viernes, noviembre 05, 2010

En defensa del voto obligatorio. Ignacio Walker

Una de las principales consecuencias del voto voluntario es la baja tasa de participacion electoral, dimensión central de la democracia. El voto obligatorio, en cambio, conduce a una alta tasa de participacion electoral. En Colombia, donde el voto es voluntario -caso de suyo excepcional en la región-, hay tasas de participación electoral de un 45%. En uguay, por el contrario, donde el voto es obligatorio, la participación supera el 90%. Por cierto, en la elección parlamentaria de EEUU esta semana votó -voluntariamente- solamente un 42% del padrón. 


El cientista político Arend Lijphart añade un segundo efecto del voto voluntario: conduce a una participación desigual según el nivel socioeconómico. Así, los pobres tienden a votar menos que las personas de nivel socio-económico medio y alto, de modo que los segundos quedan sobrerrepresentados en el sistema político. 
De esto hay abundante evidencia empírica. En Chile, la encuesta CEP de junio de 2009 preguntó por la predisposición a votar si el voto fuera voluntario. Los resultados fueron contundentes: los ciudadanos de segmentos altos son los que en mayor medida están dispuestos a votar (93,4%, versus 81,6% entre los más pobres). Y es probable que la diferencia sea bastante mayor, porque la encuesta sólo considera a los inscritos en los registros electorales. 
Finalmente, el tema de fondo es el tipo de democracia que deseamos. Sostengo que mientras el voto voluntario conduce a una democracia pasiva, basada en una ciudadanía de baja intensidad, el voto obligatorio conduce a una democracia activa, basada en una ciudadanía de alta intensidad. Esto último es más consistente con una concepción republicana de la democracia, basada en el ejercicio de derechos y deberes; en el fondo, de la libertad con responsabilidad. 
Vivimos, desgraciadamente, en una cultura muy consciente -y exigente- de derechos, pero mucho menos de los deberes y responsabilidades que impone el ejercicio de la ciudadanía. Por ejemplo, la educacion básica y media es obligatoria en Chile. ¿Alguien podría, con un minimo de sensatez, postular que eso atenta contra derechos y libertades individuales fundamentales? ¿Que se eduque el que quiera? No, que se eduquen todos, por el bien público superior. ¿Que vote el que quiera? No, que voten todos, por un bien público fundamental como es la ciudadanía, basada en la pertenencia a una comunidad política, bajo la premisa de que vivir es convivir con otros. 
Distinto es que Chile tiene el peor de todos los sistemas: inscripción voluntaria y voto obligatorio, ergo, no me inscribo (sólo el 20% de los jóvenes está inscrito). Pero no cambiemos ese mal sistema por otro igualmente malo o peor, como el voto voluntario. La fórmula de inscripción automática y voto obligatorio es la que propongo. Si alguien se siente violentado en sus convicciones, desde el punto de vista del ejercicio de los derechos individuales, entonces propongo un tercer componente: desafiliación voluntaria del padrón electoral para los que no quieran sufragar. Reconozcámonos como ciudadanos que interactúan en el gran espacio que es la comunidad política, y no sólo como consumidores que interactúan en el mercado. Esa es la cuestión de fondo.