Descansa el luchador. Ignacio Walker
Hubo varias influencias en la conformación de la personalidad y la vocación de don Gabriel Valdés Subercaseaux. Tal vez la más temprana e importante fuera la de su propia madre, doña Blanca Subercaseaux, quién lo introdujo en los valores espirituales, la doctrina social de la Iglesia y un círculo de jóvenes que pertenecía a una Falange Nacional.
También estuvo el Padre Alberto Hurtado ("la persona más seductora que he conocido en mi vida", según relata en una entrevista), quién fuera su profesor en el mítico colegio de San Ignacio de Alonso Ovalle, donde, algunos cursos más arriba, estudiaba un joven llamado Bernardo Leighton ("todo comenzó con Bernardo", sería su recuerdo, años y décadas más tarde, en torno a los años de la Falange Nacional).
A Eduardo Frei Montalva ("me pareció un faro", diría sobre él) lo conoció en Roma, en 1934, cuando el joven Gabriel -de 15 años de edad- y su familia vivían en la ciudad de predicación de Pedro y Pablo. Eduardo Frei asistía, junto a Manuel Garretón, en representación de la Asociación Nacional de Estudiantes Católicos (ANEC) al Congreso Iberoamericano de Universitarios Católicos. Lo sedujo desde el primer día, y hasta el último. Tuvieron encuentros y desencuentros pero sirvieron en esa generación que no ha sido igualada en la política chilena, la de la Falange Nacional. Ahí estuvieron Leighton, Garretón, Frei, Tomic, Valdés y tantos otros , cruzados de la justicia social entendida como la máxima expresión del amor al prójimo.
En 1964 la historia juntó a dos de los más grandes de la Falange Nacional y de la Democracia Cristiana, Eduardo Frei M. y Gabriel Valdés. Chile brilló como nunca antes en el concierto de las naciones, con una política exterior con visión en torno a la trilogía de democracia, desarrollo e integración, dentro de la continuidad histórica y jurídica de la política exterior chilena.
A los pocos años sobrevino el quiebre y el desencuentro más profundo de nuestra historia. Don Gabriel sacó las garras, y tras su regreso a Chile, en 1981, después de varios años como Subsecretario General de Naciones Unidas, en el PNUD, mostró lo que siempre fue, y ahora más que nunca: un luchador "Por la Libertad" -el título de su libro publicado en plena dictadura, en 1986.
Fue Presidente de la Democracia Cristiana (¿le hemos rendido en vida el homenaje que los grandes como don Gabriel merecen?) y fundador de la Alianza Democrática, la que cambió el eje de la política chilena para dar lugar a la Concertación de Partidos por la Democracia, que sembró sobre terreno fértil. En 1985 contribuyó, junto a otros, a la suscripción del Acuerdo Nacional hacia la Plena Democracia, con la que quedó sellada la suerte de la dictadura hasta alcanzar el triunfo del 5 de Octubre de 1988.
El luchador pagó con la cárcel por su consecuencia política y contribuyó, como Presidente del Senado, a hacer posible una transición democrática ejemplar, ganándose el respeto, el cariño y la admiración de todos, más allá de las fronteras de nuestro Partido Demócrata Cristiano. Desde ese día, cuando asumió como Presidente del Senado, don Gabriel Valdés nos pertenece a todos, testimoniando a través del ejemplo de toda una vida que su único norte fue el servicio al bien común y a la patria misma.
Ignacio Walker
Presidente del PDC
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