jueves, agosto 26, 2010

¿Hacia dónde va la DC?. Carlos Anríquez.

Durante más de 4 décadas, desde 1963, incluidos los años de la dictadura, la DC jugó un papel de eje del sistema político chileno y fue persistentemente, la primera fuerza electoral del país. Ambas condiciones ya no están presentes. ¿Qué fenómenos políticos han determinado que el Partido haya quedado reducido a esta condición tan secundaria?  
Hay un conjunto de respuestas fáciles para esta pregunta. 
La primera, es que se ha producido un desgaste propio de la condición de partido de gobierno: en atención a que ser gobierno significa adoptar decisiones duras y muchas veces impopulares, la voluntad popular nos fue abandonando progresivamente. Adicionalmente, la concentración en las labores del Estado, habrían privado al partido de sus más destacados dirigentes y líderes, dejándolo huérfano de dirección propia.


La segunda es la que señala que el ejercicio del poder transformó al partido en una máquina de poder sin doctrina, centrado solo en la mantención de cuotas burocráticas y ejerciendo la función pública con muestras palpables de corrupción, que habría cansado finalmente a la ciudadanía.
La tercera dice que la persistencia del régimen "neoliberal", caracterizado por la inequidad y el incontrolado poder de una oligarquía empresarial significó un creciente descontento de amplios sectores, que se volcaron hacia otras opciones que pudieran modificar esta situación y transformar el sistema en uno más equitativo.
Una cuarta, señala que es la conducta "oligárquica" de las dirigencias habría llevado al cansancio, desencanto y hastío de los militantes, que se sentían no escuchados ni representados por los líderes históricos del partido. Esta creciente desintegración de la base partidaria habría alejado a los sectores que nos apoyaban, llevándolos a la abstención o hacia otras opciones electorales.
El problema de estas explicaciones es que se trata más de una descripción de síntomas que una acertada comprensión de las causas del fenómeno.
Si fuera el desgaste del poder la causa de nuestra baja, ¿por qué nuestros socios no han bajado su votación en similar proporción a la nuestra? Ellos nos acompañaron en el Gobierno y en los dos últimos períodos, lo encabezaron. Sin embargo, la suma de los porcentajes obtenidos por el PS y el PPD desde 1989 hasta el 2009, se mantiene casi constante, mientras que el PDC declina desde el 26% en 1989 hasta el 14% el 2009. Es decir, se presenta la extraña situación de que el desgaste afecta al PDC y no a nuestros aliados. Queda descartado, por lo tanto la hipótesis del desgaste por efecto del gobierno.
El mismo análisis se puede aplicar a la segunda hipótesis. Si la imagen de corrupción que ha acompañado al partido durante varios años lo hubiera desgastado electoralmente, esto se habría notado de manera progresiva en toda la década, y no solo en los dos últimos años y nos habría afectado por igual a todos los partidos de la Concertación.
La tercera explicación, el neoliberalismo de la Concertación, se topa con dos grandes obstáculos: la votación del bloque PS-PPD y la votación de la derecha. Si el fenómeno neoliberal hubiera dañado al partido, también habría dañado, en mayor medida a los partidos aliados. Al PS por ser el partido que captura al electorado más a la izquierda de la Concertación y al PPD porque es en esencia, el partido más "neoliberal" del conglomerado. Pero eso no sucede. Al revés, en la década su votación se ha mantenido siempre por sobre la votación DC.
Por otro lado, la votación de la derecha – que está reconocidamente detrás del modelo neoliberal - se incrementa desde un 28% en 1989 hasta un 41% el 2009, y, sorprendentemente, la primera fuerza electoral del país es, precisamente, la UDI, el partido neoliberal por excelencia. ¿Cómo se explica que si es el "neoliberalismo" la causa de nuestra declinación, los que lo sostienen como un dogma de fe incrementen su participación electoral hasta incluso, ganar la elección presidencial en 2009? O la gente es tonta o la explicación no tiene que ver con la realidad. Me inclino a creer lo segundo.
