ser un partido
instrumental. Para ella las ideas no son un lujo, sino una condición para
seguir viviendo.
Democracia
Cristiana, sé tú misma, sé fuerte, muchos chilenos te extrañamos. Eres un
artículo de primera necesidad
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