martes, diciembre 14, 2010

Historia de la DC. Ignacio Walker.Carta al Mercurio

Domingo 12 de Diciembre de 2010
Señor Director:
En su columna "Walker: Aciertos y carencias", Gonzalo Rojas celebra que en días recientes el suscrito, como timonel del PDC, haya "levantado la voz" y "golpeado la mesa" en relación al tema de las políticas de alianzas, especialmente frente a la posibilidad de ampliar la Concertación hacia la izquierda extra Concertación. Lo considera un acierto.

Agrega, sin embargo, que "el contenido" de nuestra postura como DC "está poco definido", especialmente en el nivel de las "convicciones", y de las "coordenadas cristianas", lo que considera "alarmante". Este sería el nivel de las carencias, el que atribuye al "largo y profundo letargo doctrinal en que todos los DC" -es decir, nadie se salva- "vegetan hace décadas". Cita mi postura en favor del divorcio como un ejemplo de dichas carencias en el nivel doctrinario.

A decir verdad, desde sus inicios el PDC ha sido un signo de contradicción. Es una vieja, bien sabida y conocida historia, que da cuenta de profundos desgarros. El hecho mismo de haber llevado a cabo un monumental esfuerzo intelectual y político en torno a una "democracia cristiana", superando la histórica bifurcación entre ambas, fue visto en su época como una verdadera herejía, especialmente por sectores representativos de un catolicismo conservador e integrista que veían -y ven- en la democracia un producto de la modernidad y la secularización que acompaña a esta última, bajo la influencia de la revolución francesa.
En eso consiste precisamente la democracia cristiana: en un diálogo, desde la tradición cristiana, con el mundo moderno, democrático y secular.

El segundo desgarro, consecuencia del anterior en el plano intelectual, fue nuestra ruptura con el viejo Partido Conservador, a fines de la década de 1930, partido que ostentaba el monopolio del catolicismo y que significó que nuestros padres fundadores -incluidos Eduardo Frei Montalva y Alejandro Silva Bascuñán, a quienes Rojas cita como ejemplos de consecuencia doctrinaria- recibieran en su tiempo las más serias recriminaciones de parte del viejo catolicismo conservador. Tuvo que venir un pronunciamiento desde el Vaticano para permitir el derecho a existir de la vieja y noble Falange Nacional.

Lo anterior no es una metáfora. Es literal. En 1948, en medio de la crisis que condujo a la ruptura del Partido Conservador entre "tradicionalistas" y "social cristianos", un obispo trató a los falangistas de "enemigos de Cristo", lo que llevó a sus líderes a pensar en auto-disolverse como partido. ¿La razón de esa grave acusación? La Falange Nacional se opuso a que se dejara fuera de la ley al Partido Comunista y argumentó y votó en contra, junto con los conservadores social cristianos, de la Ley de Defensa de la Democracia. Fue el germen de la democracia cristiana como partido político.

Y es que nunca hemos necesitado del anticomunismo. Son tan profundas y definitivas nuestras diferencias con el PC que nunca hemos necesitado recurrir al anticomunismo militante, en nombre del cual se han cometido, históricamente, las peores atrocidades. De allí nuestra imposibilidad de constituir una misma coalición política con el PC, la que debe darse entre fuerzas políticas leales, afines y convergentes programáticamente.

El resto de la historia es conocido: estuvimos contra el franquismo, mientras el catolicismo conservador lo aplaudía; estuvimos contra la cruzada anticomunista de la posguerra, votando en contra de la "ley maldita"; impulsamos una reforma agraria basados en el fin social de la propiedad, introdujimos la píldora anticonceptiva y la planificación familiar en la década de 1960 -sí, bajo el gobierno de Frei Montalva-, combatimos a una dictadura de derecha durante 17 años, y sí, también introdujimos una nueva Ley de Matrimonio Civil que incluyó el divorcio en términos de regular de mejor forma -y con honestidad- las rupturas matrimoniales. En todos esos episodios, y otros tantos, recibimos la crítica militante del catolicismo conservador e integrista del que nos separamos a fines de la década de 1930.

Ignacio Walker
Presidente del PDC