La influencia de las oligarquías tampoco resulta útil como explicación: hay dos hechos de no menor importancia que van en dirección contraria. El primero es que en el partido nunca ha habido precisamente una renovación importante de las dirigencias. (Por ejemplo, solo 14 personas han ocupado la presidencia del partido en los últimos 50 años. De estos, 4 camaradas lo han ocupado por 24 años.) Pero además, sorprendentemente desde este punto de vista, los partidos que más fortaleza electoral muestran son precisamente tremendamente oligárquicos: la UDI, el PS y el PPD. Lo que llama la atención aquí es que durante 40 años, el país y el electorado no consideraron relevante esta falta de renovación y mantuvieron a la DC como primera fuerza electoral y le traspasan ahora esta condición a un partido aun más oligárquico que la DC. Más aun, es casi una realidad que la característica de ser una confederación de caudillos, más que un partido en forma sea una de las causas de la mantención electoral en la década 2000 – 2010 del PDC.
Por otra parte, si se suman los votos del PDC y los del PRI, qué son en su mayoría votos salidos de la DC, vemos que esa suma se ha mantenido estable durante toda la década, mientras que los porcentajes sumados del PS y el PPD fluctúa siempre entre 2 y 4% por sobre el porcentaje del PDC más PRI. Es decir, lo que ha sucedido en realidad, es que el enorme descenso del partido el 2009, se explica más por la fuga del PRI que por otras consideraciones. Sin este último quiebre, es probable que el porcentaje electoral del partido se hubiera mantenido en un nivel similar al que mantuvo entre 2001 y 2008.
Pero, si las hipótesis antes examinadas han demostrado ser tan débiles, ¿dónde están entonces las causas de la declinación del partido?
Es probable que las causas, más de una en todo caso, sean una potenciación de las anteriores, en el contexto de un país que ha cambiado tanto, que los discursos programáticos del partido representen cada vez a menos sectores sociales. Dicho de otro modo, Chile ha cambiado tanto, que las propuestas que hemos mantenido ya no se ajustan a lo que la gente quiere y necesita y la ciudadanía busca entonces otros grupos que dirijan el estado con programas más ajustados a la realidad actual.
Si miramos la historia, apreciaremos que la Democracia Cristiana nació con una vocación de cambio en una sociedad tradicional, de raiz agraria, valores medievales y fuertemente influenciado por la Iglesia Católica. Así, representó a sectores sociales populares, principalmente campesinos y otros surgidos de la ampliación de la cobertura educacional, de la industrialización y urbanización crecientes, principalmente trabajadores de cuello y corbata, profesionales ascendentes y empresarios modernos e innovadores. Esa clase media y esos sectores populares fueron el sustento social y electoral del partido, que lo transformaron en la primera fuerza política en 1963, en gobierno en 1964 y le dieron la más grande mayoría electoral de la historia de Chile en 1965. Los militantes de la DC estaban dispersos por todo el tejido social y político chileno: sindicatos, organizaciones estudiantiles, juntas de vecinos y todas las organizaciones que fueran representativas de las demandas sociales del momento. Fue siempre un Partido que confundió a los actores políticos de la época. A la izquierda porque a pesar de ser un partido pluriclasista, convocaba y lograba adhesión de amplios sectores populares. A la derecha, porque impulsaba incansablemente cambios que significaban eliminar los injustos privilegios de los sectores tradicionalmente detentores del poder económico, pero postulando la mantención de la democracia, fortalecida por una mayor equidad y participación.
Pues bien, la clase media tradicional, así como el campesinado proveniente del inquilinaje y la mediería, que eran el tronco principal de la DC ya no existen o están en franca disminución ante otras fuerzas sociales ascendentes, con nuevos valores, nuevas visiones y nuevas demandas.
