lunes, agosto 30, 2010

EL SABOR DEL PODER. Andres Rojo

 La decisión del Gobierno de echar pie atrás con la central termoeléctrica cerca de Punta de Choros se debió con toda claridad a la presión ejercida por la ciudadanía a través de las redes sociales, y aunque siempre ha habido expresiones de malestar popular frente a distintas decisiones de la autoridad, esta parece ser la primera vez que, de forma rápida t eficaz, estas manifestaciones derivan en un resultado concreto.

 Sin embargo, es preciso alertar que con esto no basta para suponer que en nuestro país se ha llegado a un estado de madurez cívica y política que permita afirmar que hemos alcanzado un estado superior de nuestra evolución.   Es una señal en tal sentido, por supuesto, pero dista mucho de una situación ideal en que se reconozca de verdad que el ejercicio de la soberanía popular le corresponde al pueblo, como se reconoce en la teoría constitucional.

 Pese a los intereses económicos, en esta oportunidad prevaleció la indignación ciudadana, pero ¿qué hubiera ocurrido si no hubiera sido así?.   ¿Se habría contado con el entusiasmo popular para expresar la misma molestia que se señaló en las redes sociales a través de otros medios, más tradicionales quizás, que permitieran revertir la decisión de la autoridad?

            Sobre todo, ¿es posible pensar que se genere el mismo entusiasmo cuando se trate de otras materias?   ¿Será posible esperar la misma receptividad de la autoridad cuando un asunto genere la oposición de un número menor de personas, aunque sea un grupo relevante?

            Del mismo modo que no es posible gobernar sin atender la opinión ciudadana, tampoco es posible gobernar exclusivamente de acuerdo a lo que indiquen las encuestas porque no suelen ser exactas y porque muchas veces están basadas en reacciones emocionales y poco meditadas u objetivas.   Asimismo, se hace necesario pensar que las sociedades deberán avanzar hacia sistemas en los que la opinión de la gente sea consultada de manera permanente y frecuente, y no solo en las elecciones para renovar los cargos de elección popular.

            Esto se fundamente por un lado en la creciente conciencia de la gente sobre lo que sucede a su alrededor y por otra parte en las progresivas facilidades que proporciona la tecnología para que todos puedan manifestar su opinión en asuntos de importancia para el conjunto de la sociedad.   Por un tiempo, este proceso deberá ser conducido por el Estado o los medios de comunicación, otorgando las garantías de imparcialidad necesarias, pero llegará un momento en que la misma gente se autorregulará y ese es el futuro de la política.  Lo de la central termoeléctrica en Punta de Choros fue un atisbo a ese futuro, pero no más que eso.