martes, octubre 18, 2011

DC: un artículo de primera necesidad. Joaquín García-Huidobro

 ¿Podría desaparecer la Democracia Cristiana del panorama político chileno? La pregunta parece disparatada, pero en 1993 sucedió en Italia, donde era todavía más poderosa. También podría ocurrir en Chile. En política nadie tiene la vida asegurada, ni siquiera el Imperio Romano o la Unión Soviética la tuvieron.

¿Sería bueno que desapareciera la DC? No. Sería malo para el Gobierno, que ya tiene problemas al no encontrar interlocutores sólidos. También para la Concertación, que perdería un elemento moderador. En definitiva, sería negativo para Chile, porque la DC ha llegado a ser una parte de nosotros, aunque a algunos nos molesten cosas, como esa mezcla de ingenuidad y maquiavelismo que parece amenazarla permanentemente.

Cuesta imaginar un Chile sin la Democracia Cristiana, pero sus permanentes conflictos y otros signos de malestar interno hacen que debamos mirar su futuro con preocupación. Los electorados son implacables con los partidos desunidos, y las próximas elecciones municipales podrían traer sorpresas desagradables para la DC y para los que, a pesar de nuestra distancia política y psicológica con ella, le deseamos buena salud.


Se dice que la DC no aprende. Falso. Aprendió, por ejemplo, a dejar a un lado su mesianismo de la década de los sesenta, que la llevó a cometer graves errores con buena conciencia. Es un cambio importante, que probablemente no le resultó fácil.

Importante también, decisiva, fue su participación tanto en la oposición a la Unidad Popular como en la transición a la democracia. En ambos casos, sus líderes ejercieron la fortaleza y la prudencia, virtudes que sus críticos insisten en negarle.

Dos son las dificultades más graves que parece experimentar en este momento. La primera es que ya no responde a la necesidad histórica que la vio nacer. El auge de la Democracia Cristiana es un fruto típico de la Guerra Fría. Se alzó como una respuesta democrática al marxismo, pero evitando el lastre de los viejos conservadores y liberales.

El mundo, sin embargo, ha cambiado. Ya no estamos en el tiempo de don Camilo y Peppone, sino en el pragmático ambiente de los Berlusconi y otras figuras por el estilo, tanto en la derecha como en la izquierda. Esos personajes pueden resultar ridículos, pero no atemorizan a nadie. De este modo, la vida se le hace más difícil a un partido que creció gracias al temor que una parte del electorado sentía hacia la derecha y otra hacia la izquierda.

La segunda dificultad que enfrenta la DC es más grave, porque apunta al problema de su identidad. ¿Qué significa realmente ser, hoy, un democratacristiano? ¿Qué razón, aparte de la tradición familiar, tendría un joven para inscribirse en sus filas, y no, por ejemplo, en el PPD? Para ser, a la vez, demócrata y cristiano, hay otras posibilidades disponibles, tanto en la izquierda como en la derecha. ¿Por qué, entonces, elegir precisamente la Democracia Cristiana?

Parte importante de su mística la obtenía de su inspiración en la Doctrina Social de la Iglesia; es decir, de su cristianismo. Lamentablemente, este elemento positivo se mezclaba con un clericalismo (heredado de sus ancestros conservadores) muy difícil de digerir. El cristianismo daba votos e inspiración. Con el tiempo, la DC se ha ido alejando progresivamente de su fuente original. Hasta parece como si para algunos el cristianismo se hubiera transformado en un lastre.

Debilitada la impronta cristiana, queda el viejo recurso de definirse como el que ocupa el centro político. Pero tampoco resulta suficiente a la hora de fijar una identidad. Este expediente resulta útil cuando los extremos están bien definidos, pero hoy las cosas aparecen nebulosas e imprecisas. Nos guste o no, todo tiende a situarse en el centro. En todo el mundo los gobiernos de centroderecha toman medidas políticas de centroizquierda, y viceversa. Chile no es una excepción, y esto le complica la vida a la DC. ¿Cuál es, entonces, su justificación actual? ¿Qué significa hoy ser un democratacristiano?

Hace medio siglo a la DC le sobraban ideas y le faltaba sentido práctico. Hoy parece ser exactamente al revés. Pero no todos los partidos pueden sobrevivir con puro pragmatismo. No, al menos, la DC. El día en que se transforme en un PPD con aire cristiano habrá desaparecido. Ella nunca podrá ser un partido instrumental. Para ella las ideas no son un lujo, sino una condición para seguir viviendo.

Democracia Cristiana, sé tú misma, sé fuerte, muchos chilenos te extrañamos. Eres un artículo de primera necesidad