Democracia Cristiana: Revolución en libertad. Patricio Navia.
Pese a defender posiciones moderadas que ya son consenso en Chile, la DC parece incapaz de atraer la simpatía de los independientes. En un país donde el pragmatismo y la gradualidad son herramientas favorecidas por la izquierda y la derecha, el centro parece haberse quedado sin nada que ofrecer. De ahí que el desafío de Ignacio Walker, nuevo presidente de la DC, sea rearticular el viejo mensaje de "revolución en libertad" a partir de un énfasis en la revolución.
La DC hoy no pasa por una buena etapa. Si con la victoria de Frei Montalva alcanzó su momento más memorable, la derrota de Frei Ruiz-Tagle en 2009 evidenció su peor crisis. La derrota de Andrés Zaldívar en las primarias en 1999 y la pírrica victoria de Frei en las primarias truchas de 2009 anticiparon la desconexión con el electorado. Equivocadamente, algunos dirían que el partido ha caído víctima de su propio éxito. Después de todo, el Chile de hoy se parece más al sueño de la revolución en libertad de Frei de 1964 que a las propuestas de Alessandri en 1958 y de Allende en 1970. Por eso, parece más apropiado preguntarse por qué la DC no es el partido que mejor capitaliza la convicción moderada de los chilenos.
Al comprender las razones que explican los éxitos pasados, el falangismo puede encontrar la fórmula para volver a ser el partido más importante del país. Walker -que nació un año antes de que se fundara la DC- tiene una inmejorable oportunidad para ello. Consciente de su prolongado declive, los militantes parecen resignados a no tener candidato presidencial en 2013. El liderazgo de Bachelet ha frenado la ilusión por un candidato propio.
Una lectura errónea del mensaje que inspiró la victoria de Frei en 1964 puede llevar a algunos a creer que la DC no tiene sentido cuando todos defienden el capitalismo con rostro humano. Pero esa lectura se centra en la libertad y se olvida de la revolución. El sentido de urgencia del mensaje de Frei Montalva explica su éxito.
Ilusoriamente, algunos sugieren discutir ideas antes de proponer candidatos. Pero las ideas sin rostros no pegan y las propuestas se desvanecen sin líderes que las personifiquen. En un país que precia la democracia, la DC debe volver a ser revolucionaria, rompiendo esquemas, promoviendo liderazgos y planteando la necesidad de una disputa electoral en la Concertación.
El problema del falangismo no es que los chilenos se hayan comprometido con la libertad, es que la DC se olvidó de la revolución. Para volver a ocupar el sitial de liderazgo que alguna vez poseyó, Walker necesita convertirse en un líder que sorprenda con propuestas nuevas, atrevidas e innovadoras. De lo contrario, su presidencia será la administración de un declive prolongado, que terminará con la DC entrando a los libros de historia, a la par de los partidos Conservador, Liberal y Radical.
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