LOS NEGOCIADORES. Andres Rojo
La semana concluyó con el aparentemente positivo anuncio de la invitación del Presidente de la República a sostener un diálogo directo con los dirigentes del movimiento estudiantil, pero esta noticia inevitablemente hay que analizarla y seguirla con cuidado porque es la posible conclusión de un fenómeno social que no ha sido típico, por lo que no hay razones para suponer que su término se desarrolle tampoco de manera tradicional.
Ya se ha visto que, a medida que los estudiantes fueron adquiriendo peso político gracias al respaldo ciudadano, fueron aumentando al mismo tiempo sus exigencias de la inicial calidad y gratuidad de la educación a aspectos que llegan a la reforma del sistema político con el reemplazo de la Constitución. Parece poco probable añadir más demandas, pero eso da cuenta de cómo el movimiento desborda lo que podrían haber sido sus cauces tradicionales.
Del mismo modo, en la negociación misma tendrá que considerarse que cada una de las decisiones tendrá que ser consultada a las bases, lo que implica una larga rutina de pronunciamientos que para el político tradicional se parece más a un esquema de asambleísmo que produce una natural desconfianza por su similitud a métodos empleados por todos los partidos para disimular la naturaleza del proceso de toma de decisiones, pero que para los estudiantes parece encarnar su comprensión de lo que es la democracia.
Frente a lo que ha sido un fenómeno político disruptivo que amenaza los dogmas de la política tradicional, es necesario insistir que el Gobierno y los partidos difícilmente podrán dar soluciones si no se adaptan al nuevo paradigma impuesto por las movilizaciones ciudadanas.
Sin embargo, se mantienen a la vez algunos principios básicos de lo que es una negociación, en la medida que se trata de una transacción entre partes que están en desacuerdo y en eso no tiene nada que ver la política. Dentro de esos principios están, por supuesto, el diálogo y la necesidad de ceder si de verdad se quiere un acuerdo y en estos dos sentidos es esperable esperar situaciones decepcionantes en el largo camino de las negociaciones que se desarrollarán a partir del martes.
Es sabido que tanto el Gobierno como los estudiantes han mantenido férreamente sus posturas. Uno tiene tras sí la institucionalidad y el otro el respaldo de parte importante de la ciudadanía y nada hace suponer, por ahora, que tengan la disposición necesaria para avanzar en las negociaciones, pero eso es parte sustancial también de cualquier proceso negociador ya que el primero que muestre debilidad arriesga terminar cediendo más que su contraparte.
Un problema adicional es que no se vislumbra tampoco la posibilidad de que las dos partes puedan concordar en un mediador, y así las cosas es improbable que se logren resultados en el corto plazo y que todas las expectativas resulten satisfechas como quizás desea la mayor parte de la ciudadanía.
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