Un factor no menor, es la influencia de la Iglesia Católica. El crecimiento y consolidación de la DC fue apoyado con énfasis por los crecientes sectores progresistas de la Iglesia chilena, que fueron aislando a los representantes del tradicionalismo católico. Los íconos de este proceso fueron el obispo Manuel Larraín y Monseñor Raúl Silva Henríquez. Recuerdo patentemente que en el responso de la misa fúnebre por Eduardo Frei Montalva, el Cardenal dijo literalmente: "Hoy ha muerto uno de nuestros jefes..." Hoy, prácticamente todos los reductos progresistas de la Iglesia han desaparecido, mientras el catolicismo conservador ha regresado a las posiciones dominantes de la Iglesia chilena. Las congregaciones más influyentes hoy son el Opus Dei y los Legionarios de Cristo, mientras los jesuitas intentan encontrar en la gestión de la solidaridad una vocación que reemplace a la de formar élites de la que ya fueron desplazados. Los obispos progresistas han sido sustituidos por otros conservadores e incluso reaccionarios. La DC no goza del favor ni el apoyo que tuvo en la Iglesia chilena entre los 50 y los 80.
En un sistema como el chileno, mucho más pragmático, la tendencia es a la desaparición del centro político, en un proceso que llaman "fuga hacia los extremos", posible porque los programas partidarios se acercan y desaparece la polarización ideológica. En ese marco, el rol de la DC se desdibuja y su peso político disminuye, considerando que los acuerdos programáticos principales pueden lograrse entre derecha e izquierda sin su presencia. Esta idea es cada vez más atractiva para algunos sectores del PPD y el PS.
Frente a este cuadro ¿cuál es entonces el camino para recuperar el liderazgo político que jugó la DC en las 4 décadas anteriores?
Es probable que solo tengamos futuro si nos hacemos cargo de los nuevos hechos que caracterizan a nuestro país:
* Una juventud crecientemente educada, pero con las mayores tasas de cesantía de todos los sectores sociales.
* Una clase media nueva, más emprendedora, más exigente, más crítica y que abarca la mayor parte de la sociedad chilena.
* Un enorme sector de trabajadores temporeros, informales y microemprendedores, abandonados por la protección social de que gozan los sectores formales.
* Una educación que no ha logrado entregar la calidad que requiere el desarrollo económico y tecnológico que tiene hoy día Chile, con 150.000 profesores que han sufrido maltrato y postergación como estamento profesional durante 3 décadas.
* Una creciente concentración del PIB en la Región Metropolitana, con regiones sin mayores recursos, escasa autonomía y sin incentivos para la inversión en ellas.
* Una sociedad discriminadora, que abandona y no protege debidamente a las personas diversas y discapacitadas. (Pueden ver un comentario al respecto mío en: http://www.facebook.com/profile.php?id=1044272763&v=app_2347471856#!/note.php?note_id=268236848259
* Una sociedad fuertemente inequitativa en la retribución de los esfuerzos sociales, donde la diferencia entre los sectores de más y menos ingresos alcanza uno de los indicadores mayores de América y quizás del mundo. Es cierto que los subsidios estatales al focalizarse más eficientemente en los sectores pobres modifican la relación de ingresos totales, pero ese no es el tema. El tema es que mientras los más pobres reciben remuneraciones menos que suficientes, los más ricos las reciben en proporciones superiores a toda racionalidad.
* Un estado desorganizado, lento y burocrático, con enormes dificultades para realizar sus funciones, presa fácil de las repartijas políticas.
* Una creciente apatía de la sociedad y una cada vez menor participación política. Esto acompañado por una clase política crecientemente desprestigiada y en cierta forma aplastada por el sistema presidencialista, constituye un riesgo no menor: si un líder tan mediocre y banal como Enríquez Ominami logró convocar al 20 % de un electorado envejecido y conservador, ¿quépodrá pasar cuando aparezca uno realmente inteligente y carismático?
El desafío que tenemos es mirar hacia afuera e interpretar los signos de los tiempos, reelaborar nuestro pensamiento, replantearnos la vocación y capturar nuevos sectores que se sientan representados y movilizados por un nuevo ideario demócrata cristiano. Lo duro es que la DC no tiene respuestas frente a ninguna de las preguntas. Será difícil encontrarlas en los próximos años tal como van las cosas.

1 Comments:

Anonymous Carlos Fresno said...

Pocas veces he leído un análisis tan lúcido e inteligente sobre la situación actual del PDC. Descarnado pero al hueso. Felicitaciones.

29 agosto, 2010 19:59  

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